martes, noviembre 25, 2014

Larun

Subida a Larun desde Sara. El día es caluroso para noviembre, con bruma y bochorno que desdibuja el paisaje. Los helechos están secos del cálido verano, y un otoño que no ha traído lluvia apenas. Por el camino alguien ha recogido ya las castañas caídas. Un padre con dos hijos pequeños y con boina está parado a media ladera, respirando. Mas arriba  avanza una fila de gente con banderas desplegadas: varias ikurriñas, una de Navarra. Sobre el fondo verde, junto a la arista de roca, la comitiva asciende en fila con las banderas al viento.  Siento un escalofrío. Boinas y enseñas en el monte. Echarse al monte. Desde arriba se ve siempre un mundo falso, miniaturizado,  con sus prados y caseríos bien ordenados, sin gente real, sin conflicto. Un país de mentira. A ras de tierra todo es más feo. Lo sagrado es a lo que uno entrega su vida, lo que le da sentido. Durante un rato el grupo va por delante, luego los pierdo de vista, pero cuando salgo de nuevo al camino más arriba, los veo por debajo, en un pequeño prado, reunidos. Con las piedras que han recogido han escrito en el suelo una consigna: euskal presoak etxera. Desde arriba les saco una foto con el móvil. Pienso en alguien que no supiera nada de esto, un coreano que llegase aquí –si fuera capaz de no perderse por la indicaciones de tráfico- alguien de Saskatchewan, que pensaría al contarle que estos bravos muchachos claman en el monte por que salgan a la calle presos que han matado por una abstracción a gente real. Arriba hay bruma y se ve a lo lejos San Juan de Luz, Hendaya y los feos bloques que se construyeron en la playa de Fuenterrabía. Junto a  la cima hay un monolito con un águila imperial que cuenta que a la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III -una época de cartón piedra que nadie recuerda- le gustaba venir hasta estas alturas  y ver el paisaje, los prados, los rebaños de ovejas, al fondo el mar. 

lunes, noviembre 24, 2014

Tercera vía

Los intentos para lograr un acuerdo entre UPyD y Ciudadanos, con el fin de ir juntos a las elecciones y presentar una oferta común y más atractiva, una “tercera vía” frente a los dos grandes partidos y el ascenso –más bien terremoto- de Podemos,  parece que no han prosperado, más bien han terminado con un sonoro portazo donde ambas partes se acusan de no querer en realidad el acuerdo y de actuar para la galería. Más que un intento real de acercamiento, parece una cuidada escenificación para que ambos puedan decir que la culpa es del otro. Tanto UPyD como Ciudadanos nacieron como respuesta  frente a la vieja política: la  de los dos partidos dominantes convertidos en maquinas de poder y desgastados por las experiencias de gobierno  y la corrupción. Frente a esa vieja política, que es una distinción que Ortega ya hizo hace ahora 100 años, en su famoso discurso del teatro de la Comedia,  llegaba el momento de esta nueva política de la mano de dos formaciones nuevas, limpias de polvo y paja, forjadas en  la resistencia política en el País Vaco y Cataluña,   una  alternativa de regeneración, modernidad y autoestima nacional. Sin embargo esta propuesta no ha cuajado, sino que ese espacio  ha sido ocupado por Podemos, ese “todo a cien” de la política, como lo ha bautizado alguien, que les ha adelantado por la izquierda como una exhalación.  El partido de Iglesias  resulta mucho más atractivo en estos momentos como arma arrojadiza frente a la vieja política, que las sutilezas y la marcha lenta de esta tercera vía,  que no es vista como alternativa suficientemente justiciera.  Hemos venido para cambiar la política, le oí hace tiempo a Irene Lozano, dirigente de UPyD, intelectual eminente, pero ha pasado el tiempo y parece que al final es la política la que termina cambiando al que llega a ella, aunque  sea cargado de buenas intenciones. La despedida de Sosa Wagner, harto de las maneras mostradas por la dirección de  UPyD ante sus discrepancias, fue un aviso.  Que  ahora dos partidos tan parecidos en sus programas y objetivos, sean incapaces de sumar, cuando resultaría tan necesario,  suena mucho a política de la vieja.
(Publicado DN 24-XI)

