Compré para llevar a la playa una edición de bolsillo de “Los huesos de Descartes”, un libro delicioso, ya de hace un tiempo, en el que se investiga la desaparición de los huesos del filósofo, desde su entierro en Suecia, donde había acudido llamado por la reina Cristina, su traslado a Francia y su incierta suerte durante el periodo revolucionario y los años posteriores, cuando se descubre que falta el cráneo –una broma macabra para el inventor de la razón- lo que el autor aprovecha para hacernos ver como surge el pensamiento crítico, a partir de esa duda metódica cartesiana que conduce al rigor de la ciencia, y la batalla que se libra en la actualidad entre la razón y los viejos y nuevos fundamentalismos, a la vista de que el triunfo de modernidad, que iba a ir liberando a todos los pueblos de prejuicios y ataduras, no parece que esté nada claro. Un libro, pues, recomendable para el verano -ya que alguno me pide consejo- un refugio ante la galerna, la torrina y las deprimentes noticias de la tele, aunque llama la atención que en la contraportada se le catalogue de novela, y se recomiende como un relato policíaco fascinante, algo que es más que dudoso, pues no se trata para nada de una novela, aunque no sepamos muy bien que es tal cosa, ni mucho menos policíaca, pues no tiene nada de ficción. Se trata de un reportaje filosófico, una hábil introducción al pensamiento europeo y la modernidad. Puede que presentarlo como relato policiaco sea un reclamo comercial, pero también es algo que trae mucha cola: desde siempre preferimos las historias a los conceptos, la mayoría de las ideas y categorías que manejamos nos viene envueltas en narraciones -basta pensar en los evangelios-, nuestra propia vida no deja de ser un relato de un solo ejemplar, lo narrativo nos puede, y dentro de él lo policíaco es hoy el género de mayor éxito. Esto, por cierto, no deja de tener que ver con Descartes, no en vano nuestra cultura, tan cartesiana, requiere siempre pruebas para creer, busca respuestas por todas partes y para ello sigue la pista como un detective, en este caso a partir de unos viejos huesos.
(Publicado DN 28 julio)
martes, julio 29, 2014
lunes, julio 21, 2014
Manifiestos
Voy a comprar el pan, por la mañana, y por el pinganillo escucho la guerra de manifiestos ante la situación en Cataluña, y la próxima entrevista entre Mas y Rajoy, un encuentro casi en la tercera fase. Tenemos el manifiesto de la plataforma “Libres e iguales”, con Vargas Llosa, Savater, Redondo etc. por un lado, que denuncia que el desafío secesionista está ganando por incomparecencia del contrario, y que hace falta un debate público sobre el fondo reaccionario del nacionalismo y sus consecuencias para la libertad y la igualdad de los ciudadanos y del otro, con Sartorius, Garzón, Almudena Grandes etc, de corte, digamos, federalista, que propone una nueva organización territorial donde Cataluña pueda sentirse cómoda, una especie de sofá nuevo donde hasta los independentistas se sientan sus anchas, lo que sería un momio. Esto me recuerda a que hace poco leí con sorpresa que J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, había aportado un millón de libras a la campaña Better toghether, mejor juntos, que se opone a la separación de Escocia del Reino Unido. En España es posible firmar manifiestos de todo tipo, incluso sin leerlos, pero no es concebible que alguien de un dinero para algo así por. Apostar a que el país siga unido frente a quienes quieren desmembrarlo, con los interrogantes y los riesgos que eso supone, es desde luego una causa lícita y noble, pero a nadie aquí se le ocurre rascarse el bolsillo por ello. Eso siempre es cosa de otros, de los políticos y las instituciones, de quien sabe quién. Puede que se trate del famoso pragmatismo anglosajón, que hace mucho tiempo separó los caminos de las Islas y del continente, pero lo cierto es que nuestra cultura el compromiso público nunca se ha entendido así. Nuestra tradición es más bien la de un cierto incivismo, hasta el punto que involucrase en una causa, incluso firmar un manifiesto, es algo sospechoso. El incivismo, es decir, el desentenderse de los asuntos comunes, la convicción de que es mejor pasar, no involucrarse, callar, es, junto con el particularismo, que quiere a cada uno en su territorio y su excepción, nuestro rasgo diferencial. Better Together.
