lunes, abril 25, 2016

The Queen

La cotizada fotógrafa Anne Leibovitz ha hecho una foto del noventa cumpleaños de la reina de Inglaterra, en el que aparece rodeada por 7 de sus nietos y bisnietos en un salón de palacio, como si quisiera dejara claro que la dinastía de los Windsor va para largo, y que tiene el aire de un cuadro de un pintor de cámara. La reina Isabel lo es desde hace más de 60 años, y ya salió  al balcón junto a Churchill a celebrar la victoria en la 2ª guerra mundial, lo que  la coloca en una especie de olimpo de otros tiempos. A ella y a su familia se la ha tildado de todo: de ser nazi, pues su estirpe viene de los Hannover alemanes, avara, fría y calculadora, cuando no corrompida y haber odiado a Lady Di, incluso de ser en realidad un reptil humanoide, y pertenecer a la secta reptiliana, una trama dedicada a  dominar al mundo con malas artes, lo que explicaría su extraordinaria longevidad en el poder. Para ello se han fijado en los pliegues y arrugas de su cuello, una prueba de que la reina sería en realidad una lagartija disfrazada.  La  misma Helen Mirren, la actriz que la interpretó, bordando el papel, declaró que la familia real era en realidad extraterrestre -se supone que fue una metáfora- y que habitan en un mundo más allá de nuestra comprensión. En aquella película  vimos como el personaje de Tony Blair vacilaba ante la reina, a  la que tenía a su merced, paralizado por su edípica admiración ante una mujer que representa,  sin duda,  a una madre distante y difícil de complacer, algo que debe funcionar con la mayoría de sus súbditos. Si hay que destronar a alguien, a fin de cuentas, es al padre.  Las celebraciones de la onomástica durarán  tres meses, e incluyen ampliar horarios en los pubs,  paseos por palacio y una cena con Obama, además de recibir a líderes de los países de  la Commonwealth, desde la India a Canadá, en cuya monedas está todavía la efigie de esta mujer adicta a los trajes anticuados, los sombreros maceta y los bolsos como el que sostiene en la foto una niñita rubia con mucha gracia -una menina-,  a quien la reina mira de reojo, como si quisiera volver  a empezar.
(Publicado Diario de Navarra 25 abril)

lunes, abril 18, 2016

Costumbres

Ciudad de Panamá
Solo después de dudar tres veces, como san Pedro, el ministro Soria admitió su relación como una sociedad off shore y dimitió de todos sus cargos, tras una torpe sucesión de evasivas y excusas que no llevaban a ninguna parte. Todo lo que ha venido de Panamá ha sido muy desalentador. Es como si asistiéramos a la prueba de la deserción de las élites: artistas, políticos empresarios, tenían su chiringuito fuera, mientas predicaban patriotismo, solidaridad y regeneración dentro. Esto da mucha rabia, pero sobre todo supone un efecto terrible. Toda esa gente influyente son modelos sociales, y como dice el filósofo Javier Gomá, fuente de moralidad: su ejemplo y comportamiento genera un clima moral, una manera de actuar por imitación o desquite: si ellos no pagan, cuando tienen tanto, no voy a ser yo tan pringao de hacerlo. Si todos lo hacen, tengo ya la coartada. Así se crea un clima moral en el país, un comportamiento colectivo que nos emponzoña. El problema no es  tanto cambiar las leyes, cumplir el déficit o formar  gobierno,  sino que cambien los modelos, que haya más gente significativa con un comportamiento ejemplar y un buen hacer y que arraigue en  nuestra costumbres el prestigio de ser decente, no el gran crédito que tiene la picaresca y el escaqueo. España, ha escrito Gomá, atraviesa las dificultades de una democracia sin buenas costumbres: no pudo heredarlas de la dictadura, y no ha sabido inventarlas en estos 40 años.  Aquí todo el mundo predica y proclama grandes principios, pero en cuanto tiene ocasión hace lo contrario cuando nadie le ve, y ejemplos de eso tenemos cada día. Todas las excusas de los implicados en esta trama, por ejemplo, han sonado a hueco, a echar balones fuera, a ponerse de perfil.  Lo que nos está causando más daño que esa sensación dominante de que entre el dicho y el hecho hay un abismo, y que se presume de lo que más se carece. Nadie, nunca mejor dicho, tiene las “manos limpias”. Nada más eficaz para exigir decencia que practicarla.
(Publicado Diario Navarra 18-IV)