lunes, noviembre 17, 2014

Asombro


Matías Múgica ha compilado en un libro que publica el Gobierno de Navarra, bajo el título “Con letra aguda y fina”, textos de Julio Cario Baroja sobre Navarra, entresacados de lo mucho que escribió; un libro que quiere ser, desde luego,  un  homenaje al sobrino de don Pío en el centenario de su nacimiento, un recuerdo  de aquel hombre con pajarita y voz de pájaro que fue un sabio anticuado, solterón, testigo de un mundo que desaparecía, tan aplaudido al final de su vida como  incómodo para todo el mundo, pues era una autoridad en todo y también en lo que se refiere a lo vasco, pero sin gozar de las simpatías del nacionalismo, siempre más dispuesto a la leyenda que a la complejidad de los  hechos,   y sin resultar tampoco  amable  a ninguna de las corrientes políticas del país, pues era en realidad un liberal acérrimo, es decir, un hombre que no está dispuesto vender su libertad por nada, al contrario de lo que vemos ahora todos los días, una rareza en una tierra donde ha habido de todo, salvo quizás un liberalismo relevante. En la presentación del libro se ha destacado el asombro de Julio Caro hacia Navarra, una palabra, asombro, que hay que explicar, pues su asombro no es por alguna gesta extraordinaria o una singularidad especial, sino tan solo ante el hecho de que Navarra exista y haya existido tanto tiempo,  hasta el punto que para él,  según dejó escrito, resulta un enigma histórico la pervivencia de  una comunidad -un pequeño estado en tiempos- que  no tenía unidad de lengua, ni de raza, ni de cultura, ni siquiera unidad de paisaje, sino a lo mas una cierta unidad histórica,  algunas instituciones y leyes que han logrado perdurar. Nada más, dice Caro, y nada menos. Por eso, según subrayó Múgica en la presentación, Navarra es una nación contra natura, que es una expresión fuerte pero muy gráfica, que indica que no estamos condenados a la naturaleza, a lo que nos es dado, que no estamos determinados a un destino ya escrito, sino que el logro consiste  en ser capaces de vivir en común siendo diferentes.  Poder ser  ciudadanos de uno en uno, y cada uno a su manera, eso es lo asombroso.
(Publicado DN 17/11) 

lunes, noviembre 10, 2014

Hoja


Todos los años escribo un artículo de otoño, como escribo uno de san Fermín, pero este año el otoño no llegaba,  ni palidecía la luz, ni se humedecía la tierra, ni se propagaban  sus olores a castaña asada, a seta, a humo de hoguera,  ni parecía caer la hoja, por supuesto (todo esto era antes de este frío recién llegado) y no lo lograba, hasta que un día en el monte, junto a un bosquecillo, vi a una pareja paseando con un niño y el viento movió de pronto las hayas del camino de donde  cayeron varias hojas, y allí fue el niño, deprisa,  tomó una del suelo y dijo: esta hoja acaba de caer, sorprendido, alegre, como si esa hoja recién caída fuera un prodigio, algo que había sucedido por primera vez y  que nadie había notado; hace falta ser niño para asombrarse de algo así, tal vez solo un poeta pueda equipararse, y en  ese momento pensé en Basho, el famoso autor de Haikus,  esos poemas breves que suelen fijarse en esas cosas: las flores del cerezo, el reflejo del agua, las huellas en la nieve, el sonido de un sapo;  cosas cotidianas que suelen pasar  desapercibidas, darse por supuestas; poemas que se fijan en el puro estar,  en ver la cosa sin juzgar ni buscar moraleja ni trama alguna, simplemente para fijar el puro instante y desprenderse de todo juicio y todo saber, como si fuerael mirar de  un niño que es un sabio y no lo sabe, y entonces recordé también  la  historia de un hombre cuyo hijo murió y el hombre escribió sus recuerdos,  contó cómo llevaba a su hijo de la mano por las calles de la  ciudad, las cosas que el niño le señalaba, lo que le inquietaba  y lo que le sorprendía, y aquel hombre escribió que nunca llevamos  a un niño de la mano, sino que siempre es él quien nos lleva, y aunque nosotros creemos tener el control, es él el que nos conduce y nos tiene a su merced, el que tiene el mando;  quien ha sido padre  lo sabe, toda nuestra dicha  está confiada a él.  Cayó por fin la primera hoja del otoño y el niño la vio, y tras ella fueron todas las demás,  como una lluvia fina que trae la nueva estación,  cuando   el día se acorta y camina deprisa hacia los colores de la noche.
(Publicado Diario Navarra 10/XI)



lunes, noviembre 03, 2014

Trías

La Unión de Bancos Suizos, entidad en la que según El Mundo el alcalde de Barcelona, el convergente Xavier Trías, tenía una cuenta con 1,4 millones de euros ha certificado que el susodicho  nunca ha tenido cuenta bancaria en ese banco. El periodo de conservación de datos es de diez años. Ya desde que apareció la noticia, Xavier Trías reaccionó de forma fulminante y anunció una querella, explicando a quien quisiera oírle que nunca había tenido dinero fuera de España y que la información no era cierta. No era el mejor momento, desde luego, para andarse con desmentidos y sutilezas, en una semana en que a los descubrimientos de las cuentas y manejos de Oleguer Pujol, se sumaba en Madrid la  operación púnica y el descrédito de la clase política alcanzaba su cota máxima. Sin embargo, para quien estuviera atento, había datos que hacían sospechar que la protesta de Trías podría estar justificada. Javier Chicote, periodista del ABC  que investiga asuntos de corrupción, escribió que tenía hace tiempo informes sobre la supuesta cuenta de Trías, pero que no los publicó porque  no estaba seguro.  Desde Cataluña, por otra parte, se acusó al propio ministerio del interior de haber filtrado la noticia,  como un intento de neutralizar el proceso secesionista catalán, que cada día escribe un capítulo más confuso.  Mientras la semana pasada Trías intentaba demostrar su inocencia, iban desfilando ante el juez los implicados en la trama púnica, seis de los cuales salieron libres sin cargos, lo que apenas encontró eco en los medios. Sería ridículo negar la trascendencia de la corrupción, pero esta barra libre contra los políticos que lleva a  condenarlos siempre y por adelantado es muy peligrosa. Lo peor del comunismo, dijo alguien, es lo que viene después. Lo que trae después la corrupción puede que también lo sea. Estos días se recuerda con razón los paralelismos de nuestra situación con la italiana en los años 90, cuando la actuación judicial contra los políticos corruptos, la tangentópolis, hundió a los grandes partidos sin que existiese una alternativa y produjo una frustración que trajo a Berlusconi para mucho tiempo. Que miedo da todo.
(Publicado Diario Navarra 3/XI/2014)

