lunes, agosto 31, 2015

Sabicas

Puede que Pamplona haya encontrado su festival casi por casualidad con el “Flamenco on fire”, algo que andaba buscando y que no es fácil,  después de tanto mirar de reojo a los festivales de cine y jazz de San Sebastián, por ejemplo, queriendo dar con algo que pudiera ser aquí un referente y atraer público y crear un sello propio. Tiene gracia que siendo una ciudad tan norteña y envarada, donde  a lo lejos siempre parece escucharse un chistu,  Pamplona se vuelva de pronto capital del flamenco, debido a la casualidad que viniera  a nacer aquí Agustín Castellón, el hijo de unos gitanos ambulantes que recalaron un tiempo en la calle Mañueta.   Agustín cogió aquí  la guitarra de niño y ya no paró. “Yo no tuve nunca maestro en la vida”, declaró. “Me puse a tocar, y así seguí”. Su hija, que nos visita estos días,  cuenta que en casa no podían poner la radio ni hacer ruido porque su padre ensayaba 8 o 10 horas todos los días. Agustín vivió casi toda su vida fuera de España, de donde se exilió tras la guerra, y fue guitarrista en Nueva York, que también tiene su guasa. Allí le visitaron guitarrista y cantaores y allí fue forjando un estilo propio.   “Yo soñaba con Sabicas. A nadie le ha sonado la guitarra como al maestro”, dijo  Paco de Lucía, que fue su discípulo. En “La búsqueda”,  esa emocionante  película que le hizo su hijo,  Paco habla de Sabicas con veneración y dice que cuando lo vio tocar por primera vez, notó que cogía la guitarra “como si calibrara un arma, como si se sorprendiera de sacarle sonido”. El auténtico arte, podemos pensar, es ante todo una sorpresa para el que nos lo da, algo que no pretende. Alguien que  vio a Sabicas una vez en Nueva York me contó que  hizo por cruzarse con él en los pasillos del teatro. Maestro, soy de Pamplona, le dijo. Sabicas paró un momento, con la guitarra en la mano, y le miró unos segundos, calibrando, luego siguió su camino sin decir nada. No sabemos qué pasó por su cabeza. Quizás se extrañó de haber vivido alguna vez en  un lugar tan  remoto, o recordó de pronto con emoción  la lejana infancia, nuestra auténtica patria.
(Publicado DN 31 agosto)

lunes, agosto 24, 2015

Pasos

Todo es distinto desde que tengo mi podómetro, esa app que he bajado al móvil, de tal manera que cada vez que entro y salgo de casa, voy y vuelvo del trabajo o paseo mirando al cielo, algo cuenta mis pasos, los suma y convierte en km recorridos, en calorías consumidas, en horas gastadas, así que mi día es ya un día distinto y ya no voy al buen tun tun,  sino que ahora mis pasos trazan un recorrido productivo, son un esfuerzo que redunda en mi salud, un logro. Ahora persigo un objetivo, lo marco en el aparato, observo mi  progresión y cuando lo logro el sistema me felicita y yo subo mi autoestima, y sé que mi gesta, aun humilde, se graba para siempre en algún sitio. Todo eso he pensado mientras iba caminando a buen paso, animado, hasta que todo se ha torcido de repente. Ha sido justo en el  momento en que escuchaba a Wagner en la radio del móvil y, puede que espantado por los gritos de Brunildo, el aparato ha  emitido un leve estertor y se ha apagado, como un gorrión que se nos muere entre las manos.  Puede que anoche no cargara la batería, o tal vez lo haya sometido a un exceso de descargas, o el calor del verano le ha afectado, me he reprochado, sintiendo ya esa punzada de angustia que produce la falta del móvil -el lector me entiende muy bien-, algo parecido en estos tiempos a  pasear desnudo por la calle. Todavía estoy lejos de casa  y ahora el podómetro no va a contabilizar mis pasos, he pensado con grima; este recorrido va a ser en vano,  mi esfuerzo no se va a sumar donde debe y así, he caído en cuenta con un escalofrío, voy a desbaratar la media y hundir mi promedio. Todo se irá  al traste, he comprendido. En el camino de vuelta he pensado en soluciones: cargar en casa la batería  y volver a hacer el mismo recorrido de nuevo, si bien  faltarían estos pasos que voy dando;  agitar el  móvil para que piense que son pasos, trampeando. Pero poco a poco, el paseo solitario ha sido productivo y al eliminar el maldito podómetro y verlo esfumarse en la pantalla, me he sentido otra vez libre.
(Publicado DN 24 agosto)  

