lunes, septiembre 29, 2014

DEPARDIEU


El actor Gerard Depardieu, quien se hizo ruso no hace mucho para evitar pagar el 80% al fisco, ha confesado que hay días en que, si empieza,  se termina bebiendo  14 botellas. A eso de las 10 de la mañana, cuenta, abre una botella de champán y otra de vino, y otras más en la comida que culmina con ese licor tan francés que da pampurrias, el pastis. Luego vuelve al champán, enlaza con vodka etc. Depardieu es de ese género de  los de “si empiezo no paro” que suele ser la otra cara de los que se contienen casi siempre a duras penas,  pero  niega que todo ese exceso le emborrache de veras, tan solo  le deja un poco achispado, lo suficiente para  encontrase alegre, que es lo que busca. Si tras la siesta tiene resaca, le basta, dice,  un sorbo de clarete.  Depardieu es un hombre descomunal, excesivo,  un Pantagruel, y su cara de Cyrano nos viene a la memoria enseguida. Uno de sus  últimos personajes, por cierto, ha sido el insaciable Strauss Kahn, alguien para quien tampoco nada era suficiente. La confesión de Depardieu ha salido en todas partes, pues esta forma de admitir algo que  cualquiera mantendría oculto, esta contabilidad del goce -que es la cuenta que nos culpabiliza- le da  cierta aura, lo hace más autentico.  Así son las cosas, parece decir, no pienso esconderme. Pero, ¿por qué bebe tanto este hombre? nos preguntamos. Su respuesta es otra sorpresa: bebo para  no aburrirme, dice. ¿Así que  este gordo lleno de dinero y fama, pensarán muchos, este hombre que lo tiene todo,  podrido de dinero, rodeado de mujeres, halagado en todas partes, tiene que beber como un cosaco (la comparación procede)  para animarse? El mundo es extraño. No parece que nadie se conforme nunca. Incluso podemos pensar  que quien más cosas tiene a su disposición, más pronto se hastía, como si el deseo se acabara. Como si el propio exceso fuera una confesión de que nada basta y que la dicha está en otra parte.  La vida es aburrida para  Depardieu,  y no sabemos si sentir compasión o llamarle blasfemo.  Bebo mucho, pero no pienso morirme todavía, ha aclarado,  y se ha ido a empinar tranquilamente el codo. 
(Publicado DN 29/9)

martes, septiembre 23, 2014

Take five

Como sigue haciendo buen tiempo bajo al parque y me siento en un banco a ver pasar  la gente. Un grupo de cinco hombres mayores avanza renqueante sobre la hierba, con las manos cruzadas a la espalda, hablando entre ellos. Como llevo los auriculares puestos y estoy escuchando una versión magnífica de “Take five”, de Desmond, un clásico del jazz, no les oigo. Uno de ellos se parece mucho al papa Francisco, otro a un dependiente de una tienda que quebró. Dos no me suenan. El más joven cuenta algo al resto en corro, que ríe.  Todos  parecen haberse puesto de acuerdo en la camisa de manga corta y la chaqueta al hombro. Ahí van los cinco de nuevo, take five.  A veces se juntan y se separan, como electrones en torno del núcleo y cuando algún corredor les adelanta lo miran con envidia. A cierta edad, observo, se anda  como si no hubiera ya rumbo: un rato hacia delante, otro hacia atrás, morosamente, con la sensación de que nadie espera y el tiempo ha desparecido. Se es libre por fin, pero un poco tarde. Podrían se viudos, si no fuera porque a diferencia de ellas, los viudos suelen serlo de uno en uno.  A alguno de estos hombres los he visto  algún mediodía, cuando vuelvo a casa, me digo.  A veces se sientan apretados en un banco y hacen comentarios sobre la gente que va apareciendo, como si apostaran.  Ahora señalan el cielo donde acaba de apuntar una luna como una percha en que podrían colgar la chaqueta. Hace nada era redonda, naranja, recuerdo, parecía de mentira. Cuando hay plenilunio se siente algo inquietante. Hawking, que está por aquí, ha anunciado algo sobre el bosón de Higgs, creo que el fin del universo. Si se manipula esta partícula a cierta velocidad todo el universo podría desintegrase. Llegaría el final. En cierto modo para este grupo ha acertado, pues para ellos el fin del mundo no está tan lejos. Los hombres miran ahora un punto, como si fuera aparecer algo, puede que el famoso bosón en forma de resplandor.  Uno pone la mano como visera, y todos quedan de pronto callados. Es simplemente el sol que insiste en ponerse, como cualquier día. Hay un largo minuto en que todos lo miran, absortos, hasta que se hace tarde.
(Publicado DN 22 septiembre)