lunes, octubre 27, 2014

Nigeriano

Un nigeriano, cuyo nombre no ha trascendido, murió hace pocos días en Barajas tras permanecer 50 minutos en el suelo de la T1 sin ser atendido. Había llegado en un vuelo de Turquía, al filo de las cinco de la tarde, y tras pasar la aduana se desplomó con convulsiones, sin que nadie le auxiliase, al existir sospechas de  que podía tratarse de Ébola. El hombre, que en realidad viajaba con dos bolas de cocaína en el estómago, tuvo la mala suerte de que la carga le reventara en el peor momento, cuando la preocupación por el virus, el miedo a los viajeros de África y el germen del pánico estaban en su momento álgido. En el hospital Carlos III,  a esas horas, Teresa Romero luchaba contra la infección y los pasajeros de Barajas miraban al hombre caído conteniendo el aliento.  La policía informó a los sanitarios del aeropuerto de la situación,  pero éstos no se decidieron a intervenir hasta tanto se aclarase la procedencia y el itinerario del paciente y alertaron  a la autoridad sanitaria, quien puso en marcha el protocolo previsto, el cual demoró los mencionados 50 minutos en los que el hombre se fue intoxicando con el caro veneno que llevaba en su vientre. En estos casos, según los expertos, la única solución es la cirugía inmediata. A su llegada,  el equipo médico  constató el estado crítico del hombre, y también que sus síntomas  no eran en ningún caso de ébola, y lo trasladaron a un centro hospitalario, algo que  también resultó accidentado, al  no entrar  la camilla en el ascensor, lo que hizo perder unos  minutos preciosos. Puede decirse que la fatalidad acompañó a  este nigeriano anónimo, quizás una metáfora de nuestro mundo complejo y disparatado, quien, a tenor de los datos que iba obteniendo la policía, vivía con su mujer en Alcalá de Henares, y hacía más de 4 años que no volvía su país. Había ido en los días anteriores a Estambul, sin duda para emplearse como bolero o mula y volvió para morir en Madrid ese día a las 18.55 horas, según confirmó el parte médico. El sindicato USO, que al parecer todavía existe,    ha pedido explicaciones a AENA, compañía estatal que proyecta salir a bolsa esta misma semana.
(Publicado DN 27/10)

lunes, octubre 20, 2014

Planeta

El escritor mexicano Jorge Zepeda, de larga trayectoria periodística, ha ganado el premio Planeta con una novela sobre mafias  internacionales y asuntos turbios, donde una mujer bellísima es captada para una red de prostitución y llevada a Marbella. Su belleza es su condena, ha dicho con acierto Zepeda, explicando que se inspiró en una mujer venezolana que conoció, pero que el libro en realidad  quiere retratar un mundo de corrupción y poder, donde lo principal es enriquecerse como sea, un mundo dominado por las multinacionales y el capitalismo salvaje. Todo esto de los grandes poderes podridos de dinero, los manejos de las corporaciones y  la mafia de la prostitución es muy excitante, pero parece más de lo mismo, lo que las películas y las series nos cuentan una y otra vez y que consumimos sin inmutarnos, hasta el punto que  los personajes que mejor nos caen suelen ser los malos. Es difícil, además,  que una novela  gane a lo que la  realidad nos ofrece de por sí. La auténtica novela de hoy es la fría relación de gastos de las tarjetas opacas, la peripecia de un chico que quiere inmolarse en Siria, la doblez de los discursos moralizantes de quien descubrimos al final que era un corrupto, como en el desenlace de una novela negra, los enredos del Ébola con sus trajes de astronauta y las airadas movilizaciones por la suerte de un perro, cada cual puede elegir lo que quiera. Es difícil que la ficción haga la competencia a todo esto.  Esta vez no han dado el Planeta a una novela histórica,  sino a un relato de delincuentes  de cuello blanco  que secuestran a una mujer hermosa, como si fueran la bella y la bestia,  un libro que pretende retratar a un mundo sin alma. En la cena del premio estaban el presidente Mas y el editor Lara, un empresario contrario a la independencia,  vigilándose de reojo, como dos futbolistas y eso era tan importante como el fallo. Estamos continuamente rodeados de historias, confundidos y sepultados por ellas, y el libro que hay que escribir tal vez debería buscar en otra parte.  Hoy lo más urgente  es lograr un poco de silencio.
(Publicado DN 19-X)