jueves, abril 14, 2016

Dublineses

Cada una de las noches que he pasado en Dublín, en el Harding hotel: un establecimiento antiguo, solvente, con moqueta mullida y habitaciones abuhardilladas, en las que uno puede prepararse un té e incluso plancharse una camisa, he oído las campanas despertándome cada hora, como si todavía en la católica Irlanda tuviera que quedar claro que la Iglesia debe estar a todas horas repicando, y así yo, desvelado, abría los ojos y escuchaba atentamente, pero solo oía el grito de una gaviota que venía desde el río Liffey, y si alzaba la cabeza por la claraboya podía ver entre la bruma nocturna y el tenue resplandor rosáceo de las farolas,  las torres imponentes de Christ Chucrh,  de dónde provenía el insistente repicar; las tres campanadas como disparos espaciados de  las tres de la mañana, la hora peor, pensaba, porque ya es muy tarde y a la vez demasiado pronto para salir de  la cama y entonces, por unos instantes, me acometía esa inquietud  que a veces nos ataca cuando estamos lejos de casa y es de noche y el mundo parece latir allí fuera, amenazante. Entonces, después de ir al baño y observar el hilo amarillo, abstraído, volvía a la cama y encendía la luz y tomaba el libro para ver si leyendo un rato  me volvía el sueño. Había comprado un ejemplar de Dublineses para regalarle a mi hijo, pero todavía lo tenía celosamente conmigo y así volvía  a leer esas viejas historias de Dublín, en las que también parecen escucharse  las campanas cada hora, no en vano el catolicismo, tal vez junto a  la cerveza y el pastel de riñones, es de lo que está lleno este libro espléndido. Hemos abandonado el catolicismo, pero no sus categorías, recuerdo que escribió  Joyce, y eso es una gran verdad que nos explica todavía. Ahora, en esta nueva lectura nocturna, volví a comprobar la maestría con la que Joyce tiñe sus cuentos de una finísima ironía, la forma en que el auténtico argumento de un relato transcurre por debajo de lo que está contando, los certeros detalles con los que describe una escena o define en media línea un  personaje; la extraordinaria expresividad de sus metáforas y comparaciones, que parecen salir del texto hacia los aires como una jabalina: aquella mujer que posando en el helado círculo de sus dotes, aguardaba a que algún pretendiente se atreviera a ofrecerle una vida mejor; aquel hombre cuya conversación, que era muy seria, transcurría a intervalos por su enorme barba marrón; aquel muchacho que observaba a un chica cuya ropa se movía al compás de su cuerpo y oscilaba la cinta con la que se sujetaba el pelo; aquellas calles pobladas con las chillonas letanías de los dependientes que guardaban los barriles con orejas de cerdo, la cantinela nasal de los cantantes callejeros dispuestos a emprender una balada sobre las desdichas de nuestra tierra natal; aquella sensación del muchacho enamorado de que su cuerpo era un arpa en las que los gestos y palabras de ella eran los dedos que recorrían las cuerdas; aquel hombre que vivía a cierta distancia de su cuerpo, viendo sus propios actos con una mirada de soslayo; la sensación del narrador al oír cantar a Julia en la reunión que se describe en Los muertos -el relato con el que Huston hizo su última y bella película-, de que seguir aquella voz sin mirar el rostro de la cantante era  como sentir y compartir la excitación de un vuelo seguro, y luego, el final de ese mismo relato, cuando solo en la habitación Gabriel observa la nieve que cae, y se dice que su alma se desvaneció lentamente al escuchar  en la noche el dulce descenso de la nieve a través del universo, su dulce caída como el descenso de la última postrimería , sobre todo los vivos y muertos, y con ese pequeña eclosión de sentimientos, sumamente evocadora y contenida,  pude  volver   a dormir y caí en un sueño profundo, como el de un niño saciado, y así las campanas, en segundo plano, siguieron sonando sin que yo las oyese.

martes, abril 12, 2016

Camilleri

He leído a Camilleri mientras viajaba por el sur de Italia, lo cual era como llevar una guía de viaje, porque uno se encuentra a los tipos que retrata por todas partes, pero no una de sus novelas de Montalbano, que le han hecho tan popular, sino “El caso Santamaría”, que es su último trabajo y que va de una enredo político en que se ve envuelto un funcionario formal y metódico, de probada honestidad, que ha de inspeccionar un banco en que confluyen interés muy turbios,  pero sobre todo es una historia  de lo que una mujer bella y joven puede hacer en un hombre maduro, es decir, hacerle perder la cabeza. La novela es breve, precisa, exacta. Funciona como un reloj suizo.  Camilleri tiene 91 años pero se conserva lúcido y tiene un extraordinario oficio. Es una prueba de que escribir es una carrera de fondo. Él lo hace todos los días durante tres horas, a duras penas, porque casi ha perdido la vista, pero no la curiosidad ni el afán de entender, algo que debería ser contagioso.  Siempre ha vivido en Roma, aunque vuelve  a Sicilia cada año y comenzó a escribir tarde, después de jubilarse de la RAI. Es uno de los creadores  de la novela negra del sur, junto con Vázquez Montalbán y el griego Márkaris, un contrapeso a la novela negra del norte, que produce mucho más frío. Una vida tan larga da para mucho. Cuenta que fue arrastrado al fascismo en los año 30, como tantos jóvenes, pero se desengañó pronto. Fue luego comunista durante años, como tantos intelectuales, de aquel  PCI que era el más importante de toda Europa, y que buscaba un compromiso con la Democracia Cristiana, una alianza entre las dos grandes corrientes políticas del  siglo,  que no fue posible. “Mis ideas políticas no son realizables, porque han fracasado en todas partes, como  es evidente” reconoce ahora,  al final de su vida, lo que no es usual. Sin embargo, echa en falta una izquierda nueva. En las fotos, Camilleri tiene cara aplanada como la de un pescado o una  máscara griega y sonríe satisfecho con el cigarro en la mano, como si fuera pronto para dejarlo. Un hombre formal y metódico, de izquierdas, casado hace muchos años, que no ha perdido la cabeza.
(Publicado Diario Navrra 11/4)