(Publicado DN 21-7)
(Publicado DN 21-7)
martes, julio 15, 2014
Bill
El americano Bill Himan, al que vimos saludando desde la camilla tras recibir varias cornadas en el tercer encierro de este año, es autor de un libro que explica “Cómo sobrevivir a los toros en sanfermines”, lo que generó bastantes comentarios e incluso chanzas en las redes sociales. Algo así como si un analista de bolsa se arruinará en el parqué. Bill es más joven, pero pertenece a ese grupo de entusiastas de la fiesta de varios países, sobre todo americanos, a los que este periódico nos mostró reunidos antes de sanfermines en la casa que uno de ellos, Noel Chandler, tiene en la Estafeta, con el champán preparado para el día 6, en que iba a recibir ir a un montón de amigos. Noel y los demás son gente curtida, con muchas historias que contar, que viven aquí y allá: un fotógrafo que trabaja en Israel, un ejecutivo jubilado, un profesor de literatura en Paris, y llevan muchos años viniendo a Pamplona, enganchados a una fiesta que les deslumbra. Todos ellos tienen el aire de haber salido de una página de Hemingway, aunque no sean tan convincentes, no en vano la ficción es siempre más real que la realidad misma y los tiempos de Fiesta son remotos. Alguno de ellos escribe también, creo, en el libro en que Bill explica, antes de acabar en camilla, cómo sobrevivir a los toros en Pamplona, algo que requiere cada vez más advertencias pues, como reconocen Chandler y compañía, ya es casi imposible correr en una carrera tan masificada. Sin embargo, sobrevivir es bastante sencillo, ya que en realidad basta con no aparecer por allí. Elegir entre dejarse arrastrar por la tradición, por el vértigo de jugársela y salir vivo, o desistir de todo eso, sigue siendo el dilema. “Estar cerca de la muerte te hace ver la vida más bella”, es la idea que arrastra hasta aquí cada año a Chandler y sus amigos, algo que resulta muy seductor, pero que me recuerda también a aquel personaje de Melville, el autor de Moby Dick, capaz de negarse con elegancia a casi todo. “Preferiría no hacerlo”, era su máxima.
(Publicado DN 14 julio)
lunes, julio 07, 2014
Día 7

(Publicado DN 7-VII)
Sting
El cantante Sting, que ha cumplido 62 años, ha declarado que no piensa dejar ni un centavo en herencia a sus hijos. “Me lo voy a gastar todo”, ha dicho Sting, que tiene una fortuna de más de 300 millones de euros, multitud de casas repartidas por todo el mundo -con más de 100 personas de servicio- y la coartada de declararse de izquierdas, que también ayuda a sentirse bien. “Gasto mucho, pero doy de comer a mucha gente”, ha dicho, lo cual es un argumento cierto, aunque vale también para cualquier adicto al lujo. Lo que no consiga gastarse en vida, que podría ser bastante, Sting lo va a dejar a varias ONG con las que colabora y no a sus hijos. “Ellos tienen que trabajar y salir adelante por sí mismos”, ha explicado. Tener la vida resuelta desde pequeño no anima a esforzarse, desvaloriza los proyectos que uno tiene y no suele conducir a nada bueno. Nada tan triste como un hijo de papa con todo resuelto. Puede que la idea de Sting no sea mala, y en el fondo responde a la cultura anglosajona, tan distinta en esto a la nuestra. Allí, lo que se espera es que un hijo se independice lo antes posible, y consiga salir adelante por su cuenta. El sistema universitario, además, hace que pocos puedan estudiar en su ciudad y la movilidad se percibe como algo lógico. Pese a los cambios enormes que dicen hemos sufrido, entre nosotros sucede todavía lo contrario, y seguimos respondiendo más bien al modelo latino, mucho más proteccionista: los jóvenes se eternizan en casa de los padres, y aspiran a estudiar, encontrar trabajo y vivir para siempre en su propia ciudad, comprando una casa si no la reciben en herencia. Tal cúmulo de expectativas se han venido abajo con la crisis, desde luego, pero este modelo sigue funcionando como un ideal, de tal forma que quien no lo logra es visto con cierta compasión, no como a alguien que pretende volar por su cuenta. Lo cierto es que, según leo, los hijos de Sting ya están trabajando y se valen por si mismos, varios de ellos, al parecer, en distintos grupos de rock, un sector, por cierto, donde ser hijo de Sting debe servir de algo.