viernes, octubre 17, 2014

Taxi

Llovía mucho cuando llegué a Madrid, y el taxista iba echando pestes en voz baja avanzando a duras penas por  la calle atestada, así que, por hacer un chiste  le dije que tanta agua iba a terminar con el ébola, pero él puso cara de no entender, o de que sobre aquello no se podían hacer bromas, como si la red no estuviera ya llena de choteo y humor negro, así que desistí de explicar nada más, no le conté por ejemplo, que hace años, con motivo de otro virus que también iba acabar con el mundo, el ministro de entonces dijo que ese virus era un bichito muy pequeño que si se caía se mataba. Luego vinieron las vacas locas, tampoco le conté, cuando incluso amenazaron con prohibir el chuletón. Para que hablar de la gripe A, que contagió a casi todo el mundo de miedo. A la altura del museo del Prado la cortina de agua y el vaho de los cristales no dejaban ver los grandes cedros de la fachada,  y en la radio que el taxista había encendido como un parapeto para no oírme, sospeché, seguían hablando de los trajes de aislamiento, los fallos del protocolo y el sacrificio de Excalibur, el perro que ha ido al cielo puro y aburrido de los perros, y alguien citó riéndose a Pérez Reverte, que había escrito en su twitter que mejor sería poner  en observación al perro  y sacrificar a la ministra, que es una frase con muy mala leche pero que al menos no contiene ningún taco. Por si acaso miré en el espejo retrovisor la cara del taxista que no se inmutó. Siguió así, protestando algo en voz baja, mientras en la radio hablaban de las tarjetas de Caja Madrid,  y de lo que habían gastado cada consejero,  incluido Virgilio Zapatero, que  compró con ella un montón de libros, lo que podría ser una  atenuante, y luego de Fernández Villa, el histórico líder sindical asturiano que regularizó dinero negro en la última amnistía fiscal.  Jamás lo hubiera creído, se lamentó un tertuliano. El taxi volvió a detenerse y de reojo miré el taxímetro sumando. Todo se desmorona, dijo entonces el taxista con voz grave, como si fuera un oráculo. Sentí una especie de escalofrío y aunque no habíamos llegado a Colón y llovía más que nunca, le dije que me bajaba allí mismo.
(Publicado DN 13 octubre)

martes, octubre 07, 2014

Bus

Iba  en bus hacia el trabajo, cuando escuché por el pinganillo de la radio que los directivos y consejeros de Caja Madrid se habían fundido en 8 años 15 millones de  euros con unas tarjetas opacas, y de pronto noté que la noticia resultaba incomprensible en aquel autobús, ninguno de los que iban en él -es uno  que va por la avenida de Zaragoza, cada día se ve mas o menos la misma gente: mujeres que van a trabajar en casas, chicos que van a clase, un anciano demasiado abrigado, una mujer negra con un niño de pelo rizado- ninguno de ellos, digo,  podía hacerse cargo de esa cantidad, unos  2.400 millones de pesetas, un dineral que sumar, por lo visto,   a lo que toda esta gente ya recibía como sueldos y dietas, una propina que no pedía explicaciones.  Ahora es cuando vamos viendo lo que fueron aquellos años dorados, un momio para muchos, pero  lo malo es cuando lo vemos desde dentro de un autobús que  atraviesa un barrio como este y como tantos,   donde  hay bares latinos, alguna mujer  con velo, gente también de toda la vida,  pero sobre todo hay locales  desde los que se puede enviar dinero  a la familia en Quito, en Rumania, en Camerún; agencias cuya comisión es más pequeña que la de los bancos y aquí eso cuenta. Detrás de cada euro enviado  hay una cálculo cuidadoso,  una renuncia, y quienes recargan allí  mismo el móvil y la tarjeta para el bus tienen una historia detrás;  quien quiera encontrar material puede venir por aquí y empezar a hablar, preguntara a la gente cómo va la cosa, o qué harían, por ejemplo, con una de esas tarjetas sin límite, seguramente no entenderían la pregunta o a qué viene, eso no pasa, sencillamente.  En el periódico, a veces,   aparece la   noticia de que han  condenado a alguien por quedarse 2.000 euros, otro ha tratado de estafar burdamente un anciano, aquel sisaba a su jefe, nadie es totalmente inocente,  pero hay otras cosas que ya no es posible entender, cantidades obscenas, chorros de dinero que ahora salen cuando escarbamos un poco,  cosas a las que nadie ponía pegas y de las que todos  se aprovechaban sin inmutarse. 
(Publicado DN 6-X)

lunes, septiembre 29, 2014

DEPARDIEU


El actor Gerard Depardieu, quien se hizo ruso no hace mucho para evitar pagar el 80% al fisco, ha confesado que hay días en que, si empieza,  se termina bebiendo  14 botellas. A eso de las 10 de la mañana, cuenta, abre una botella de champán y otra de vino, y otras más en la comida que culmina con ese licor tan francés que da pampurrias, el pastis. Luego vuelve al champán, enlaza con vodka etc. Depardieu es de ese género de  los de “si empiezo no paro” que suele ser la otra cara de los que se contienen casi siempre a duras penas,  pero  niega que todo ese exceso le emborrache de veras, tan solo  le deja un poco achispado, lo suficiente para  encontrase alegre, que es lo que busca. Si tras la siesta tiene resaca, le basta, dice,  un sorbo de clarete.  Depardieu es un hombre descomunal, excesivo,  un Pantagruel, y su cara de Cyrano nos viene a la memoria enseguida. Uno de sus  últimos personajes, por cierto, ha sido el insaciable Strauss Kahn, alguien para quien tampoco nada era suficiente. La confesión de Depardieu ha salido en todas partes, pues esta forma de admitir algo que  cualquiera mantendría oculto, esta contabilidad del goce -que es la cuenta que nos culpabiliza- le da  cierta aura, lo hace más autentico.  Así son las cosas, parece decir, no pienso esconderme. Pero, ¿por qué bebe tanto este hombre? nos preguntamos. Su respuesta es otra sorpresa: bebo para  no aburrirme, dice. ¿Así que  este gordo lleno de dinero y fama, pensarán muchos, este hombre que lo tiene todo,  podrido de dinero, rodeado de mujeres, halagado en todas partes, tiene que beber como un cosaco (la comparación procede)  para animarse? El mundo es extraño. No parece que nadie se conforme nunca. Incluso podemos pensar  que quien más cosas tiene a su disposición, más pronto se hastía, como si el deseo se acabara. Como si el propio exceso fuera una confesión de que nada basta y que la dicha está en otra parte.  La vida es aburrida para  Depardieu,  y no sabemos si sentir compasión o llamarle blasfemo.  Bebo mucho, pero no pienso morirme todavía, ha aclarado,  y se ha ido a empinar tranquilamente el codo. 
(Publicado DN 29/9)