lunes, abril 04, 2016

Montecassino

Durante este viaje a Italia subimos un día a Montecassino, donde Benito de Nursia fundó el primer monasterio benedictino en el siglo VI, un edificio que  resistió desde entonces a duras penas terremotos, incendios y guerras de todo signo, y que fue al final destruido en 1944, durante la segunda guerra mundial. En ese año, el ejército aliado desembarcó en Salerno y fue subiendo la bota italiana camino de Roma, hasta que se topó en Cassino con la cerrada defensa alemana, enzarzándose  en un denodado combate que duró muchos días y causó una enorme sangría.  Los alemanes, que se apostaban en el monte, disparaban contra las tropas del general Clark que veían el monasterio ahí arriba, inexpugnable. Al final, fueron los sufridos polacos quienes se hicieron con la montaña, aunque la mayoría quedó en un gran cementerio que se ve en una ladera.  Días antes, tras muchas dudas,  los aliados habían bombardeado la abadía, que terminó convertida en escombros, advirtiendo a la población mediante un pasquín de que no tenían más remedio.  Por suerte el comandante alemán, en un rapto de lucidez, había evacuado antes a Roma todos los tesoros de su biblioteca, en cuyo scriptorium se habían copiado las obras de la antigüedad clásica y estudiado Tomás de Aquino. Durante la visita, alguien me dijo que hoy no podría pasar algo igual, pero basta mirar alrededor para comprobar que no es así. La guerra de Siria, la huida de miles de refugiados, el furor de acabar con las viejas piedras, no son sino más de lo mismo: la pulsión de muerte que se abre paso, y ciega a los seguidores de cualquier causa. Sin embargo este lugar contiene también una  esperanza. Poco tiempo después, la abadía fue levantada de nuevo,  como  una réplica exacta de la anterior y los códices e incunables volvieron a su sitio.  Libros miniados,  dibujos renacentistas, obras de poetas latinos y filósofos griegos, partituras medievales; todo lo que la persistente  cultura  ha ideado para tratar de eludir la barbarie  está de nuevo allí, como si fuera una victoria de la luz sobre la sombra.
(Publicado Diario de Navarra 4 abril 2014)

martes, marzo 29, 2016

Lenaerts

"Ritmo vital", escultura de H. Lenaerts. (UPNA)
Hace bastantes años, en los 70, el artista belga Henri Lenaerts, que había vuelto de la India después de vivir allí varios años, en los que había aprendido a levitar por encima  de las cosas del mundo, tuvo una avería en su coche cerca de Mañeru y no pudo seguir su camino. Allí le dijeron que había casas  a la venta por la zona y se hizo con una en Irurre, que fue rehaciendo poco a poco, como si fuera una obra de arte en la que habitar, y allí vivió hasta su muerte con su mujer Paulette, labrando campos, haciendo yoga, meditando frente al el enrevesado dibujo del embalse de Alloz, y creando unas esculturas que no tenían que ver con la vanguardia que se desarrolló en esos años, con la metafísica abstracta de los huecos y las formas que investigaba Oteiza y la ruptura con el pasado  que viniendo de Henry Moore hemos visto en Chillida, y tantos epígonos de un arte que no se rebaja a   tener que representar algo. Lenaerts, mientras tanto, levantaba en Irurre  grandes  figuras de bronce de mujeres recostadas, campesino de Bravante, figuras yacentes de Ofelia o de Orfeo y fundía el miedo o la soledad en unas obras a las que daba la simplicidad de una manzana.   En la Upna hay una obra suya, una mujer que no termina de sentase, escondida junto al rectorado,  que da la réplica  a la abstracta geometría  de las demás del campus, como si las impugnara. Es la loca de la casa.  La decisión del Lenaerts de no seguir la corriente, alejarse de los circuitos al uso  y apostar por la tradición, recuerda al pintor  Ramón Gaya: para ambos el arte  no es una pose sino verdad, y no se ven sino dentro de una continuidad en la que se integran.  Hombres empeñados en su obra, fieles a sí mismos, escondidos.   La obra de Lenaerts es la expresión  de un vivir en armonía con la naturaleza y en paz interior. Todo esto se ve en Irurre, donde se han encargado de mantener su casa y su memoria, y  donde  merece la pena acercarse  estos días de pascua fría y florida, a descubrir lo que nos ha dejado.
(Publicado Diario de Navarra 28 marzo) 