sábado, agosto 22, 2015

Korta

Como cada agosto, los amigos de Korta, el industrial guipuzcoano asesinado por Eta hace 15 años, se han reunido en Zumaia frente al lugar en
que murió, para homenajearlo y decir unas palabras. Al acto han acudido representantes políticos y, por primera vez, el alcalde de su pueblo, Zestoa,  pero no dirigentes de Bildu.  Korta murió por la colocación de una bomba junto a su empresa en el 2000, el año en que  Eta acabó también con la vida de Fernando Buesa, López de la Calle, Martin Carpena, Juan Mari Jáuregui, Casanova, Ernest Lluch y así hasta 22 nombres que se leen todavía con un escalofrío. Mediante esta sangrienta ofensiva,  Eta intentaba que la sociedad claudicase de una vez a sus pretensiones, algo que por fortuna no ocurrió.  Korta, como el resto,  no murió porque sí. Hacía poco, como presidente de Adegi había mostrado su disposición a no pagar el “impuesto revolucionario” y reclamado que no se hiciera. Además,   en las semanas previas  a su muerte, los empresarios instaron a los partidos que se unieran de una vez frente a Eta y mantuviesen la legalidad vigente: Constitución y Estatuto. Korta, un hombre nacionalista, cercano al PNV, impulsor de la ikastola de su pueblo, se había negado a llevar escolta convencido de que no tenía nada que temer.  La fábrica que dirigía y frente a la que murió, daba trabajo a 80 empleados y hoy es un grupo pujante. Cada año merece la pena escuchar lo que se dice en su homenaje, nunca son  palabras vacías. Esta vez, en un día gris y lluvioso,  el mensaje fue  que hay que mirar hacia adelante sin odio, pero que eso requiere relatar lo sucedido con honradez y sobre todo que cada uno asuma sus responsabilidades. “No todos tenemos la misma responsabilidad, pero reconocerlo es la única manera de continuar y resultará a la larga inevitable”, ha dicho el portavoz de la familia, con la cautela que todavía hay que decir estas cosas en Zumaia, o en Zestona, y lo cierto es que se le ha entendido perfectamente. Reconocer la responsabilidad. Ya suena escandaloso,  cuando hay tantos empeñados en diluirla, como si fuera uno de esos licores demasiado amargos. 
(Publicado DN 17 agosto)

martes, agosto 11, 2015

Cambio

A pesar de ser agosto, esto no para y recuerda a una novela de  época, de aquellas de Galdós  en las que se iba Cánovas y llegaba Sagasta, y con la caída del gobierno había vuelco de funcionarios y lamentos de los cesantes, rabiosos, que  no había sabido colocarse a tiempo.   Con este gobierno se anunció que todo iba ser distinto, pero  está visto que lo primero para el que llega  no es tanto cambiar el mundo, que lleva su tiempo, sino cambiar de momento a los  directores generales, responsables, gabinetes, jefes, segundos niveles, patronatos, consejos etc. que además  ahora debe contentar a cuatro partidos, que ya es contentar.  Un sin vivir. El cambio era esto: un goteo de nombramientos, un reparto de puestos, un colocarse.  Luego ya veremos adónde vamos. Llegar al poder, por lo demás,  es desdecirse, o al menos ir entrando en matices.  Ya se escucha que se adoptará tal medida -el incremento de sueldo a  los funcionarios, por ejemplo-  si las cuentas lo permiten. ¡Hombre de Dios! Pero si esto era el argumento del gobierno anterior, al que se le pedía justamente que hiciera esto o aquello sin dudarlo, sin ampararse en torpes excusas de que no había dinero. El dinero, ya se sabe, y sobre todo desde la oposición, crece en los árboles. De pronto, es como si los contendientes hubieran cambiado de campo y de anteojos y ahora  es  UPN quien exige la subida, y son los que la reclamaban quienes dudan y no lo  ven tan claro. Esto me recuerda una vez en  Roses, un verano, en el que todavía colgaban de las farolas los carteles de unas elecciones recientes. “Estabilitat”, decía en grandes letras el que pedía el voto para el alcalde, un tal Ricard; “Idees noves”, era el reclamo de la aspirante, Magda. Sentado allí en un banco con Jaume, frente a la bahía,  con el Canigó al fondo y las islas Medas ancladas en el verde mar, como dos cesantes, no decíamos nada,  hasta que Jaume, recuerdo, dijo señalando las caras de los carteles, que parecían sonreírse uno a otro: en las próximas elecciones será la Magda la que ofrezca estabilitat, y el Ricard Las Idees noves.  Gira, el mundo.
(Publicado DN 10 agosto)