martes, septiembre 23, 2014

Take five

Como sigue haciendo buen tiempo bajo al parque y me siento en un banco a ver pasar  la gente. Un grupo de cinco hombres mayores avanza renqueante sobre la hierba, con las manos cruzadas a la espalda, hablando entre ellos. Como llevo los auriculares puestos y estoy escuchando una versión magnífica de “Take five”, de Desmond, un clásico del jazz, no les oigo. Uno de ellos se parece mucho al papa Francisco, otro a un dependiente de una tienda que quebró. Dos no me suenan. El más joven cuenta algo al resto en corro, que ríe.  Todos  parecen haberse puesto de acuerdo en la camisa de manga corta y la chaqueta al hombro. Ahí van los cinco de nuevo, take five.  A veces se juntan y se separan, como electrones en torno del núcleo y cuando algún corredor les adelanta lo miran con envidia. A cierta edad, observo, se anda  como si no hubiera ya rumbo: un rato hacia delante, otro hacia atrás, morosamente, con la sensación de que nadie espera y el tiempo ha desparecido. Se es libre por fin, pero un poco tarde. Podrían se viudos, si no fuera porque a diferencia de ellas, los viudos suelen serlo de uno en uno.  A alguno de estos hombres los he visto  algún mediodía, cuando vuelvo a casa, me digo.  A veces se sientan apretados en un banco y hacen comentarios sobre la gente que va apareciendo, como si apostaran.  Ahora señalan el cielo donde acaba de apuntar una luna como una percha en que podrían colgar la chaqueta. Hace nada era redonda, naranja, recuerdo, parecía de mentira. Cuando hay plenilunio se siente algo inquietante. Hawking, que está por aquí, ha anunciado algo sobre el bosón de Higgs, creo que el fin del universo. Si se manipula esta partícula a cierta velocidad todo el universo podría desintegrase. Llegaría el final. En cierto modo para este grupo ha acertado, pues para ellos el fin del mundo no está tan lejos. Los hombres miran ahora un punto, como si fuera aparecer algo, puede que el famoso bosón en forma de resplandor.  Uno pone la mano como visera, y todos quedan de pronto callados. Es simplemente el sol que insiste en ponerse, como cualquier día. Hay un largo minuto en que todos lo miran, absortos, hasta que se hace tarde.
(Publicado DN 22 septiembre)

domingo, septiembre 21, 2014

Monterroso

He leido -releido- mucho a Monterrosos esta temporada, casi todo lo que ha escrito. Puede que sea la lectura más distante de Handke, pero capaz de medirse con ella. Le dije a R este verano que había caido en cuenta de que "Obras completas" era un cuento formidable (tal vez por ser un cuento que me vino bien). R.,  que está preparando una charla con los 10 mejores relatos del siglo, me contestó que Monteroso era una de sus debilidades,  pero que no se atrevía a incluirlo en su canon de los 10 mejores cuentos. Monterroso es un escritor aplastado por uno de sus cuentos, el del dinosaurio, que uno se encuentra por doquier. Además es precursos de ese género que cuaquiera se ve en condiciones de ejercer, el microrrelato, y eso tampoco le ha hecho bien.
En you tube encontré una enttrervista que Sanchez Dragó le hizo hace tiempo en tele Madrid. Monterrosos-Tito- aparece como un hombre pequeñito, regordete, con grandes de gafas de pasta. Sus respuestas son escuetas, nada pretenciosas. Comienzan hablando de su estaura. "Desde pequeño he sido pequeño", dice con sorna Monterrososo. Luego hablan de su juventud en Guatemala de la que tuvo que huir por su oposición al dictador del momento, Ubico. "No me ubico", dice que pintó en una pared. Monterroso es un escritor autodidacta, que nunca pisó la universidad. Cuando de joven salía de su trabajo en una panadería, cuenta, se acercaba todos los días a la biblioteca nacional. Allí leyó a los clasicos latinos, dice, a Horacio, a Virgilio, a  los fabulistas.
"Como era una biblioteca muy pobre -dice- solo había libros buenos."