lunes, marzo 21, 2016

Banderas

E. Manet. La Bastille.
En los EEUU –el ejemplo valdría para casi cualquier sitio-, tienen solo  una bandera que ponen en los porches de las casas y en los balcones, a la entrada de la escuelas y las tiendas, como se ve en las películas, y existe una veneración por ella, incluso excesiva, hasta el punto que a veces resulta  poco patriótico no ponerla. Ello es compatible con que se trate de un país multirracial, hecho de aluvión de gentes de todo el mundo que ahora, por ejemplo, celebran el día de San Patricio desfilando por la quinta avenida con la bandera irlandesa, lo mismo que el año nuevo chino, las fiestas mexicanas, el día de Armenia o una procesión italiana. Entonces pasean con sus banderas, sus dragones y sus enseñas a todo trapo,  pero en el Ayuntamiento está la de la ciudad y la de barras y estrellas, que es lo suyo.  Por  encima de su origen y de su lengua, de llevar allí siglos o meses, la bandera representa simplemente que se es de ese país, que se tienen unos derechos,  que uno pertenece a una comunidad más amplia y dispar, aparte  de tener una familia,   sentirse  católico, cantar ópera,  cambiar de sexo o llevar turbante  sij. No hay que poner en New York las banderas de todas partes y todos los sentimientos para satisfacer  a todo el mundo, sino que todo el mundo puede sentirse como quiera bajo la misma bandera. La bandera es un símbolo laico, un mínimo común denominador, un hábil resumen.  A diferencia de EEUU, nosotros somos una sociedad mucho más homogénea, que ha vivido junta durante siglos, con diferencias insignificantes y que aparte de la de España y Europa –cuando no está castigada-,  tenemos la bandera de Navarra desde hace mucho. Recuerdo haberla visto en Brujas, junto a los de otros países que negociaban con Flandes, en el  viejo salón  gótico de la ciudad.  Tres banderas son más que suficientes. Si queremos poner más para intentar contentar todas las sensibilidades, será un lío.  Por esa razón habría que poner el crucifijo en todas partes, pues complace a una mayoría.  Volver a esta matraca no tiene sentido.  Salvo que lo esencial del cambio que se anunció sea, en realidad, un cambio de banderas.
(PublicadoDiario de Navarra 21 marzo)

lunes, marzo 14, 2016

Pijos

Refugiados en Idomeni.
“Europa es el barrio pijo del mundo, rodeada de peligro que la acechan por todas partes”, ha dicho Roncagliolo, escritor peruano con nombre de gánster, que es un tipo que escribe con mucha gracia, incluso de fútbol, que es un tema tabú para un escritor como dios manda, y que también se muere por Messi. A mí me gustó su Abril rojo que es una novela policiaca a lo peruano, con un fiscal sustituto desternillante que deambula por los Andes, en los terribles tiempos de Sendero luminoso, esa guerrilla maoísta que puso al país en jaque. De eso ha pasado mucho tiempo, y ahora Perú es un país modelo, lo contrario o el negativo de Venezuela y otros delirios, que tanto éxito tienen por aquí, vista de lejos, y que ha logrado no solo progresar  a base de realismo político y estabilidad, sino que ha subido su autoestima como país gracias al éxito de su cocina. No teniendo mucho que hacer en el futbol como Argentina,  Perú ha triunfado en toda regla con una cocina mezcla de china y criolla, y a todo el mundo le suena ya el  ají, las papas los  cebiches y el pisco sour y no necesita meter más goles.   Perú es un país cada vez más orgulloso, lleno de proyectos, dispuesto a recibir gente, donde todo está por hacer, mientras nosotros estamos atemorizados ante los barbaros en las fronteras, con la autoestima baja y jugando al catenazzo. Europa lo ha inventado todo, incluido la libertad, la igualdad y la fraternidad, que ahora se han vuelto puras palabras, como viejas monedas, devaluadas, que pasan de mano en mano. Sobre ellas hizo el polaco Kieslowski tres  películas que ahora se reponen: Azul, Blanco y Rojo –la bandera francesa-, que sobrecogen. Rocagliolo cuenta en su nueva novela la historia de tres muchachos en Lima que quieren perderla virginidad a toda costa, aislados en su barrio pijo, un gueto que no logra resguardarlos de la violencia que se filtra por todas partes y ahora ha extendido su metáfora a la vieja Europa, que  está de nuevo en una especie de encrucijada, entre la fe en sí misma y el horror  en que ha caído  mucha veces.
(Publicado Diario de Navarra 14 marzo)

lunes, marzo 07, 2016

Rivera

Según Metroscopia,  Albert Rivera ganó el pasado  debate de investidura, a pesar de no presentarse al cargo,  y  aunque encuestas las hay para todos los gustos, no parece que ésta ande muy desencaminada, lo que tiene mucho mérito, pues él no era en  absoluto la estrella, sino más bien el  comparsa que acompañaba a Sánchez, y tenía el riesgo de quedar muy desdibujado. Puede que  según avance el tiempo, Rivera resulte ser el único candidato posible, visto que los otros dos no se tiene mucho cariño,  y asistamos a una solución a   lo Borgen, esa serie danesa en la que acaba gobernando el tercero en discordia,  apoyado por los otros dos que antes se han desgarrado en la batalla. Un sarcasmo que  recuerda a aquel episodio de “Yo Claudio”, en el que tras asesinar al César y no sabiendo a quien ceñir ya la corona, encuentran a Claudio temblando tras una cortina y le hacen nuevo emperador. Rivera no es tartamudo, ni se esconde detrás de nada, más bien muestra sus  intenciones de ser el nuevo Suarez,  pero lo tenía difícil si no fuera porque los que van delante se han acuchillado. En España tendríamos hace tiempo un gobierno estable si el PSOE hubiera querido hablar con el PP y acordado alguna fórmula, pero esto a Sánchez le produce urticaria, y mira a la derecha como un marqués a la plebe,  mientras que a su izquierda  está dispuesto  a pasar por alto la cal viva, ser tratado como sicario de la oligarquía –por algunos no pasa el tiempo-, o escuchar que su partido pierda la S y la O del nombre, con lo que se quedaría en PE. Rivera sería el primer presidente catalán desde Prim, lo que es una ventaja, pues necesitamos alguien experto para encarar el asunto de allá, y él ya está entrenado. Una Cataluña que pretenda la independencia frente una España presidida por un catalán, además,  sería algo incongruente. Por lo demás, presidir el gobierno no deja de ser un regalo envenenado.  Es un puesto que da muchos disgustos. Que se lo digan a Rajoy, que se duele de habernos sacado del apuro y que nadie se lo agradezca. Según Metroscopia, todo el mundo quiere prescindir de él.
(Publicado Diario de Navarra 7 de marzo)