(Publicado DN 30 junio)
(Publicado DN 30 junio)
miércoles, julio 02, 2014
Secesión
Matías Múgica ha participado en un libro sobre la secesión de Euskadi : ("La secesión de España. Bases para un debate sobre el Pais Vasco”. Taurus 2014), coordinado por el siempre brillante Ruiz Soroa, quien propone tomar la palabra a los desafíos del nacionalismo y ponerles en el brete de tener que definirse de una vez, legislando la posibilidad de secesión mediante un proceso pactado, una pregunta clara y sin posibilidad de volver a las andadas en al menos 20 años. El asunto es discutible, pero no aquí, porque de momento prefiero referirme al ensayo que cierra el libro, donde Matías expone la situación lingüística que vivimos y auspicia lo que podría ocurrir en un futuro de independencia para el País Vasco. Nada bueno, concluye, ni para los ciudadanos que estimen su libertad, puesto que la coacción se intensificaría, ni para el propio euskera, a quien la obsesión nacionalista enfrenta a la sociedad abierta en una batalla difícil de librar. En el mejor de los caso, para Múgica, la independencia permitiría cambiar libertad por eu

Pero quizás lo mejor del trabajo de Múgica, lo que aporte la diferencia con otros sobre el asunto, sea que además de un examen crítico de lo que la política lingüística supone en el ámbito social, externo, dedica su atención a los aspectos internos a la lengua podemos decir, desde su conversión en una especie de neolengua al ser trasplantada allí donde no se habla, y utilizada en la escuela, donde ni profesores ni alumnos la tienen como lengua materna, como su explicación acerca de la propia aptitud comunicativa de la lengua vasca, la eficacia y el interés que tiene, más allá de la presión o coacción publica, su uso por el hablante concreto. Aquí habría que sumar la impericia comunicativa del neohablante -los ímprobos esfuerzos que advertimos en algunos- junto, y esto no se suele explicar, las propias limitaciones del euskera como instrumento lingüístico, que afectan también a los hablantes más competentes. Citando, por si acaso, a Iban Sarasola, señala que "el euskera no es todavía una lengua de cultura cómoda y a la hora de hablar de ciertos temas cuesta verdaderamente mucho trabajo" y que en realidad, como se viene a quejar algún vascoparlante, “en cuanto nos relajemos, podemos caemos en el feo vicio de hablar español”.
Este infradesarrollo de la lengua, cuyas causas llevarían lejos, tiene también, según denuncia Múgica, relación directa con el narcisismo identitario de los nacionalistas, que ven en la lengua un icono y no un instrumento, y consideran más importante que sirva para apelar a una diferencia con el vecino, a que sea útil. El propio nacionalismo no le hace favor al euskera, y en el pecado lleva la penitencia. Frente a la hipocresía reinante, la falta de valor para hablar claro, la insensibilidad con la que se deja hacer sin que muchos, celosos de cualquier injusticia, clamen contra esta, el ensayo de Múgica es demoledor. En algún momento sus citas al pie despistan un poco pero a cambio -como todo excurso- tienen su aquel. Un ensayo magnífico dentro de un libro que no debiera pasar desapercibido.