sábado, septiembre 20, 2014

El chino del dolor

En "El chino del dolor", de Handke, el protagonista es un profesor de lenguas muertas que apenas cuenta que ha chocado en la calle con alguien, y que lee al final del día las "Georgicas" deVirgilio.
"Los versos de las Geórgicas me vuelven a retrasar el tiempo o le dan otro sentido".
(Esa sensación al leer, pienso, de quedar suspendido, de no tiempo). 
Mas adelante señala que se ha dicho que Virgilio dio a luz sus versos "al igual que una osa pariendo" con el mismo esfuerzo de "relamer" a fin de darle su forma de existencia a la camada.
Hacer existir, reflejar la realidad de las cosas. Estimular en el lector, dice,   "la existencia de todo lo cantado".
"¿Acaso no llegan en este instante en cualquier lugar las cabras "traspasando a duras penas el umbral con sus pesadas ubres?"

jueves, septiembre 18, 2014

Cuando el centenario de Albéniz



Salí de madrugada de una fiesta, junto al río, y me llevé de regalo un melón de Villaconejos al que nadie había hincado el diente. La noche era cálida y luminosa, como si no fuera de Pamplona, y la luz de la luna se reflejaba sobre el melón y brillaba en sus recovecos de piel de sapo, y palpando esa fruta prodigiosa  fui recorriendo con los dedos todos los lugares de este verano: la noche de San Pedro,  la víspera de San Fermín, el hipnótico mar y  las dilatas tardes de la playa, la visión de un plato de gambas, el largo trago del gazpacho, la explosión del día de la Virgen, donde el país es una fiesta de toros y moscas, los luminosos días de septiembre, cuando todo vuelve a empezar.  Al entrar al coche dejé el melón en el asiento, y puse la radio y de pronto escuché la  inconfundible música de Albeniz, de quien se cumplen ahora  100 años de su muerte.  Albeniz era de Gerona, y fue un niño prodigio, y un incomprendido. Siempre se quejó del país, de su desidia, de la fría acogida de sus obras. España vive “en una petulante ignorancia” escribió en 1899. El pintor Ramón Casas le hizo un retrato  con sombrero hongo, barba y chaleco,  el paraguas colgante. Un señor que recuerda a Baroja y que nos trae el tiempo del Paris de los impresionistas, de Sorolla y Gutiérrez Solana, de los músicos Ravel o Debussy, sus contemporáneos, con los que  su  obra  se mide sin rubor.   Si Albéniz fuera francés, se dice, su  centenario sería fastuoso. No es el caso. España todavía tiene algo  de aquel país lleno de desidia e ignorancia, cruel y mal avenido, como si el tiempo le diera la razón al músico. Un país donde el verano es muy largo y los melones muy jugosos y los políticos muy hiperbólicos.  Estoy muy decepcionado con nuestra tierra y creo que será muy dificultoso volver, escribió Albeniz en Cambó Les Bains,  antes de morir.  Sobre la mesa de la cocina está el melón del verano por abrir, y al acercar la oreja se oye a lo lejos el mar, como si fuera una caracola.  

lunes, septiembre 15, 2014

Fandango

He visto que en la reunión que la plataforma “Libres e iguales” hizo en Madrid el 11S, mientras en Barcelona una marea humana, como suele decirse,    ocupaba la calle y hacía una gran V de la victoria, Boadella, encargado de la puesta en escena en Madrid, dispuso un piano en el escenario del Bellas Artes, y allí el músico Borja Mariño interpretó música española de Granados, Albéniz, Soler y  Amadeo Vives, que son todos ellos, aunque alguno no lo sospeche,  músicos catalanes, compositores de distintas épocas y estilos, todos ellos de primera fila, posiblemente el padre Soler el mayor músico español y Albéniz alguien al que es difícil no haber escuchado, y sus obras, las que se oyeron en el teatro en el acto de esta diada “a la  Boadella”,  para mas inri, se titulaban Fandango, Danza española, Granada y Dª. Francisquita, música española por los cuatro costados, lo que habla, tal vez mejor que todos los argumentos que se expusieron en el teatro, de todas esas razones con las que a veces parece que se predica en el desierto: la certeza de que lo que vaya a ocurrir en  Cataluña nos afecta a todos y debe ser decidido por todos, la convicción de que la paz civil y la convivencia son valores frágiles, costosamente alcanzados,  que no podemos tirar por la borda; más allá de todas esas razones  que enseguida decaen ante el fragor de las emociones, y el hondo sentimentalismo de la calle y las banderas desplegadas, mas allá de toda esa letra, podemos decir, se pudo escuchar simplemente la música en el piano, la que amansa a la fieras, el fandango, la danza española y la zarzuela, el programa que se le ocurrió a  Boadella, experto en poner el dedo en la llaga, como ya hizo al anticipar hace años en Ubu President la catadura moral de Pujol, y luego  la deriva política de sus herederos, esos que no sabemos adónde nos llevan,  así que frente a los discursos y las palabras gastadas, Boadella ha sacado a escena un  pianista y le ha hecho  tocar  una música  cuyo mensaje entiende todo el mundo, y que desentona más que nunca con la melodía que se oye en Cataluña cada vez más fuerte y  estridente.
(Publicado Diario de Navarra 15/9)