lunes, febrero 29, 2016

Spotligth

Puede que Hollywood convierta en puro espectáculo todo lo que toca, pero esto no ha ocurrido con Spotligth, una película sobre el trabajo de los periodistas del Boston Globe que destaparon los numerosos casos de pederastia de sacerdotes en Boston, lo que provocó un efecto dominó en muchas partes,  haciendo que más casos  salieran a la luz. Pero Spotlight es sobre todo una película de periodistas, en la línea de Primera Plana de Wilder o Todos los hombres del presidente, aquella película tan larga sobre el Watergate, que demuestra que ésta no es una profesión romántica y aventurera, sino más bien  una tarea diaria que  requiere la labor de una hormiga, en la que hay que buscar y  seguir los datos, y donde a veces es necesario  enfrentase a aquello que parece intocable. Puede que hoy este periodismo de investigación ya no sea posible, porque es caro y tarda en dar frutos, cuando los periódicos apenas pueden mantenerse y esto es  una mala noticia para todos,  pues esta historia real, trasladada con exactitud al cine, sin concesiones, demuestra que un puñado de gente libre puede cambiar las cosas, si tiene un medio potente para expresarse.  El equipo de Spotlight ha estado varios meses con los periodistas del Globe y ha reproducido con realismo lo que fue esa investigación, que se enfrentó al dilema de sacar a la luz, podemos pensar,  lo que el bien esconde; esa doble faz que a veces se da justamente en aquello que se presenta como más noble.  Parece ser el destino de las mejores ideas, se ha dicho,  caer en manos de los peores hombres.  Siempre que  se encuentra algo feo, ilegal, corrupto, siempre que se abusa de poder, hay muchas razones para no contarlo; siempre hay  otros que tampoco son limpios y se van a ver favorecidos, o se va a escandalizar a gente sencilla, o  crear desánimo y frustración, nunca es el momento.  Esto hace  vacilar al  periodista.  Pero es la victima que ya no se  repone, que ni siquiera se atreve a abrir la boca, arrasada por la superioridad  moral de quien abusó de ella, la que merece que la historia se sepa.
(Publicado Diario de Navara 29/II)

lunes, febrero 22, 2016

Orduna

Nunca me había parado a mirar las esculturas que Orduna hizo para decorar los dos frontones del palacio de Diputación, por los que he pasado mil veces; ni el que da a Carlos III, que se instaló en tiempos de la república,  y ahí sigue; ni el otro, que es de los años  cincuenta y tiene el escudo de Navarra con la  laureada sostenida por dos tipos muy serios, fornidos, con toga, que representan  a la montaña y la ribera,  hasta que  el gobierno se ha empeñado en  intervenir en ellos para quitar la laureada aplicando la ley de memoria histórica, algo que debe ser posible, aunque he visto que Zubiaur pone muy fundadas pegas, basándose, sobre todo,  en el necesario respeto a la integridad de la obra  artística y las leyes  que protegen la propiedad intelectual. Pero picar la laureada con un cincel y dejar así el conjunto políticamente correcto sería, sobre todo,  faltar a la verdad de las cosas, como cubrir un desnudo, y no es solo un asunto de leyes y reglamentos, sino lo que está justamente en juego es la propia memoria o relato de la historia, pues con este furor por hacer desaparecer cualquier cosa  que tenga que ver con el largo tiempo de la dictadura, es como si se tratara de negarla, poniéndole un  velo, y así  va a perderse justamente la memoria de ésta,  logrando lo contrario de lo que se pretende. La laureada allí arriba,  a estas alturas, más de cuarenta años después, cuando el escultor puso ese signo  porque era la realidad del momento, debiera ser un detalle del que sacar enseñanzas, y algo útil para explicar el pasado, lo mismo que los impactos que el palacio muestra más abajo, son recuerdo del bombardeo de Pamplona en  la guerra, y el otro frontón, en la fachada frente al Gayarre,  con su imagen alegórica coronada de república, signo de aquel régimen. En cierto modo estamos, como me dijo alguien, ante un parque temático, al que habría que sacar partido.  Es posible quitar todo rastro de aquella época, pero no obviar lo que fue Navarra,  su aportación a aquella guerra, los miles de voluntarios, los sacrificios y los muertos de uno y otro lado. Romper la obra de Orduna, para tener que explicar luego que antes ahí había otra cosa. 
(Publicado Diario de Navarra 22 febrero)