miércoles, junio 25, 2014
El hijo del otro

(Publicado DN 23 junio)
lunes, junio 23, 2014
Romería

viernes, junio 20, 2014
Taxi
En varias ciudades ha habido huelga de taxistas por la llegada de una aplicación llamada Uber, por la que conductores no profesionales cobran a usuarios de la plataforma por viajar en coche. Con este sistema cualquiera puede ser taxista sin necesidad de trámites ni autorizaciones, basta tener un móvil y conectarse a la app. “No es justo que, después de pagar una licencia de 155.000 euros, un seguro a todo riesgo y de pasar mil y un controles, cualquiera pueda ejercer de taxista”, ha declarado un portavoz del taxi en Madrid. Lo cierto es que Uber es un monstruo que cotiza en la bolsa de New York y que ha generado muchas protestas en distintos países, incluso está prohibido en alguno. No se trata solo de viajar compartiendo gastos, como hacen otras aplicaciones y webs; no es lo mismo que intercambiar casas de vacaciones o trayectos al trabajo, que es algo que los particulares hacemos cada vez más mediante distintas plataformas, puesto que Uber es, ante todo, una actividad mercantil en la que se cobra un precio, donde existe el ánimo de lucro; a fin de cuentas una actividad puramente empresarial, salvo que opaca al fisco y al margen de cualquier regulación. Lo cierto es que vivimos en una sociedad donde la red está a punto de acabar con muchas cosas, desde la manera de leer y escuchar música a las formas tradicionales de aprender, comprar o comunicarse, y no es posible saber adónde vamos. Nada es lo mismo cuando cualquier cosa debe estar al alcance de todo el mundo con un clic, sin coste alguno, e intentar regularlo parece estar condenado el fracaso. Todo esto resulta anticuado y poco realista, pero cierto. Hoy, todo lo que la tecnología permite, sea lo que sea, termina haciéndose y nadie es capaz de poner puertas al campo, pues es ella la que está al mando. Por lo demás, puede ser cierto que la regulación del taxi sea obsoleta y poco accesible, y seguramente requiere modificaciones profundas, pero mientras lo pensamos y decidimos qué hacer, como ocurre casi siempre, llega algo como Uber y lo pone todo patas arriba.
(Publicado DN 16 junio)
(Publicado DN 16 junio)
martes, junio 10, 2014
Monarquia
Es difícil saber por qué se va el rey Juan Carlos, pero hay quien dice que lo hace en el peor momento, y que su salida es una forma de decir: ahí os quedáis, a ver qué hacéis. El futuro Felipe VI se enfrenta a una situación complicada. Tal vez no tanto como la de su padre, por quien no se daba un duro en su día y que ha reinado una época larga y fecunda, con la baraka casi siempre a su favor, pero la conmoción política actual, con el órdago independentista, la profunda crisis de la política, y el propio desprestigio de la corona no presentan un panorama mucho mejor. Para Felipe, se abre la incógnita. Eso me hace pensar que la monarquía es algo de mucho lustre, pero a la vez un destino impuesto que no siempre debe resultar apetecible y me hace recordar el ejemplo de Claudio, aquel emperador romano contrahecho y tartamudo, que se puso de moda con la serie Yo Claudio, a quienes los soldados pretorianos que acababan de matar a su penoso sobrino, Calígula, encontraron escondido tras los cortinas y le obligaron a convertirse en emperador, ya que era el único hombre adulto de la familia, lo que tuvo que aceptar para salvar el pellejo. En realidad lo hicieron porque pensaban que era tonto, y que sería fácilmente manipulable, pero Claudio, que era un hombre culto y con recursos, se destapó como un buen gobernante, ganó gran popularidad y se dedicó a acrecentar el imperio, y terminó convirtiéndose en el hombre más poderoso de su tiempo. Otro monarca, Amadeo de Saboya, traído por el General Prim para terminar con la dinastía de los Borbones, se enfrentó a la hostilidad de la corte y al desdén popular y se fue de Madrid a los pocos meses renunciando a la corona. Ser rey es una carga que tiene que gustar mucho para poder ser sobrellevada y no es extraño que haya lugares en que se extinguió la monarquía pues no había nadie dispuesto a ostentarla, y otros en que debía ser confiada extranjeros, de acuerdo a testimonios de la antigüedad. Se rey es dejar expropiar tu vida para convertirte en una especie de símbolo, algo poco entendible en este mundo de hoy, donde una república parece siempre mejor, aunque alguna sea como la de Kim Jong Un.