domingo, septiembre 21, 2014

Monterroso

He leido -releido- mucho a Monterrosos esta temporada, casi todo lo que ha escrito. Puede que sea la lectura más distante de Handke, pero capaz de medirse con ella. Le dije a R este verano que había caido en cuenta de que "Obras completas" era un cuento formidable (tal vez por ser un cuento que me vino bien). R.,  que está preparando una charla con los 10 mejores relatos del siglo, me contestó que Monteroso era una de sus debilidades,  pero que no se atrevía a incluirlo en su canon de los 10 mejores cuentos. Monterroso es un escritor aplastado por uno de sus cuentos, el del dinosaurio, que uno se encuentra por doquier. Además es precursos de ese género que cuaquiera se ve en condiciones de ejercer, el microrrelato, y eso tampoco le ha hecho bien.
En you tube encontré una enttrervista que Sanchez Dragó le hizo hace tiempo en tele Madrid. Monterrosos-Tito- aparece como un hombre pequeñito, regordete, con grandes de gafas de pasta. Sus respuestas son escuetas, nada pretenciosas. Comienzan hablando de su estaura. "Desde pequeño he sido pequeño", dice con sorna Monterrososo. Luego hablan de su juventud en Guatemala de la que tuvo que huir por su oposición al dictador del momento, Ubico. "No me ubico", dice que pintó en una pared. Monterroso es un escritor autodidacta, que nunca pisó la universidad. Cuando de joven salía de su trabajo en una panadería, cuenta, se acercaba todos los días a la biblioteca nacional. Allí leyó a los clasicos latinos, dice, a Horacio, a Virgilio, a  los fabulistas.
"Como era una biblioteca muy pobre -dice- solo había libros buenos."

sábado, septiembre 20, 2014

El chino del dolor

En "El chino del dolor", de Handke, el protagonista es un profesor de lenguas muertas que apenas cuenta que ha chocado en la calle con alguien, y que lee al final del día las "Georgicas" deVirgilio.
"Los versos de las Geórgicas me vuelven a retrasar el tiempo o le dan otro sentido".
(Esa sensación al leer, pienso, de quedar suspendido, de no tiempo). 
Mas adelante señala que se ha dicho que Virgilio dio a luz sus versos "al igual que una osa pariendo" con el mismo esfuerzo de "relamer" a fin de darle su forma de existencia a la camada.
Hacer existir, reflejar la realidad de las cosas. Estimular en el lector, dice,   "la existencia de todo lo cantado".
"¿Acaso no llegan en este instante en cualquier lugar las cabras "traspasando a duras penas el umbral con sus pesadas ubres?"

jueves, septiembre 18, 2014

Cuando el centenario de Albéniz



Salí de madrugada de una fiesta, junto al río, y me llevé de regalo un melón de Villaconejos al que nadie había hincado el diente. La noche era cálida y luminosa, como si no fuera de Pamplona, y la luz de la luna se reflejaba sobre el melón y brillaba en sus recovecos de piel de sapo, y palpando esa fruta prodigiosa  fui recorriendo con los dedos todos los lugares de este verano: la noche de San Pedro,  la víspera de San Fermín, el hipnótico mar y  las dilatas tardes de la playa, la visión de un plato de gambas, el largo trago del gazpacho, la explosión del día de la Virgen, donde el país es una fiesta de toros y moscas, los luminosos días de septiembre, cuando todo vuelve a empezar.  Al entrar al coche dejé el melón en el asiento, y puse la radio y de pronto escuché la  inconfundible música de Albeniz, de quien se cumplen ahora  100 años de su muerte.  Albeniz era de Gerona, y fue un niño prodigio, y un incomprendido. Siempre se quejó del país, de su desidia, de la fría acogida de sus obras. España vive “en una petulante ignorancia” escribió en 1899. El pintor Ramón Casas le hizo un retrato  con sombrero hongo, barba y chaleco,  el paraguas colgante. Un señor que recuerda a Baroja y que nos trae el tiempo del Paris de los impresionistas, de Sorolla y Gutiérrez Solana, de los músicos Ravel o Debussy, sus contemporáneos, con los que  su  obra  se mide sin rubor.   Si Albéniz fuera francés, se dice, su  centenario sería fastuoso. No es el caso. España todavía tiene algo  de aquel país lleno de desidia e ignorancia, cruel y mal avenido, como si el tiempo le diera la razón al músico. Un país donde el verano es muy largo y los melones muy jugosos y los políticos muy hiperbólicos.  Estoy muy decepcionado con nuestra tierra y creo que será muy dificultoso volver, escribió Albeniz en Cambó Les Bains,  antes de morir.  Sobre la mesa de la cocina está el melón del verano por abrir, y al acercar la oreja se oye a lo lejos el mar, como si fuera una caracola.  

lunes, septiembre 15, 2014

Fandango

He visto que en la reunión que la plataforma “Libres e iguales” hizo en Madrid el 11S, mientras en Barcelona una marea humana, como suele decirse,    ocupaba la calle y hacía una gran V de la victoria, Boadella, encargado de la puesta en escena en Madrid, dispuso un piano en el escenario del Bellas Artes, y allí el músico Borja Mariño interpretó música española de Granados, Albéniz, Soler y  Amadeo Vives, que son todos ellos, aunque alguno no lo sospeche,  músicos catalanes, compositores de distintas épocas y estilos, todos ellos de primera fila, posiblemente el padre Soler el mayor músico español y Albéniz alguien al que es difícil no haber escuchado, y sus obras, las que se oyeron en el teatro en el acto de esta diada “a la  Boadella”,  para mas inri, se titulaban Fandango, Danza española, Granada y Dª. Francisquita, música española por los cuatro costados, lo que habla, tal vez mejor que todos los argumentos que se expusieron en el teatro, de todas esas razones con las que a veces parece que se predica en el desierto: la certeza de que lo que vaya a ocurrir en  Cataluña nos afecta a todos y debe ser decidido por todos, la convicción de que la paz civil y la convivencia son valores frágiles, costosamente alcanzados,  que no podemos tirar por la borda; más allá de todas esas razones  que enseguida decaen ante el fragor de las emociones, y el hondo sentimentalismo de la calle y las banderas desplegadas, mas allá de toda esa letra, podemos decir, se pudo escuchar simplemente la música en el piano, la que amansa a la fieras, el fandango, la danza española y la zarzuela, el programa que se le ocurrió a  Boadella, experto en poner el dedo en la llaga, como ya hizo al anticipar hace años en Ubu President la catadura moral de Pujol, y luego  la deriva política de sus herederos, esos que no sabemos adónde nos llevan,  así que frente a los discursos y las palabras gastadas, Boadella ha sacado a escena un  pianista y le ha hecho  tocar  una música  cuyo mensaje entiende todo el mundo, y que desentona más que nunca con la melodía que se oye en Cataluña cada vez más fuerte y  estridente.
(Publicado Diario de Navarra 15/9)