martes, septiembre 09, 2014

Politica

La lección más importante para un político es ésta: demuestra que realmente deseas la victoria. Si no es así, se va a notar y la gente no va apoyarte. Es parte de los consejos –es ahora momento-  que lanza Michel Ignatieff, un importante pensador político que, contra toda cautela, aceptó la propuesta de lanzarse a la piscina y cambió las aulas de Harvard por la lucha por la nominación como candidato del partido liberal de Canadá.  Ignatieff cuenta en su libro “Fuego y ceniza” como aceptó probar la política de verdad,  algo que solo había visto desde la barrera, y que es lo que se encontró: un mundo frenético, sin vida privada; una mezcla de vértigo y vanidad en que debes cuidar lo que haces y dices, donde serás mal entendido y peor juzgado, y donde nunca debes perderte en explicaciones ni mucho menos quejarte sino encajar y pasar a la ofensiva y donde  si eres muy afortunado, al final conseguirás vengarte. La política, para Ignatieff, es una mezcla de voluntad y suerte, y requiere una fortaleza, un tesón y una habilidad especial, que hay quien tiene y quién no.   Lo principal  del político es el manejo del tiempo,  el adaptarse  a sus cambios continuos e impredecibles y sacarles  partido. Lejos de sutilezas  académicas, aquí hay que decidir ya, a veces casi sin información sobre cosas que afectan  a miles, y tener el olfato  para  saber si el tiempo de una determinada idea ha llegado o no. Por lo demás, tener buenas propuestas está muy bien pero, como comprobó Ignatieff, el contrario puede desbaratarlo todo si logra llevar las cosas a otra parte. En su caso, por ejemplo, al sembrar la duda sobre su idoneidad  por haber vivido muchos años fuera,  en EEUU.  Puede que sea injusto, pero es política.  Algo  que no se puede hacer sin ideas,  pero para lo que ellas solas no sirven. Al dejar de contemplar la política desde fuera y  bajar a la arena,  probó la medicina que antes impartía y se convirtió en alguien distinto, en el fondo más comprensivo.  Su conclusión es de un gran respeto por  la política democrática, esa cenicienta, de su gran dificultad y del valor que requiere.
(Publicado DN 8 septiembre).

miércoles, septiembre 03, 2014

Bloqueo


Tengo bloqueo literario. Pasan las horas y no me decido por nada, no encuentro tema. ¿Qué es el bloqueo? Es empezar a escribir algo y de pronto saber que lo que uno va a escribir es ya previsible, que está prácticamente  escrito sin necesidad de darle a la tecla. Es haber llegado a un tope. Como el fin de agosto es más luminoso, todo fuera parece brillar como nunca. Salgo a la calle y las terrazas bullen. Con una caña en el alfeizar de la ventana veo pasar a la gente. Hay como un retorno a la ciudad, una efervescencia, una vuelta a clase, y al  trabajo.  Se nota que los arquitectos tienen menos encargos, que los médicos casi no curan, que los funcionarios tienen poco que hacer, que los becarios apenas cobran sus horas. Nada ha cambiado, pero todo es distinto. El consumo se ha reactivado, el optimismo renace. Se trata de una cuestión mental. Antes no se podía, ahora toca. No se. Es imposible escribir sobre esto cuando uno sufre un agudo bloqueo mental. Umbral, cuando terminaba su artículo a media mañana decía, liberado,  “ya estoy escrito”. Yo no estoy escrito y eso me amarga la tarde. La gente pasa de largo y se va depositando en las afueras de los bares, que es donde ahora está el ambiente. Recuerdo que un escritor venció el bloqueo literario cambiado de hemisferio cerebral: del izquierdo se pasó al derecho. Creo que era Hernán Casciari, un tipo interesante, que escribe de  futbol como nadie.   El derecho es el hemisferio  de la globalidad, de la imaginación. Para que el derecho comience  actuar es preciso que el otro relaje su vigilancia. El izquierdo no para de fijarse, de analizar, de hacer sus cálculos y sacar conclusiones más o menos lógicas. El izquierdo se hace el dueño a la menor. Para que el derecho actúe, hay que salir a la calle y dejar vagar la mirada sin pensar en nada, pienso.  Lo más difícil en esta vida es cortar la cadena del pensamiento, salirse de ella. Hay que entrenarse. A la terraza del Niza llega de pronto un viento fresco. Es hora de volver a casa,  me digo, a ver si  ambas partes hacen las paces.  Yo estaba viviendo con medio cerebro, escribe Casciari, y no me había dado cuenta.
(Publicado DN 2/9)

martes, agosto 26, 2014

Urra


El psicólogo Urra ha conmocionado el final de agosto con su sugerencia, luego matizada, de que los violadores y pederastas irrecuperables podrían ser invitados a suicidarse para evitar nuevas victimas. Puede que intentara agitar el debate, pero él mismo ha debido caer en cuenta que  esa  sugerencia traspasa el límite de la ley, que  sigue penando la inducción al suicidio.   Aquí no estamos ante un enfermo terminal que pide ayuda, sino ante alguien al que yo decido si tiene o no derecho a vivir. En la medicina, en la psicología en las terminales de la ciencia hay  siempre una pretensión de decirnos cual es la manera correcta, el protocolo previsto,  lo que favorece mi bienestar, lo que debo hacer, quiera o no verlo.  No se puede ser cómplice de un paciente o de un cliente que defiendo como abogado, pero no soy Dios, ni siquiera el dios laico de la razón, que sabe siempre lo que procede, para disponer de una vida.  Uno de los rasgos de un reincidente irrecuperable, lo dice también Urra,   es justamente la falta de culpa ante sus actos, por lo que esa invitación es probable que caiga en saco roto. En otro caso, si existe algo de culpa, si hay un atisbo de responsabilidad, tal vez no todo esté perdido.  Después de muchos años vemos a terroristas sanguinarios que reconocen el mal que hicieron, para el que estaban antes ciegos.  Esto no evita el problema que señala Urra,  el carácter irrecuperable de ciertos perversos, la imposibilidad de que todos nuestros bienintencionados dispositivos: la salud mental, la medicación, la rehabilitación carcelaria, la religión, etc. sirvan siempre. Es lo que hay. No todo, como a veces pensamos ingenuamente,  es culpa de la sociedad, la marginación  o la falta de recursos. No todo es posible curar. Existe la maldad, el deseo de hacer daño, el desprecio y la hostilidad en todos nosotros y en algunos fuera de todo freno. Como existe la ambición desmesurada,  la corrupción y la mentira social que quedan muchas veces impunes.  Detrás de las palabras de Urra está la necesidad de hacer algo, de no quedar desprotegidos, tal vez de  una mayor dureza –pero no pena de muerte-, en un mundo en que la brutalidad no cesa.  
(Publicado DN 25 agosto)