(Publicado DN 9 junio)
Podemos
A Felipe González no le gusta “Podemos”, y ha alertado de que una alternativa bolivariana –algunos dirigentes de ese partido tienen corazón chavista- sería una catástrofe, porquen los programas utópicos y maximalistas al final terminan repartiendo pobreza. No me gustaría tener decir con el tiempo que ya lo advertí, ha advertido sin embargo Felipe que, como hombre de izquierdas, recela del izquierdismo. “Podemos” ha hecho daño a Psoe y a IU, y no se sabe si es un síntoma pasajero, una fiebre que se curará para las próximas elecciones o la aparición de algo nuevo, mas fresco, capaz de recoger y encauzar el descontento social hacia alguna parte, pero al escuchar a Felipe, me he acordado de la reciente entrevista del Follonero a Mujica, el presidente de Uruguay, al que visitó en esa chacra destartalada en pleno campo que se ha hecho famosa, con su perra coja, su cortejo de gatos, el sonido del bandoneón de fondo. El viejo Mujica habla allí de muchas cosas, con sus ojos brillantes y traviesos a ratos, un hombre al que el tiempo ha dado una extraña lucidez, a la vez entusiasta y descreído, pero consciente de los límites de las cosas que pueden hacerse. No es mucho lo que podemos, viene a decir, pero hacer algo merece la pena. Como Felipe, desconfía de la utopía y su objetivo cuando deje el gobierno sería hacer una escuela de oficios en un campito cercano. La sobriedad, en el fondo, es su programa vital. Cuanto más tienes, más necesitas y más tiempo pierdes, es su mensaje. Pobres, dice, son aquellos que necesitan mucho. Con este ideario, tal vez imposible en el disparatado mundo de hoy, parece querer retornarnos a un mundo de hace años, cuando todavía no nos gobernaban las fuerzas que hemos desatado, sino que las gobernábamos más o menos. Ante el Follonero, Mujica explica que la patología conservadora es caer en lo reaccionario, en la vuelta atrás, mientras que la de la izquierda sería caer en el infantilismo, que para él no es sino la confusión permanente de los deseos con la realidad. Lúcido, el viejo.
(Publicado DN 2 junio)
viernes, junio 06, 2014
martes, junio 03, 2014
martes, mayo 27, 2014
Toros
Varias asociaciones taurinas, justamente indignadas, han pedido que se ponga coto a los comentarios en contra de los toreros, tras la dramática corrida de las Ventas en que los tres espadas terminaron en la enfermería después de ser corneados -Víctor Mora de manera escalofriante, tras recibir al toro a puerta gayola-, y la corrida hubo de ser suspendida. Los rastreros comentarios de Twitter se felicitaban del dolor de los toreros, aplaudían al toro y se prodigaban en desprecio y odio, algo parecido a lo que apenas una semana antes había pasado con la muerte de la dirigente política del PP de León, alegrándose de su muerte y pidiendo que cundiera el ejemplo, en un peligroso extremismo antipolítico. Es como si las nuevas tecnologías permitieran sacar a la luz lo que antes estaba oculto, latente, escondido por pudor o por miedo: el odio al semejante, el deseo de que le vaya mal, la envidia y la necesidad de humillar al otro y hacerlo sufrir. Seguramente esto es parte de lo que somos, la parte que tenemos que combatir, renunciar e inhibir, pero el impudor de la época y las oportunidades de difusión y de anonimato de las tecnologías han creado esta epidemia insoportable. El caso de lo ocurrido con las corridas de toros, además, es especialmente indignante pues se ampara mucha veces en una defensa de los animales, en una causa noble. En España siempre ha habido una anti-taurinismo ilustrado, un debate entre visiones irreconciliables, una lucha de argumentos. Estar o no a favor de los toros, era una forma de definirse y de entender el país. Hoy en día hay una parte importante de de la sociedad que no entiende ni ve sentido alguno a la fiesta, y le parece algo cruel e injustificado. Pero esto que se muestra en Twitter estos días es algo distinto y más peligroso, algo burdo y rechazable, porque bajo el amparo de un supuesto amor a los animales, se esconde un odio cierto a los más cercanos, los hombres, aquellos a quienes nos debemos en primer lugar. Algo profundamente inhumano.