martes, septiembre 09, 2014

Politica

La lección más importante para un político es ésta: demuestra que realmente deseas la victoria. Si no es así, se va a notar y la gente no va apoyarte. Es parte de los consejos –es ahora momento-  que lanza Michel Ignatieff, un importante pensador político que, contra toda cautela, aceptó la propuesta de lanzarse a la piscina y cambió las aulas de Harvard por la lucha por la nominación como candidato del partido liberal de Canadá.  Ignatieff cuenta en su libro “Fuego y ceniza” como aceptó probar la política de verdad,  algo que solo había visto desde la barrera, y que es lo que se encontró: un mundo frenético, sin vida privada; una mezcla de vértigo y vanidad en que debes cuidar lo que haces y dices, donde serás mal entendido y peor juzgado, y donde nunca debes perderte en explicaciones ni mucho menos quejarte sino encajar y pasar a la ofensiva y donde  si eres muy afortunado, al final conseguirás vengarte. La política, para Ignatieff, es una mezcla de voluntad y suerte, y requiere una fortaleza, un tesón y una habilidad especial, que hay quien tiene y quién no.   Lo principal  del político es el manejo del tiempo,  el adaptarse  a sus cambios continuos e impredecibles y sacarles  partido. Lejos de sutilezas  académicas, aquí hay que decidir ya, a veces casi sin información sobre cosas que afectan  a miles, y tener el olfato  para  saber si el tiempo de una determinada idea ha llegado o no. Por lo demás, tener buenas propuestas está muy bien pero, como comprobó Ignatieff, el contrario puede desbaratarlo todo si logra llevar las cosas a otra parte. En su caso, por ejemplo, al sembrar la duda sobre su idoneidad  por haber vivido muchos años fuera,  en EEUU.  Puede que sea injusto, pero es política.  Algo  que no se puede hacer sin ideas,  pero para lo que ellas solas no sirven. Al dejar de contemplar la política desde fuera y  bajar a la arena,  probó la medicina que antes impartía y se convirtió en alguien distinto, en el fondo más comprensivo.  Su conclusión es de un gran respeto por  la política democrática, esa cenicienta, de su gran dificultad y del valor que requiere.
(Publicado DN 8 septiembre).

miércoles, septiembre 03, 2014

Bloqueo


Tengo bloqueo literario. Pasan las horas y no me decido por nada, no encuentro tema. ¿Qué es el bloqueo? Es empezar a escribir algo y de pronto saber que lo que uno va a escribir es ya previsible, que está prácticamente  escrito sin necesidad de darle a la tecla. Es haber llegado a un tope. Como el fin de agosto es más luminoso, todo fuera parece brillar como nunca. Salgo a la calle y las terrazas bullen. Con una caña en el alfeizar de la ventana veo pasar a la gente. Hay como un retorno a la ciudad, una efervescencia, una vuelta a clase, y al  trabajo.  Se nota que los arquitectos tienen menos encargos, que los médicos casi no curan, que los funcionarios tienen poco que hacer, que los becarios apenas cobran sus horas. Nada ha cambiado, pero todo es distinto. El consumo se ha reactivado, el optimismo renace. Se trata de una cuestión mental. Antes no se podía, ahora toca. No se. Es imposible escribir sobre esto cuando uno sufre un agudo bloqueo mental. Umbral, cuando terminaba su artículo a media mañana decía, liberado,  “ya estoy escrito”. Yo no estoy escrito y eso me amarga la tarde. La gente pasa de largo y se va depositando en las afueras de los bares, que es donde ahora está el ambiente. Recuerdo que un escritor venció el bloqueo literario cambiado de hemisferio cerebral: del izquierdo se pasó al derecho. Creo que era Hernán Casciari, un tipo interesante, que escribe de  futbol como nadie.   El derecho es el hemisferio  de la globalidad, de la imaginación. Para que el derecho comience  actuar es preciso que el otro relaje su vigilancia. El izquierdo no para de fijarse, de analizar, de hacer sus cálculos y sacar conclusiones más o menos lógicas. El izquierdo se hace el dueño a la menor. Para que el derecho actúe, hay que salir a la calle y dejar vagar la mirada sin pensar en nada, pienso.  Lo más difícil en esta vida es cortar la cadena del pensamiento, salirse de ella. Hay que entrenarse. A la terraza del Niza llega de pronto un viento fresco. Es hora de volver a casa,  me digo, a ver si  ambas partes hacen las paces.  Yo estaba viviendo con medio cerebro, escribe Casciari, y no me había dado cuenta.
(Publicado DN 2/9)