lunes, agosto 03, 2015

Playa

Llegué a la playa salvaje que había estado buscando y de pronto se echó la niebla, de tal forma que apenas veía la orilla y solo oía el bramido del mar allí enfrente, insistente, y cuando eché a andar ya no vi nada, la bruma había desdibujado los contornos y borrado el relieve de las cosas, así que todo era plano, distorsionado, como si estuviera hecho de puro vacío, hasta las grandes piedras parecían falsas y en los charcos el agua de la marea era negra, de tal forma que pensé que podía estar  muerto, que había tenido un accidente cuando venía hacia aquí, y hasta creí recordar una rotonda que tomé muy deprisa, en la que di un frenazo, seguro que me empotré de golpe contra algo  y pasé directamente a este mundo en blanco y negro, me dije, sin que todo aquello llegara a preocuparme de verdad,  y mientras pensaba en esto, apareció entre la bruma alguien que venía decidido hacia mí, con algo que parecían alas a la espalda, y comprendí, con un escalofrío, que se trataba de una ángel que acudía a recibirme a ese especie de hades etéreo dispuesto a pesar mis acciones, las buena y las malas; un juez  que debía decidir  si  pasaba a la siguiente fase,  la que fuese, o debía permanecer todavía en esa playa vacía en la que no había mucho que hacer, la verdad,  y cuando estaba ya encima y yo iba a empezar un alegato en mi defensa, resultó ser un tipo que venía corriendo por la playa con una gran mochila en la espalda y que pasó de largo sin saludarme, jadeante, así que me senté en la arena  algo más tranquilo, pensando que debía seguir pese a todo vivo, y alcé la vista hacia  donde se distinguía difuminada la gran bola del sol, parecida a un balón bajo una sábana blanca, que pugnaba con la niebla a ver quién terminaba imponiéndose, así que me puse a contemplar la batalla hasta que, al tiempo, con los ojos entrecerrados, vi que el sol volvía a brillar y el mundo, obediente,  comparecía otra vez y la gente desfilaba de nuevo por la orilla hablando animadamente, como si nada hubiera pasado. 
(Publicado DN 3 agosto)

domingo, agosto 02, 2015

Rascacielos

El grupo chino Wanda quiere demoler el edificio España en Madrid, ese viejo rascacielos de los años 50, tan reconocible, que compró no hace mucho al banco de Santander por 265 millones y que el banco mantenía desde 2005 sin tocar.  Wanda logró licencia para convertir esta torre varada en pleno centro de Madrid en un hotel de lujo y un centro comercial, que es los que Wang Juanlin, propietario de Wanda y uno de los  hombres más ricos del mundo, hace en todas partes. En  principio, se exigió a Wanda mantener  partes del edificio, sobre todo la fachada, pero los expertos de  Wanda lo ven muy  complicado y han propuesto el desmontaje y posterior reconstrucción fiel del edificio. Es decir, quieren hace una especie de copia de lo que había, lo que se aviene bien con  la cultura china, que ha copiado todo varias veces,  y con la cultura a secas, no en vano ya no vemos las cuevas de Altamira, por ejemplo, sino una copia muy bien hecha que gusta mucho más y es más cómoda.  Tirar o mantener es el debate que se repite en casi todas las ciudades con esos edificios singulares, testigos de otro tiempo, que dan carácter y estorban al mismo tiempo.   Pensemos,  sin ir más lejos, aquí, en los Caídos. No es extraño que el decano de arquitectos de Madrid haya planteado al  ayuntamiento hacer una consulta popular para decidir sobre la demolición,  lo que a Manuela Carmena le ha gustado mucho, al menos a día de hoy.  Derecho a decidir, aunque sea sobre un rascacielos. El decano reconoce que se trata de un  edificio sin un valor especial, levantado en un momento difícil en  el que había poco acero y que la fachada no  es un elemento resistente. Sin embargo, el debate principal, a su juicio, es si los madrileños tienen o no un vínculo afectivo con el edificio que justifique su costosa conservación. En ese caso, el edificio debería mantenerse. También es parte del patrimonio, dice, salvaguardar la memoria, mantener un  vínculo con las generaciones precedentes. Demoler o reconstruir un viejo edificio  de nombre España. Vínculo afectivo con el pasado. El grupo Wanda nos ha proporcionado la metáfora exacta para este largo y cálido verano.
(Publicado DN 27 julio)