(Publicado DN 26 mayo)
(Publicado DN 26 mayo)
jueves, mayo 22, 2014
Noche en blanco
1,8 millones de espectadores vieron algo del debate en La 1 entre Cañete y Valenciano, lo que lo coloca en un triste puesto 13 de los programas más vistos del día. El debate desplazó a la serie Cuéntame, que muchos echaron en falta y que el jueves anterior contó con mayor audiencia. La noche del debate, los espectadores optaron de forma mayoritaria por ver el estreno en Telecinco de “Resurrection” que obtuvo nada menos 4,6 millones de espectadores. Esta serie cuenta lo que sucede en un pueblo de Missouri llamado Arcadia, cuando sus muertos comienzan a resucitar de forma repentina. Una de zombis, vaya. En el capitulo un muchacho despierta en un arrozal chino y no sabe que hace allí. Otro vuelve a su casa natal siendo todavía un niño y descubre a sus padres ya ancianos que no le reconocen. Nada que ver con la realidad, lo mismo que el debate que se emitía a esa misma hora, donde había que frotarse los ojos para reconocer a un Cañete que había abandonado toda esa cercanía y espontaneidad que le hizo el ministro mejor valorado, para hacer de zombi consultando unos papeles y no saliéndose del carril marcado. ¿Recuerdan a Zapatero? De ahí vienen todos los males, era el mantra. La actuación de Cañete logró que Valenciano brillara de pronto, aunque fuera un poquito, como si no terminara de creérselo. La estrategia de Cañete era la noche en blanco. Pero, ¿por qué se comporta así este hombre? era la pregunta de algún espectador antes de emigrar a Arcadia. La respuesta la dio el mismo Cañete al aclararnos que se trataba de una sofisticada estrategia electoral. Es difícil hacer un debate con una mujer, ha dicho, porque mostrar superioridad intelectual les parece machista. Dicen que Cañete será Comisario de algo una vez pasado este engorroso trámite electoral. Suponemos que entonces brillará con luz propia sin tener que disimular su valía. “Si soy yo mismo me quemo” ha dicho también, intentando defenderse de algunas críticas por su papelón. La verdad es que todo esto es muy raro, casi retorcido. Al lado de esto Arcadia y sus misterios alucinantes parecen cosa de niños.
(Publicado DN 19 mayo)
(Publicado DN 19 mayo)
lunes, mayo 19, 2014
Glamur
Cesar Antonio Molina (CAM), antiguo ministro de Cultura, ha publicado un libro dedicado a las relaciones siempre tensas entre el poder y los intelectuales: “La caza de los intelectuales”, de cuya presentación se ha resaltado una frase con muy mala leche, propia de esos mensajes envenenados que se dedican entre sí los políticos, a menudo los del mismo partido, y ha dicho que Zapatero, al dimitirle, le explicó que necesitaba una chica joven y más glamur, algo que en esta campaña europea, con una candidata que se presenta como campeona de las mujeres, no deja de tener su cosa. En realidad Molina, quien fue ya un director del Cervantes eficaz y un ministro muy activo, le debe a Zapatero haberse convertido en un escritor prolífico desde que su carrera política naufragó, y ahora se le escucha decir cosas certeras, entre ellas algo que parece cada vez mas obvio, que la ignorancia nos llevará a la miseria como la falta de lluvia conduce al desierto. Sin interés por la cultura, como dice CAM, se van desertizando zonas que son invadidas por el puro espectáculo. La falta de cultura nos hace manipulables y sin recursos, creyentes de cualquier tontería, planos como una tabla de planchar. La cultura es la mejor manera de salir adelante y mejorar como país. Pero más allá de esto, en realidad la cultura es una necesidad egoísta. Antes de este libro sobre los intelectuales, CAM escribió “Lugares donde se calma el dolor”, en el que habla sobre lugares donde encuentra la serenidad, casi siempre ligaos a poetas o referencias a lo que ha visto y leído. La cultura no es la salvación, pero sí una forma inteligente de estar en el mundo, de disminuir el dolor de la existencia, de plantar cara a la muerte, lejos de la huida y la pura distracción del existir. Puede que siempre haya faltado interés en ella, pero esta falta de prestigio social de la cultura es algo nuevo y peligroso. CAM cuenta que un día le recriminaron por un discurso en la campaña. Nada de citas ni de referencias históricas, le dijeron. No conviene manifestar un mayor conocimiento que los presentes. En realidad querer elevar el listón es antipopular, dice. Que vienen los bárbaros.