martes, agosto 26, 2014

Urra


El psicólogo Urra ha conmocionado el final de agosto con su sugerencia, luego matizada, de que los violadores y pederastas irrecuperables podrían ser invitados a suicidarse para evitar nuevas victimas. Puede que intentara agitar el debate, pero él mismo ha debido caer en cuenta que  esa  sugerencia traspasa el límite de la ley, que  sigue penando la inducción al suicidio.   Aquí no estamos ante un enfermo terminal que pide ayuda, sino ante alguien al que yo decido si tiene o no derecho a vivir. En la medicina, en la psicología en las terminales de la ciencia hay  siempre una pretensión de decirnos cual es la manera correcta, el protocolo previsto,  lo que favorece mi bienestar, lo que debo hacer, quiera o no verlo.  No se puede ser cómplice de un paciente o de un cliente que defiendo como abogado, pero no soy Dios, ni siquiera el dios laico de la razón, que sabe siempre lo que procede, para disponer de una vida.  Uno de los rasgos de un reincidente irrecuperable, lo dice también Urra,   es justamente la falta de culpa ante sus actos, por lo que esa invitación es probable que caiga en saco roto. En otro caso, si existe algo de culpa, si hay un atisbo de responsabilidad, tal vez no todo esté perdido.  Después de muchos años vemos a terroristas sanguinarios que reconocen el mal que hicieron, para el que estaban antes ciegos.  Esto no evita el problema que señala Urra,  el carácter irrecuperable de ciertos perversos, la imposibilidad de que todos nuestros bienintencionados dispositivos: la salud mental, la medicación, la rehabilitación carcelaria, la religión, etc. sirvan siempre. Es lo que hay. No todo, como a veces pensamos ingenuamente,  es culpa de la sociedad, la marginación  o la falta de recursos. No todo es posible curar. Existe la maldad, el deseo de hacer daño, el desprecio y la hostilidad en todos nosotros y en algunos fuera de todo freno. Como existe la ambición desmesurada,  la corrupción y la mentira social que quedan muchas veces impunes.  Detrás de las palabras de Urra está la necesidad de hacer algo, de no quedar desprotegidos, tal vez de  una mayor dureza –pero no pena de muerte-, en un mundo en que la brutalidad no cesa.  
(Publicado DN 25 agosto)

martes, agosto 19, 2014

Gente en sitios

Me recomendaron que fuera a ver “Gente en sitios”, una la película de Juan Cavestany que no tuvo, al parecer,  el éxito que se merecía y que ahora reponen en verano, y me encontré con un conjunto de historias mínimas, disparatadas algunas, bastante desiguales, que hablan del momento actual, de personajes de la gran ciudad, y ya hacia el final, en una de ellas,  reconocí de pronto a Monedero, el ideólogo de Podemos, hablando en un  taxi. La película,  según vi, era de 2013, anterior al bombazo de Podemos en la europeas, una premonición. La verdad es que Monedero lo hace muy bien, no desmerece de los actores que Cavestany logró convencer  para participar en este proyecto arriesgado y de bajo presupuesto (Marible Verdú, Alterio, Alberto San Juan, Santiago Segura y muchos más),  lo que confirma que en  un  profesor hay siempre algo de actor, una parte exhibicionista, un juego de seducción. Cavestany le deja hablar,  le saca jugo y  dice  que hasta los taxistas que le llevaban en el rodaje (no sabemos si quitaron la Cope) se lanzaron a discutir con  él. El alegato de Monedero le da un  aire político a la película, un tono documental. Tal vez “Gente en sitios” sea una película sobre la crisis, y hay sketches (el que lleva de aquí allá a alguien al que ha prometido trabajo, el parado que vende en los semáforos) que la retratan,  pero lo  que predomina  es la sensación de aislamiento, de imposibilidad,  de lo difícil que es ayudar a alguien,  de una especie de desmoronamiento. Desde el taxi, con sus gafas redondas y su aire infantil, Monedero habla de zombis y dice luego que el hombre es un animal que se ha hominizado pero no humanizado y que debemos sentir asco ante la injusticia. Recuerda al gran Zizek, pero sin tanto aspaviento. En realidad, es un  moralista. Alguien que tiene la pretensión de afearnos la conducta, de redimirnos de nuestros pecados aunque sea a nuestra costa. Quien iba a decir que este chico del taxi, al que no paran de poner a caldo, lanzándolo así al estrellato, iba a ser en estos tiempos confusos una especie de faro.
(Publicado Diario de Navarra 18 agosto)