jueves, febrero 18, 2016

lunes, febrero 15, 2016

Sabios

Salgo de casa, pensando en las ondas gravitacionales, que es lo mejor en lo que se puede pensar estos días en que la bolsa cae, la política cae,  hasta  la lluvia cae, y mientras  evito los charcos y a los que corren por el pasto salpicando, encuentro a una vecina que está recogiendo la caca de su perro sin inmutarse, que enseguida protesta por la situación política y señala que deberíamos ponernos de acuerdo para que gobernara gente experta, sin ataduras, los mejores en lo suyo, que decidieran lo que es mejor en estos momentos; una especie de gobierno de sabios, que no deja de ser, supongo,  el ideal de Platón: el gobierno de los mejores, la política dejada en manos de los que  saben, lejos de la demagogia y el oportunismo. Le digo, sin dudarlo, que esta es la solución perfecta y que no tiene duda. Incluso, añado,  he visto por ahí listas de posibles hombres providenciales: economistas, políticos veteranos, escritores, juristas y filósofos eminentes,  gente llena de logros, lejos de la  ambición y de  la pelea política que lograrían, sin duda, después de pensarlo bien, hacer lo que sea mejor.  Lo malo, le digo, es cómo elegir a ese grupito de sabios que han de legislar lo bueno, porque si ha de ser entre todos, como parece lógico, volvemos a la casilla de salida: debe ser una decisión democrática, y la democracia,  es sabido es una cosa humana, imperfecta, fácil de manipular y dirigir a veces,  y además poco racional. Lo mejor, recuerdo que decía Aron, que también era un sabio platónico, sería tomar a los mejores y decirles sencillamente: “gobernar en interés de todos”.  Desgraciadamente, añadía,  nunca se ha encontrado el  método de saber cuál es el interés de todos y quienes son los mejores, lo que lo hace imposible. La democracia nunca se ha llevado bien con la utopía.  Sin embargo, digo como consuelo,  a veces los sabios para una cosa son muy tontos para otra. De hecho, se me ocurren varios ejemplos.  Una cosa es lograr captar las ondas del universo, por ejemplo, y otra manejar el poder. Como llueve de nuevo la dama del perrito menea la cabeza y se va deprisa, con la caca en las manos.
(Publicado Diario de Navarra 15 febrero)

lunes, febrero 08, 2016

Urtain

Jose Manuel Ibar "Urtain".
Como en un película de intriga clásica, pero mucho más lenta, el sobrino del legendario boxeador Urtain, Pablo Ibar, preso desde hace 22 años en un prisión de Florida -15 de ellos en el corredor de la muerte-, ha logrado que se le conceda un nuevo juicio, al considerar el Tribunal Supremo endebles las pruebas que llevaron a condenarle.  Esta es una historia que lo tiene casi todo, a la que solo falta un happy end,  y que se remonta a cuando su padre, Cándido, muy joven, escapó de Cestona y de los jesuitas de Tudela y llegó hasta Miami a jugar a pelota en los frontones de cesta punta que  por entonces tenían gran éxito. Allí tuvo a Pablo, mientras en España su hermano levantaba pasiones en el ring, como hizo antes con las piedras,  y era luego olvidado como uno más de aquellos  amargos héroes  del último franquismo, para terminar tirándose por la ventana en  Madrid, solo y arruinado. También Pablo empezó con la pelota, pero pronto se deslizó hacia una vida de drogas y chanchullos, algo que ha reconocido, hasta que la policía lo detuvo en 1994 acusándole de la muerte del dueño de un local nocturno y de dos bailarinas.  Tras un juicio que se declaró nulo, como si fuera un combate, perdió el  siguiente a los puntos en el año 2.000, por culpa de una cinta de video borrosa, en que dijeron reconocerlo,  y a la nefasta defensa de su abogado de oficio, quien ni siquiera  pidió un examen de ADN que era esencial. A pesar de que parecía una misión imposible, la familia de Pablo y su novia Cintya, lograron vencer la inercia de un sistema que daba su asunto por caso juzgado, y con el apoyo  de mucha gente, sobre todo en España, que siempre ha sido sensible a este caso,  le han dado la vuelta. Todo esto ha  precisado nuevo abogado y muchos fondos, pues la justicia  allí es a veces un producto de lujo. Todavía falta mucho para que Pablo levante los brazos y cante victoria,  y para que su familia respire de alivio, pero todo pinta mejor.  “No recuerdo lo que siente al estar libre” declaró Pablo hace tiempo en su celda. Él, que se veía preso hasta en sueños, ahora ha soñado que se abre una  puerta.
(Publicado 8/2 Diario de Navarra)

