martes, julio 09, 2019

Origami

Origami de rinoceronte plegado.
Volví a ver en Madrid a mi amigo Ramón, después de un tiempo demasiado largo, y enseguida nos pusimos al día  de lo que habíamos escrito y él me habló de sus dos pasiones: los cuentos y el origami, la papiroflexia, el plegado de papel, que no son para él cosas contradictorias, pues Ramón es en realidad  un escritor que pliega o un plegador que escribe, ambas actividades obedecen a un  solo impulso, son caminos divergentes pero que en el  caso de Ramón hace tiempo que se encontraron, pues él hace unas figuras con vocación narrativa, pliega historias, consigue metáforasen en cuatro dimensiones, sus imágenes llevan dentro un cuento, y cuando escribe con letras también sus cuentos tiene algo de la técnica del Origami, va creando una figura quen al principio no sospechamos,  con  limpieza técnica y ejecución solvente.  Como en una figura de papel, en un cuento en Ramón las partes, los materiales, se han trabajado con precisión y economía y de pronto ha logrado, a partir de una hoja en blanco,  poner sobre la mesa un rinoceronte. Uno de sus cuentos, o de sus figuras, que he visto en este viaje, es un mono con la mano en el pecho, en homenaje a El Greco, con camisa floreada, además de una casa submarina. En su blog "Enlasciudades" podéis comprobar lo que todo esto da de sí: cocodrilos, máscaras, flores, animales distintos, hasta unicornios.  Ramón ha colaborado también con otros artistas para hacer dibujorigami o fotorigami, grabadorigami o acuarelorigami. Una de sus últimas exposiciones se titula “Habla el origami”, lo que viene a ser un buen resumen de lo que digo y allí vemos una foto de Ramón con un birrete plegado en papel negro sobre la cabeza y un diploma también de papel, con un enchufe, una foto que lleva por título “el milagro de la masterización”, que dispara sin duda hacia la mentira académica. “No es momento para reflexionar aquí sobre el papel del del arte”, dice Paco Lopez-Braxas en el catálogo, “sino para disfrutar del arte del papel”.
En la comida con Ramón hablamos de esto y aquello; de autores y estilos literarios, de su manera de escribir, de lo que le inspira, de cómo le surgen las historias,  de cómo se encuentra un tema y cómo se arranca (no se puede acometer un relato  en cualquier parte, siempre hay un mínimo ritual) que es algo que a los escritores nos interesa mucho, y me confió algún secreto que sigue así, secreto. Yo le dije que su forma de escribir, su mundo y sus temas, me recordaban al gran -en varios sentidos, pues era un bondadoso grandullón- Javier Tomeo, a quien los dos conocimos.  A Ramón le hubiera gustado ir a su entierro, lamenta, pero nadie le avisó. También recordé su interés por Quenau, o por el Vonnegut, de “Matadero 5”, esa novela sobre el bombardeo de Dresde. Desde luego por los poemas-objeto de Joan Brossa. Él me habló de literatura japonesa, quizás porque el Origami es un arte de ese país, donde Ramón ha plegado con grandes maestros, y me encomió al escritor  Yasutaka Tsutsui, de quien me dijo que me iba a sorprender, aunque todavía no lo he probado. 
(Continuará)

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