martes, agosto 12, 2014

Fijarse

Como estaba de viaje, le compré una libreta a una mujer que intenta sufragarse un corto (así está el cine), apta para llevar en el bolsillo y con espiral arriba, como las que llevan los reporteros o los detectives en las películas, porque a pesar de tener muchas y de que ya tomo notas en el móvil, no pude resistirme. Con mi libreta paseo más tranquilo junto al mar, pue si se me ocurre alguna idea  no se me escapará. Miro alrededor. De reojo veo que los periódicos siguen hablando del Ébola y de Pujol.  Todo consiste en fijarse,   me dijo ayer  M., un escritor que no paraba de cambiarse las gafas de cerca y  de lejos para observarlo todo. Escribir es no conformarse con las apariencias. Escribir es fijarse. Al ir escribiendo,  además, es cuando uno descubre en realidad lo que piensa sobre las cosas, dijo.  He ahí una gran verdad. Aunque a veces escribiendo tampoco se concluye nada, salvo los que ya tienen la conclusión por adelantado. Ahora miro alrededor y pasa una mujer con un perrillo recién peinado. Con una dama con perrito escribió Chejov el famoso cuento que transcurre en un balneario. Todo está allí descrito con detalles asombrosos. En vez de fijarme, está claro, me voy por las ramas. Cierro los ojos y pienso que en realidad, fijarse, tiene dos sentidos diferentes. Hay que fijarse en las cosas pero también queremos fijar las cosas, hacerlas permanecer, intentar que no se las lleve la riada del tiempo. Una batalla perdida de antemano, pero que hay que librar. Eso es lo que está detrás del escribir, como lo está detrás de las fotos que no paramos de sacar, de los recuerdos que guardamos sobre el vajillero, de lo que ha sobrevivido en nuestra memoria. Miro al mar que ahora, como se ha nublado un poco, tiene un tono tornasolado. La gente pasea de un lado a  otro de la playa, y los jugadores de pala golpean una y otra vez las pelotas casi sin moverse.  Si uno no se fija bien, todos los veranos en la playa parecen un único verano sin final.
(Publicado DN 11 agosto)

lunes, agosto 11, 2014

Mascota

Cuando voy a casa me encuentro con J y su mujer  y un perro blanco, de grandes orejas, parecido aun zorro, muy fiero, que a duras penas contienen con la cadena pues ruge y va por mí. Es un bicho agresivo y desagradable, que da miedo. Mientras vamos andando se calma un poco. J  me cuenta que no logran que deje  de ladrar y que tiene la manía de atacar siempre a gente que va en bici. No entiendo que hace con un engorro así. Me dice que  es de su hijo, pero como tiene poco tiempo para ocuparse de él, lo hacen ellos casi siempre. Es incomprensible. Es como una muestra del poder que tienen los hijos y de lo fácil que nos ponemos a su servicio. Viendo babear al perro, que vuelve a gruñir,les digo que debería llevar al chucho a un psicólogo de perros. Es una broma, pero él  me dice que ya lo han hecho, que fueron donde un coach o entrenador que intentó corregir su comportamiento, sin gran éxito, como puede comprobarse. Cuando salimos por la puerta de la ciudadela aparece un mujer que viene a su encuentro, según ellos, “a pasear también al perro”. Veo que la mujer hace grandes fiestas al perro que vuelve a dar saltos tirando de la cadena, babeando.  Aprovecho para irme a paso ligero.

domingo, agosto 10, 2014

Mas

Parece que  en la pasada reunión entre Mas y Rajoy, el primero  le entregó un documento con una serie de “temas prioritarios”, en concreto 17 páginas de peticiones, entre ellas una lanzadera al aeropuerto de Barcelona, un corredor mediterráneo, el cuarto cinturón, etc., y unos  3.996 millones a cuenta de no se qué  disposición del Estatut. Además, el documento pide no aplicar en Cataluña la última ley (por el momento) de educación, la LOMCE, y  aumentar el déficit catalán del 0.7 al 1,7 en 2015. Todo esto es muy raro. Es como si una pareja que se cita para ver si pueden o no seguir juntos se pusieran a hacer planes para el futuro. Ha costado casi dos años que ambos  se encontraran, todos estamos en vilo ante una consulta en puertas y la posibilidad de una secesión,  y ahora llega con un portafolio de temas varios. No se sabe si primero hablaron del referéndum y luego del documento o si fue al revés.  Pensábamos que la  verdadera aspiración a Mas y compañía era crear otro país más pequeño, un país que por fuerza sería muy parecido al que dejan, pues de ninguno de nuestros males se libran allí, como se ha visto estos días,  pero entonces no se entiende cómo antes se puede pedir  una lanzadera, sea esto lo que sea, o una porrada de millones. Eso sería del género tonto, como pagar una comida a la que uno no va a asistir.  ¿Para que pedir que no se apliquen leyes o compromisos, si en noviembre me voy a liberar de todo  ello? ¿O es que si se atiende mis peticiones  se para todo? Seguro que en esos 17 folios hay cosas que se piden con razón, pero si se piden al estado, será porque se piensa seguir en él y asumiendo que los demás también tendrán su lista y algo que decir. Dicen que no se avanzó nada en la reunión,  pero lo cierto es que Mas salió distinto que otras veces, como si Pujol le hubiera contagiado algo de vergüenza. Hay algo que se ha venido abajo en el catalanismo, una caída de careta, un fiasco de lo que siempre se presentaba como digno y honesto, otro nivel. “Hablando se entiende la gente”,  es lo que ha dicho Mas  a la salida, que fue lo mismo que dijo el rey a Benach hace unos años, siempre lo mismo.
(Publicado DN 4 agosto)