lunes, febrero 01, 2016

Botín

La Audiencia de Baleares ha decidido no aplicar a la hermana del rey la llamada “doctrina Botín”, que la hubiera sacado del banquillo, al  no existir entonces acusación contra ella, dado  que ni el fiscal ni la abogacía del estado, que representan al interés público, veían base para acusar y Manos Limpias, que lo hacía por delito fiscal, quedaba descartada por no existir, como sorprendentemente alegó la abogada del estado, un perjuicio para el conjunto de la sociedad.  Hacienda, a su  juicio, no somos todos, ya que eso debía entenderse solo en el ámbito de la publicidad. Si no había lesión  a todos, nadie podía pedir cuenta en nombre de todos. Todo esto sonaba demasiado escandaloso. Era como salvar a un pasajero dejando que se hundiera el barco.   Mantener que la caja de nuestros impuestos no es cosa de todos  y que esto es solo  un eslogan, puede ser un alegato para sacar a una infanta por la gatera, pero es poco compresible en quien representa nada menos que al estado, y sobre todo es el peor mensaje que se puede lanzar al ciudadano común, que conoce el comportamiento implacable de la hacienda, y al que se le recuerda que debe pagar sus impuestos, so pena de ser tildado de  insolidario. El año pasado, por ejemplo, la campaña fiscal insistió  en  que pagar sin iva al fontanero era dejar al país sin sanidad, sin colegios, y sin futuro y atentar, justamente,  contra todos.  Pura publicidad, según reciente doctrina de quien representaba en el juicio al Fisco y  que en  buena hora no ha sido aceptada, lo que deja a algunos con el culo al aire. Defraudar a hacienda perjudica a todos, como es de cajón. Si no es así, los corruptos que amañan contratos públicos, los que han recibido dineros sospechosos de otros países, los que pelotean facturas, los que maquillan cuentas, estarían de enhorabuena. Al final a la infanta y  a la propia monarquía no se le ha hecho ningún favor con esta defensa, intentando salvarla por la campana, y han sido tres magistradas en 85 folios quienes han tenido que enmendarlo.
(Publicado Diario de Navarra 1/II)

lunes, enero 25, 2016

Medalla


El Ministerio de Cultura ha concedido la medalla de Alfonso X el Sabio al periodista Iñaki Gabilondo, lo cual no tendría mayor importancia si no fuera porque la concesión ha sido a título póstumo, lo que confirma que en España hasta que te mueres no te conceden mérito alguno, pero que choca con el inconveniente de que Gabilondo sigue tan vivo como siempre, incluso ahora un poco más. Se comprende que el Gobierno y sus ministros están en funciones, y algo alicaídos ante lo complicado que lo tiene Rajoy para formar gobierno -aunque hacer predicciones sobre ello es hoy como jugar a la bolsa, una ruleta rusa-, pero dar por muerto al premiado es como matarle si no de obra,  de pensamiento y queda  mal, aunque a las horas se rectifique. Recuerdo un cuento de Tobías Wolff, un escritor de relatos, certero y  feroz en su estilo,   como un halcón cazando,  de aquellos que siguen  la máxima  de Chejov de que a un  cuento siempre le sobra  la primer parte, en el que un joven periodista metía la pata publicando la necrológica de un hombre todavía vivo, por lo que era despedido, pero luego se demostraba que el tipo había simulado su propia muerte para poder salir en el periódico. El hombre quería darse el gusto de acudir a su propio funeral y luego resucitar, como podría ufanarse Gabilondo.  A Wolff le interesa la mentira, casi todos sus cuentos juegan con ella: un niño, tras la muerte de su padre, se inventa terribles enfermedades en su familia, un hombre sin fortuna dice  saber dónde se encuentra una  mina de oro, o el falso obituario. Todas estas mentiras, en realidad,  son  una especie de salida, un intento de enmendar las cosas, una forma de hacer la justicia que la vida no nos ofrece. Son fantasías más que mentiras, aunque a sus autores les remuerda la conciencia.  Se trata de huir  de los hechos, lo que siempre es una tentación.  Hay otro cuento de Wolff que recuerdo ahora, en el que un perro ataca a un niño y eso desencadena una reacción en cadena que nadie controla. Nada es en vano, viene a decirnos, todo es una  trama que hay que saber ver y en eso andamos.
(Publicado Diario de Navarra 25 de enero)

lunes, enero 18, 2016

Finezza

Andreotti. Finezza.
En el templo de la palabra, se adora a la imagen, ha dicho un columnista refiriéndose al número de Podemos el primer día en el Congreso, en el que rompió las formas,  amamantó niños, y se dedicó a los gestos. Esto sí que es nueva política. Puesto que nadie hace caso a las palabras, los gestos. Por lo demás, en ningún sitio es más necesaria la cortesía y las buenas maneras que en este lugar donde han de chocar ideas distintas, contradictorias, proyectos que se han de mantener con firmeza y agresividad, pero con el orden estricto del reglamento para que se oiga, e incluso se entienda, lo que se dice. La política no deja de ser como la esgrima: si se  prescinde de las normas y el protocolo, se queda en una pelea a sablazos. Hasta en una declaración de guerra, decía Bismark, ha de hacerse con urbanidad. Algunos deberían ir acostumbrándose a esto, más que nada para no agotar a los no incondicionales,  que deben soportar las ocurrencias  de quienes no se resisten  a ser siempre protagonistas. Perder las buenas maneras  es además un mal negocio que termina pagándose.  En la política española, lo dijo Andreotti, manca finezza, falta finura. Lo vemos ahora en el PSOE. A saber cuál de sus almas triunfa, pero no cabe descartar algún tipo de acuerdo  con el PP, sea o no en el gobierno,  no en vano  podría condicionarle en cosas muy importantes, desde la reforma constitucional  a las políticas de austeridad, e incluso la continuidad de Rajoy. Esto no le vendría mal, desde luego mejor que volver  ya a las urnas para seguir cuesta abajo,  y sería algo muy apreciado por los ciudadanos que esperan una salida solvente a la situación, una mayoría centrada. Algo así, podría darle buenos réditos. No es tan difícil. Lo malo es que  tras su sobreactuación en la campaña, en la que Sánchez pintó al PP con rabo y cuernos, como el único corrupto,  y se mostró tan hiriente con  Rajoy, es difícil vender ahora a sus electores las bondades de  un acuerdo con el diablo. Lo dicho, manca finezza.
(Publicado Diario de Navarra 18 enero)

jueves, enero 14, 2016

Hemeroflexia: Lo que yo me figuraba

Hemeroflexia: Lo que yo me figuraba: EL lector habitual de esta página acaso haya observado que el epígrafe que la encabeza ha cambiado, como es costumbre a comienzo del año: h...

