jueves, septiembre 16, 2010

Boby Fisher


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Ha muerto Fisher, a los 64 años (uno por cada ficha del tablero, se ha dicho), en Islandia, un lugar lejano e inhóspito, donde su paranoia le había confinado hace tiempo. Fisher era un genio, una persona de una inteligencia deslumbrante, lo que siempre es sinónimo de infelicidad y a veces de locura. Los hombres inteligentes son como esas mujeres bellas que cohíben a todo el mundo y a las que nadie se acerca. La gente muy inteligente suele ser muy pobre emocionalmente e incapaz de manejar sus vidas. Fisher, que derrotó por su cuenta y riesgo al imperio soviético, (cuando la superioridad rusa en ajedrez era el orgullo del sistema) era ya entonces un hombre atormentado, insociable, con un duro pasado en que fue abandonado por su padre (los niños abandonados, declaró una vez, se vuelven lobos) y vivía siempre en guardia ante supuestas conspiraciones para acabar con él. Ganó a Spasky, y décadas después éste fue a visitarle a Islandia, donde ha vivido los últimos años tras desobedecer y jugar de nuevo el título mundial en una Yugoslavia en guerra, pero no sé si logró que Fisher le recibiera, pues temía alguna trampa. Las fotos que hemos visto ahora de Fisher nos muestran a un barbudo de cara labrada por el aire libre o tal vez por la permanente angustia. La aparición de esta cara después de años de esconderse, me ha recordado a Salinger, ese mítico escritor que nunca aparece en público y del que apenas hay imágenes. También me ha recordado a el solitario, ese delincuente que estos días ha venido a declarar a Tudela por el doble crimen de Castejón. También la inquietud que provoca el solitario deriva de su inteligencia, de la frialdad con que parece cometió sus crímenes, de su rigurosa preparación, del disimulo con el que elaboró una doble vida con la que engañó a todos. A veces somos muy duros con la mediocridad y la torpeza en nuestra vidas, con las limitaciones de la gente o, sin ir más lejos, de los políticos, sin caer en cuenta que a veces es la poderosa inteligencia la que nos ha traído el horror.