martes, julio 29, 2014

Descartes

Compré para llevar a la playa una edición de bolsillo de “Los huesos de Descartes”,  un libro delicioso, ya de hace un tiempo,  en el que se investiga la desaparición de los huesos del filósofo, desde su entierro en Suecia, donde había acudido llamado por la reina Cristina, su traslado a Francia y su incierta suerte durante el periodo revolucionario y los años posteriores, cuando se descubre que falta el cráneo –una broma macabra para el inventor de la razón-  lo que el autor aprovecha para hacernos ver como surge el pensamiento crítico, a partir de esa  duda metódica cartesiana que conduce al rigor de la ciencia,  y la batalla que se libra en la actualidad entre la razón y los viejos y nuevos fundamentalismos, a la vista de que el triunfo de modernidad, que iba a ir liberando  a todos los pueblos de prejuicios y ataduras, no parece que  esté nada  claro. Un libro, pues, recomendable para el verano -ya que alguno me pide consejo- un refugio ante la galerna, la torrina y las deprimentes noticias de la tele, aunque llama  la atención  que en la contraportada se le catalogue de novela, y  se recomiende como un relato policíaco  fascinante, algo que es más que dudoso, pues no se trata para nada de una novela, aunque no sepamos muy bien que es tal cosa, ni mucho menos policíaca, pues no tiene nada de ficción. Se trata de un  reportaje filosófico, una hábil  introducción al pensamiento europeo y la modernidad. Puede que presentarlo  como relato  policiaco sea un reclamo comercial, pero también es algo que trae mucha cola: desde siempre preferimos las historias a los conceptos, la mayoría de las ideas y categorías que manejamos nos viene envueltas en narraciones -basta pensar en los evangelios-, nuestra propia vida no deja de ser un relato de un solo ejemplar,  lo narrativo nos puede, y dentro de él lo policíaco es hoy el género de mayor éxito. Esto, por cierto,  no deja de tener que ver con Descartes, no en vano nuestra cultura, tan cartesiana, requiere siempre pruebas para creer, busca respuestas por todas partes y para ello  sigue la pista como un detective,  en este caso a partir de unos viejos huesos.
(Publicado DN 28 julio)

lunes, julio 21, 2014

Manifiestos

Voy a comprar el pan, por la mañana, y por el pinganillo escucho la guerra de manifiestos ante la situación en Cataluña, y la próxima entrevista entre Mas y Rajoy, un encuentro casi en la tercera fase. Tenemos el manifiesto de la plataforma “Libres e iguales”, con Vargas Llosa, Savater, Redondo etc. por un lado, que denuncia que  el desafío secesionista está ganando por incomparecencia del contrario, y que hace falta un debate público sobre el fondo reaccionario del nacionalismo y sus consecuencias para la libertad y la igualdad de los ciudadanos y del otro, con Sartorius, Garzón,  Almudena Grandes etc, de corte, digamos,  federalista, que propone una nueva organización territorial donde Cataluña pueda sentirse cómoda, una especie de sofá nuevo donde hasta los independentistas se sientan sus anchas, lo que sería un momio.   Esto me recuerda a que hace poco leí con sorpresa que J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, había  aportado  un millón de libras a la campaña Better toghether, mejor juntos, que se opone a la separación de Escocia del Reino Unido.  En España es posible firmar manifiestos de todo tipo, incluso sin leerlos, pero no es concebible que alguien de un dinero para algo así por. Apostar a que el país siga unido frente a quienes quieren desmembrarlo, con los interrogantes y los riesgos que eso supone,  es desde luego una causa lícita y noble, pero a nadie aquí se le ocurre rascarse el bolsillo por ello. Eso siempre es cosa de otros, de los políticos y las instituciones, de quien sabe quién.  Puede que se trate del famoso pragmatismo anglosajón, que hace mucho tiempo separó los caminos de las Islas y del continente, pero lo cierto es que  nuestra cultura el compromiso público  nunca se ha entendido así.  Nuestra tradición es más bien la de un cierto incivismo, hasta el punto que involucrase en una causa, incluso firmar un manifiesto, es algo sospechoso. El incivismo, es decir, el desentenderse de los asuntos comunes, la convicción de que es mejor  pasar, no involucrarse, callar, es, junto con el particularismo, que quiere a  cada uno en su territorio y su excepción, nuestro rasgo diferencial. Better Together.

(Publicado DN 21-7)

martes, julio 15, 2014

Bill


El americano Bill Himan, al que vimos saludando desde la camilla tras recibir varias cornadas en el tercer encierro de este año, es  autor de un libro que explica “Cómo sobrevivir a los toros en sanfermines”, lo que generó bastantes comentarios e incluso chanzas en las redes sociales. Algo así como si un analista de bolsa se arruinará en el parqué. Bill es más joven, pero pertenece a ese grupo de  entusiastas de la fiesta de varios países, sobre todo americanos,  a los que este periódico nos mostró reunidos antes de sanfermines en la casa que uno de ellos, Noel Chandler, tiene en la Estafeta, con  el champán preparado para el día 6, en que iba a recibir ir a un montón de amigos. Noel y los demás son gente curtida,  con muchas historias que contar, que viven aquí y allá: un fotógrafo que trabaja en Israel,  un ejecutivo jubilado, un profesor de literatura en Paris, y  llevan muchos años viniendo a Pamplona, enganchados a una fiesta que les deslumbra.  Todos ellos tienen el aire de haber salido de una página de Hemingway, aunque no sean tan convincentes, no en vano la ficción es siempre más real que la realidad misma y los tiempos de Fiesta son remotos. Alguno de ellos  escribe también, creo, en el libro en que Bill explica, antes de acabar en camilla, cómo sobrevivir a los toros en Pamplona, algo que requiere cada vez más advertencias pues,  como reconocen  Chandler y compañía, ya es casi imposible correr en una carrera tan masificada.  Sin embargo,  sobrevivir es bastante sencillo, ya que en realidad basta con no aparecer por allí. Elegir entre dejarse arrastrar por la tradición, por el vértigo de jugársela y salir vivo, o desistir de todo eso,  sigue siendo el dilema. “Estar cerca de la muerte te hace ver la vida más bella”, es la idea que arrastra hasta aquí cada año a  Chandler y sus amigos, algo que resulta muy seductor, pero que me recuerda también a aquel personaje de Melville, el autor de Moby Dick, capaz de negarse con elegancia a casi todo. “Preferiría no hacerlo”, era su máxima.
(Publicado DN 14 julio)