lunes, enero 11, 2016

Magos

Reinas magas. Valencia.
Puede que la situación política sea inquietante, que la formación de gobierno penda de un hilo, y que la recesión China venga a enfriar nuestras expectativas, pero nada nos ha ocupado tanto estos días como la guerra de las cabalgatas de reyes, que aquí se ha concretado en la discusión  de si Baltasar debe ser o no de color original, y  fuera de aquí ha tenido debates para todo los gustos. “Nunca te perdonaré, Carmena”, escribió Cayetana Álvarez de Toledo, una política muy fina del PP,  al ver la cara de estupor de su hija ante los vestidos de los magos en Madrid, una mezcla de Ágata Ruiz de la Prada y Miliki. En Valencia, el desfile de tres magas en carroza llevó las aguas hacia el debate de género, y en todas partes se produjo un choque entre los defensores de la tradición y los iconoclastas, que no se sabe si quieren ponerla al día o reírse de ella. Llama en todo caso la atención  que la costumbre de los reyes magos concite tantas pasiones, cuando se trata de  una tradición de otros tiempos, importado de relatos bíblicos y aún más remotos, una fiesta algo anacrónica, como todas las fiestas, que han perdido su antiguo sentido,  pero que en este caso todavía parece cumplir una función necesaria. Los reyes magos no son solo un acontecimiento religioso, sino un rasgo social, y eso es algo que  le pasa a la misma Navidad,  que siendo una celebración cristiana es  a  la vez un hecho cultural, un tiempo marcado en el calendario para parar y reunirse y abrigar buenos sentimientos. Por eso es tan iluso querer  ignorarla.  También celebramos el domingo, y eso no nos convierte en  creyentes. Puede que los reyes sean el vestigio de la idea infantil de unos padres que lo pueden todo, y una forma de transmitir  la idea de que el buen comportamiento tiene su recompensa, o incluso que nunca se obtiene  todo lo que se pide, un entrenamiento a la frustración.  Pero son también la prueba de que  todavía existe en el niño y en nosotros algo de pensamiento mágico. No en vano la idea de que se puede todo y sin coste, y que la cosas nos las traen unos tipos sonrientes  por arte de magia, es la que nos resulta políticamente irresistible.
(Publicado Diario Navara 11/I)

miércoles, enero 06, 2016

Knausgärd


En una especie de vorágine exhibicionista, el escritor noruego Karl Ove Knausgärd,  ha publicado 6 libros -he leído el primero, La muerte del padre- en los que cuenta su vida con un extraordinario realismo, sin ocultar nada, desvelando aquello que no debe ser dicho: lo que uno piensa en realidad de  gente cercana, por crudo que sea, las miserias diarias, la muerte de un padre devastado por el alcohol; todo ello junto  al relato de las menudencias cotidianas, lo banal, lo repetitivo, el chisporroteo de un huevo en la sartén. Un empeño para hacer volar por el aire cualquier ficción, que se empequeñece ante este propósito desaforado. Y es que existe una cierta sensación  de que la ficción ya no vale, que es una impostura, un artificio que muestra sus costuras, y que lo literario, hoy, debe arriesgarse a  incorporar la verdad de quien escribe, su libra de carne, que decía Lacan. Todo es materia literaria. La ficción se queda para el cine y las series, con las que no es posible competir, y la literatura huye y se refugia en los márgenes, se enreda con  aquello que no se puede contar.
Los seis tomos de Knausgärd completan una serie que bautizó con humor negro “Mi lucha”,   una auténtica vuelta  de tuerca al relato autobiográfico en el que el autor, ya que no en sutilezas de estilo –dice haber escrito 20 folios diarios durante años-, gana por la ambición de su escritura, por el empeño en desnudarse, por la decisión de abarcarlo todo. Su estilo es el hiperrealismo del detalle, la digresión y la asociación libre y esa escritura torrencial, ese empeño de inventariar los hechos, esa ambición de contarlo todo,  crean en el lector una  especie de atracción hipnótica, un estrecho contacto con una voz que  atrae y provoca rechazo  a la vez.
Puede que haya a quien repugne,  pero el éxito de Knausgärd ha sido grande en los países nórdicos, y no ha pasado desapercibido entre nosotros, por mucho que su familia cercana le haya retirado la palabra. Pero el arte, por lo visto,  debe estar por encima de eso. Sin embargo, es justamente el arte el que siempre ha ido por otro lado: no en mostrarlo todo, sino más bien en ocultar una buena parte, en trabajar con símbolos e indicios,   en velar las cosas, en sugerirlas, en dejar huecos. Solo así se suscitaba la atraccion de la obra. La transparencia no ha sido nunca lo bello.  Las cosas  no desaparecen en la oscuridad, sino en el exceso de iluminación, dice Braudillard.  No concluyen en la oscuridad y el silencio, se desvanecen en lo más visible que lo visible: la obscenidad.