(Publicado en DN 12 mayo)
(Publicado en DN 12 mayo)
miércoles, mayo 07, 2014
Opiniones
La NBA ha expulsado de por vida al dueño del equipo de los Clippers, el multimillonario Donald Sterling, por sus comentarios racistas al reprochar a su novia mejicana haber aparecido en una foto con Magic Johnson. “Me molesta mucho que difundas que te estás relacionando con gente negra”, le dijo. Pese a que Sterling no ha podido todavía defenderse y la legalidad de la grabación esté en entredicho, la Liga ha tardado muy poco en sancionarle con 2,5 millones de dólares y enseñarle la puerta de la calle, lo que muestra la sensibilidad -a veces un poco hipócrita-, que existe allí contra el racismo, la discriminación y los derecho de las minorías. Algo de eso hemos visto aquí con el penoso incidente del plátano lanzado a Alves y los 21 detenidos por aplaudir el terrorismo en Internet y denigrar a las victimas, entre ellas a Miguel Ángel Blanco o Irene Villa, de una forma zafia y ofensiva, lo que prueba que también se puede ser criminal con las ideas y las opiniones, y que éstas, en contra de los que muchos creen, no son siempre algo inofensivo y digno de respeto. No todas las opiniones, ni todas las ideas son respetables. Nada puede ser tan peligroso como las palabras. Sin llegar a los extremos de Sterling o de los filoterroristas de la red, hay opiniones peregrinas, caprichosas o de escaso valor, que merecen ser combatidas y no dadas por buenas como si fueran solventes. Decir que cada uno tiene su opinión y encogerse de hombros, es una forma de rendirse, de decir que todas valen lo mismo, lo que es una aberración. Como bien dice Aurelio Arteta, en su lucha contra los tópicos, hay que faltar el respeto a las ideas, no a las personas. A las ideas hay que meterles el dedo en el ojo y si es preciso abrirlas en canal para verles la trampa. La democracia no consiste en que cualquier tontería deba tener estatus de verdad, ni que todo valga lo mismo. Las ideas racistas, xenófobas o denigratorias con las víctimas, el ofensivo desprecio racista de un dirigente deportivo, no pueden quedar impunes. Difundir el odio es más grave que robar un supermercado y bastante más contagioso.
(Publicado DN 5 mayo)
(Publicado DN 5 mayo)
viernes, mayo 02, 2014
Ganivet
Se trata del retrato de Ganivet pintado en 1897 en Granada por Ruiz Almodovar, asiduo al tema de los jardines por influjo de Rusiñol. El escritor era miembro en Granada de la tertulia del avellano. El cuadro se encuentra en el museo granadino de La casa de los Tiros.