lunes, julio 07, 2014

Día 7

Como cada día 7, el hombre se atará el pañuelo al cuello y saldrá muy temprano de casa, estremeciéndose por el relente de la madrugada, pasará rápido por el parque, sin mirar al muchacho que vomita  junto al árbol, esquivando a los bultos que duermen sobre la yerba, y con paso rápido alcanzará  la Plaza del Castillo repleta de los sonidos del amanecer y mientras las mangueras comienzan a sacar la costra del suelo, pisará un instante, con un escalofrío,  la calle por la que en un rato pasarán los toros y entrará rápido en la casa y una vez allí, a salvo, pasará nervioso el tiempo acodado sobre la barandilla del balcón, asombrado como siempre por el gentío que se agolpa allí abajo, luego entrará un rato dentro, escuchará en la tele el cántico de los corredores en la cuesta,  y enseguida volverá a salir reclamado por el grito de los vencejos que sobrevuelan la calle, la misma calle que en una foto premiada recuerda a una multitud bañándose en el Ganges, y que dentro de nada arderá aquí abajo, apenas se verán los toros entre la masa de quienes quieren tocarlos como para curarse de algo. Han abierto ya el cordón policial y los más adelantados esprintan entre pitos hacia  la plaza, llega el momento de la verdad: desde el balcón el hombre observa a los corredores apostados, sus saltos y estiramientos, sus  saludos  al volver a encontrarse tras un año, interrumpidos, de pronto, por el estampido del cohete, su reguero de humo suspendido en el aire, luego el segundo y de pronto todo se acelera, imposible retener tantas imágenes que desfilan por la retina,  todo ese  fragor que dará paso a un instante de extraño silencio, a un ballet mudo  junto a  un trote negro.  Ahora atienden a un muchacho rubio, pasa un manso retardado, todo vuelve poco a poco a su ser, el hombre entra de nuevo en la casa, aliviado, del fondo del largo pasillo viene un aroma de café reciente, los churros están sobre la mesa junto a un periódico que trae la crónica de un hombre que sale temprano de casa, como cada día 7, con el pañuelo al cuello,  estremeciéndose.
(Publicado DN 7-VII)

Sting

El cantante Sting, que ha cumplido 62 años, ha declarado que no piensa dejar ni un centavo en herencia a sus hijos. “Me lo voy a gastar todo”, ha dicho Sting, que tiene una fortuna de más de 300 millones de euros, multitud de casas repartidas por todo el mundo -con más de 100 personas de servicio- y la coartada de declararse de izquierdas, que también ayuda a sentirse bien. “Gasto mucho, pero doy de comer a mucha gente”, ha dicho, lo cual es un argumento cierto, aunque vale también para cualquier adicto al lujo.   Lo que no consiga gastarse en vida, que podría ser bastante, Sting lo va a dejar a varias ONG con las que colabora y no a sus hijos. “Ellos tienen que trabajar y salir adelante por sí mismos”, ha explicado. Tener la vida resuelta desde pequeño no anima a esforzarse, desvaloriza los proyectos que uno tiene y  no suele conducir a nada bueno. Nada tan triste como un hijo de papa con todo resuelto.  Puede que la idea de Sting no sea mala, y en el fondo responde  a la cultura anglosajona, tan distinta en esto a la nuestra. Allí,  lo que se espera es que un hijo se independice lo antes posible, y consiga salir adelante por su cuenta. El sistema universitario, además,  hace que pocos puedan estudiar en su ciudad y la movilidad se percibe como algo lógico.  Pese a los cambios enormes que dicen hemos sufrido, entre nosotros sucede todavía lo contrario, y seguimos respondiendo más bien al modelo latino, mucho más proteccionista: los jóvenes se eternizan en casa de los padres,  y aspiran a estudiar, encontrar trabajo y vivir para siempre en su propia ciudad, comprando  una casa si no la reciben en herencia. Tal cúmulo de expectativas se han venido abajo con la crisis, desde luego, pero este modelo sigue funcionando como un ideal, de tal forma que quien no lo logra es visto con cierta compasión, no como a alguien que pretende volar por su cuenta. Lo cierto es que, según leo, los hijos de Sting ya están trabajando y se valen por si mismos, varios de ellos, al parecer, en distintos grupos de rock,  un sector, por cierto, donde ser hijo de Sting debe servir de algo. 
(Publicado DN 30 junio)