martes, agosto 19, 2014

Gente en sitios

Me recomendaron que fuera a ver “Gente en sitios”, una la película de Juan Cavestany que no tuvo, al parecer,  el éxito que se merecía y que ahora reponen en verano, y me encontré con un conjunto de historias mínimas, disparatadas algunas, bastante desiguales, que hablan del momento actual, de personajes de la gran ciudad, y ya hacia el final, en una de ellas,  reconocí de pronto a Monedero, el ideólogo de Podemos, hablando en un  taxi. La película,  según vi, era de 2013, anterior al bombazo de Podemos en la europeas, una premonición. La verdad es que Monedero lo hace muy bien, no desmerece de los actores que Cavestany logró convencer  para participar en este proyecto arriesgado y de bajo presupuesto (Marible Verdú, Alterio, Alberto San Juan, Santiago Segura y muchos más),  lo que confirma que en  un  profesor hay siempre algo de actor, una parte exhibicionista, un juego de seducción. Cavestany le deja hablar,  le saca jugo y  dice  que hasta los taxistas que le llevaban en el rodaje (no sabemos si quitaron la Cope) se lanzaron a discutir con  él. El alegato de Monedero le da un  aire político a la película, un tono documental. Tal vez “Gente en sitios” sea una película sobre la crisis, y hay sketches (el que lleva de aquí allá a alguien al que ha prometido trabajo, el parado que vende en los semáforos) que la retratan,  pero lo  que predomina  es la sensación de aislamiento, de imposibilidad,  de lo difícil que es ayudar a alguien,  de una especie de desmoronamiento. Desde el taxi, con sus gafas redondas y su aire infantil, Monedero habla de zombis y dice luego que el hombre es un animal que se ha hominizado pero no humanizado y que debemos sentir asco ante la injusticia. Recuerda al gran Zizek, pero sin tanto aspaviento. En realidad, es un  moralista. Alguien que tiene la pretensión de afearnos la conducta, de redimirnos de nuestros pecados aunque sea a nuestra costa. Quien iba a decir que este chico del taxi, al que no paran de poner a caldo, lanzándolo así al estrellato, iba a ser en estos tiempos confusos una especie de faro.
(Publicado Diario de Navarra 18 agosto)

martes, agosto 12, 2014

Fijarse

Como estaba de viaje, le compré una libreta a una mujer que intenta sufragarse un corto (así está el cine), apta para llevar en el bolsillo y con espiral arriba, como las que llevan los reporteros o los detectives en las películas, porque a pesar de tener muchas y de que ya tomo notas en el móvil, no pude resistirme. Con mi libreta paseo más tranquilo junto al mar, pue si se me ocurre alguna idea  no se me escapará. Miro alrededor. De reojo veo que los periódicos siguen hablando del Ébola y de Pujol.  Todo consiste en fijarse,   me dijo ayer  M., un escritor que no paraba de cambiarse las gafas de cerca y  de lejos para observarlo todo. Escribir es no conformarse con las apariencias. Escribir es fijarse. Al ir escribiendo,  además, es cuando uno descubre en realidad lo que piensa sobre las cosas, dijo.  He ahí una gran verdad. Aunque a veces escribiendo tampoco se concluye nada, salvo los que ya tienen la conclusión por adelantado. Ahora miro alrededor y pasa una mujer con un perrillo recién peinado. Con una dama con perrito escribió Chejov el famoso cuento que transcurre en un balneario. Todo está allí descrito con detalles asombrosos. En vez de fijarme, está claro, me voy por las ramas. Cierro los ojos y pienso que en realidad, fijarse, tiene dos sentidos diferentes. Hay que fijarse en las cosas pero también queremos fijar las cosas, hacerlas permanecer, intentar que no se las lleve la riada del tiempo. Una batalla perdida de antemano, pero que hay que librar. Eso es lo que está detrás del escribir, como lo está detrás de las fotos que no paramos de sacar, de los recuerdos que guardamos sobre el vajillero, de lo que ha sobrevivido en nuestra memoria. Miro al mar que ahora, como se ha nublado un poco, tiene un tono tornasolado. La gente pasea de un lado a  otro de la playa, y los jugadores de pala golpean una y otra vez las pelotas casi sin moverse.  Si uno no se fija bien, todos los veranos en la playa parecen un único verano sin final.
(Publicado DN 11 agosto)