martes, abril 29, 2014
Helsinki
Aprovechando el largo día de Helsinki, a donde he venido a parar estos días, subo a la pequeña colina del observatorio, junto al barrio de Eira, el de las embajadas, desde donde se contempla la ciudad extendida, las pequeñas islas que salpican el mar, las dos catedrales de la ciudad, ortodoxa y luterana, las grandes casas modernistas y pienso en el escritor Ganivet, que estuvo aquí de cónsul y que habla de esta vista en alguna de sus páginas. Ganivet es un escritor que anuncia la generación del 98, la preocupación por España, la extrañeza por ese país derrotista, dividido, irreconciliable consigo mismo y que él define como senequista. Ganivet fue cónsul aquí, cuando Finlandia pertenecía a Rusia y al cerrarse el consulado pasó a Riga. Allí una fría mañana de invierno, justo el día en que llegaba su amante desde España, se tiró a las heladas aguas del Báltico y se ahogó. Dicen que desde el barco lograron salvarlo, pero al ser izado de nuevo a cubierta, volvió a tirarse de nuevo y desapareció. Tenía poco más de 30 años. Puede que este terrible final haya beneficiado a Ganivet, y le haya hecho entrar en los libros de historia y en esa lista de escritores suicidas y atormentados que atraen mucho. Pero en su muerte siempre se ha visto también un acto de protesta, una declaración de pesimismo ante el futuro de su patria, una revancha frente al amiguismo y la falta de reconocimiento del mérito que presidían la vida política y literaria del momento. Ganivet era un hombre de mucho talento, pero que decidió desperdiciarlo. Ganivet habla mucho de Finlandia en sus textos. En cierto modo este norte laborioso y ordenado, de rigor luterano, es todavía el negativo de España y hace pensar en Ganivet. Hace sol estos días en Helsinki, y la gente saca a los niños por el parque cantando a su encuentro. En el supermercado, hay filas donde uno puede cobrarse a sí mismo, pasando los productos por el lector, a solas con su conciencia, a cuya cuenta acostumbran a confiar aquí las cosas.
(Publicado DN 28 abril)
(Publicado DN 28 abril)
martes, abril 22, 2014
Soledad
Muchos años más tarde, frente a la hoja de periódico que anunciaba su muerte, habría de recordar el día en que fui a comprar su libro. Era una mañana fría de primavera, y en la librería vacía la portada con las letras azules destacaba mirándome de frente desde la estantería. Entonces no me fijé, pero al llegar casa noté que una de las letras del título, una E, tenía una errata y miraba al lado contrario, hacia la izquierda, y recuerdo que pensé ir a cambiarlo, sin caer en cuenta que ese error podía ser a posta o, como me enteré luego, una rareza que daba al libro un halo de coleccionismo. En las semanas siguientes, mientras lo leía, fui en algún momento hacia atrás e hice un croquis con los personajes, todas aquellos Úrsulas y Aurelianos, para hacerme cargo, pues yo aun pensaba que en una novela se cuenta una historia certificable y que es preciso ubicarse en ella como en la propia familia. Pamplona, entonces y desde luego ahora, tenía poco que ver con Macondo. Todavía había tipos airados que tiraban cocteles molotov contra el escaparate de El Parnasillo por exhibir libros poco recomendables, algo que a día de hoy produce cierta melancolía, pues quería decir que daban al libro un gran poder. Algo parecido a aquellos dictadores que también se empeñaban en prohibir la letra impresa. Nada de esto ocurre ya hoy, no hay ningún poderoso que se moleste en prohibir algo que apenas puede hacerle daño. Nunca un libro volverá a tener la importancia de Cien años de soledad en las librerías, nunca un muchacho en una ciudad pequeña se acercará trémulo a unas páginas como si fuera a recibir la buena nueva. No hay hoy un lugar en el mundo donde un libro pueda competir con la proliferación de imágenes y mensajes, con el share de las audiencias y el aluvión de datos de internet, en el que es imposible discriminar donde se encuentra algo válido y potente capaz de cambiarnos de una vez. Eso ya no existe. Existe Macondo en la mente de muchos lectores, existe la mañana luminosa en que encontramos un libro y moramos la poblada soledad que es leer y que nos suspende en el tiempo.
(Publicado Diario de Navarra 21 abril)
(Publicado Diario de Navarra 21 abril)
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