miércoles, julio 02, 2014

Secesión



Matías Múgica ha participado en un  libro sobre la secesión de Euskadi : ("La secesión de España. Bases para un debate sobre el Pais Vasco”. Taurus 2014), coordinado por el siempre brillante Ruiz Soroa, quien propone tomar la palabra a los desafíos del nacionalismo y ponerles en el brete de tener que definirse de una vez, legislando la posibilidad de secesión mediante un proceso pactado, una pregunta clara y sin posibilidad de volver  a las andadas en al menos 20 años. El asunto es discutible, pero no  aquí, porque de momento prefiero referirme al ensayo que cierra el libro, donde Matías expone la situación lingüística que vivimos y auspicia lo que podría ocurrir en un futuro de independencia para el País Vasco. Nada bueno, concluye,  ni para los ciudadanos que estimen  su libertad, puesto que la coacción se intensificaría,  ni para el propio euskera, a quien la obsesión nacionalista  enfrenta a la sociedad abierta en una batalla difícil de librar. En el mejor de los caso, para Múgica, la independencia permitiría cambiar libertad por euskera y eso a costa de intensificar la intervención en la vida de los ciudadanos, más allá de lo que ya se ha hecho hasta la fecha, es decir, la cuasi eliminación  del español en la enseñanza pública, la discriminación para el acceso a los puestos en la administración, la red de limitaciones y premios que acompañan al uso de la lengua según convenga al poder; además de todo  eso, que ya se hace sin rubor, la independencia permitiría utilizar nuevos medios para salvar como fuera al euskera, lo que hace abrigar los peores presagios.

 Pero quizás lo mejor del trabajo de Múgica, lo que  aporte la diferencia con otros sobre el asunto, sea que  además de un examen  crítico de lo que la política lingüística supone en el ámbito social, externo, dedica su atención a los aspectos internos a la lengua podemos decir, desde su conversión en una especie de neolengua al ser trasplantada allí donde no se habla, y utilizada  en la escuela, donde ni profesores ni alumnos la tienen como lengua materna, como su explicación acerca de la  propia aptitud comunicativa de la lengua vasca, la eficacia y el interés que tiene, más allá de la presión o coacción publica, su uso por el hablante concreto.  Aquí habría que sumar  la impericia comunicativa del neohablante  -los ímprobos esfuerzos que advertimos en algunos- junto, y esto no se suele explicar,  las propias limitaciones del euskera como instrumento lingüístico, que afectan también a los hablantes más competentes. Citando, por si acaso,  a Iban Sarasola, señala que "el euskera no es todavía una lengua de cultura cómoda y a la hora de hablar de ciertos temas cuesta verdaderamente mucho trabajo" y que en  realidad, como se viene a quejar   algún vascoparlante, “en cuanto nos relajemos, podemos caemos en el feo vicio de hablar español”.

Este infradesarrollo de la lengua, cuyas causas llevarían lejos, tiene también, según denuncia Múgica,  relación directa con el narcisismo identitario de los nacionalistas, que ven en la lengua un icono y no un instrumento, y consideran más importante que  sirva para apelar a una diferencia con el vecino, a que sea útil. El propio nacionalismo no le hace favor al euskera, y en el pecado lleva la penitencia. Frente a la hipocresía reinante, la falta de valor para hablar claro, la insensibilidad con la que se deja hacer sin que muchos, celosos de cualquier injusticia, clamen contra esta,  el ensayo de Múgica es demoledor. En algún momento sus citas al pie despistan un poco pero a cambio -como todo excurso- tienen su aquel. Un ensayo magnífico dentro de un libro que no debiera pasar desapercibido.

miércoles, junio 25, 2014

El hijo del otro

Esta es una película en la que se intercambian por error dos niños justo después de nacer, uno palestino y otro israelí, de tal forma que  cada uno de ellos vive una vida distinta a la esperada, y solo mucho después, cuando uno va a entrar en el ejército, se descubre la verdad. El muchacho judío es en realidad palestino y el palestino,  judío. Todo esto no es sino una forma de subrayar lo arbitrario de nuestra identidad, su carácter intercambiable, lo frágil que puede ser  aquello que creemos más nuestro e irrenunciable. Cuando Joeph y Jacine descubren que no son lo que pensaban, que uno no es judío sino árabe y al revés, quedan en el aire, desconcertados, y esta confusión es una manera de desactivar el conflicto entre ambos, de relativizarlo, una enseñanza práctica de que por encima de cualquier cosa está  la condición humana. Todo somos en realidad de cualquier parte, del lugar al que otros nos trajeron sin preguntarnos,  de ningún sitio y de todos a la vez. Todos somos lo mismo. Es solo la historia, nuestras experiencias y decisiones –además de nuestra genética-  lo que nos hace. Cada uno de estos chicos está viviendo una vida que no le corresponde, la vida del otro, lo que es la mejor forma de ponerse en su lugar. Esto que ocurre con los individuos sucede también en los pueblos y las naciones, que siempre tienden a creerse poseedores de una identidad única, y se ven distintos a todos los demás. En España, por ejemplo, siempre ha abundado la idea de ser un  país aparte, singular, diferente a todos –y lo mismo cabe decir ahora de sus autonomías- cuando no es así, y no hay nada diferente, como tener una lengua propia por ejemplo, que no podamos encontrar en cualquier parte como hecho diferencial. Tal vez la  tendencia a sentirse muy distinto sea justo el rasgo más común de todos los pueblos, porque ser como los demás es en el fondo  una herida narcisista. La identidad colectiva, como la de los individuos,  es  el fruto de la historia, de los avatares del tiempo, algo que se sigue haciendo, que puede cambiase. La auténtica identidad es algo siempre provisional y depende –lo que nos inquieta- de nosotros mismos.
(Publicado DN 23 junio)