martes, mayo 29, 2018

Aira y el Nobel

El escritor César Aira
Debido a una serie de abusos sexuales que han salido a la luz en torno al jurado del Nobel de literatura, este año no se concederá el premio. Alguna vez se había pospuesto, o la guerra lo había impedido, pero nunca había pasado algo así. Algo huele a podrido. En realidad si no se da el Nobel no pasa nada. El mundo sigue girando. Mucho más grave sería que los basureros no recogieran la basura, que los cirujanos no tomaran el bisturí, que lo importante fallara. El nobel es una pugna de países y lenguas. Una Eurovisión pero con smoking y canapés caros.  Cesar Aira, un escritor argentino que suele ser candidato, ha dicho que no le gustaría que se lo dieran. Perdería mi anonimato, dice, y yo le creo. Este escritor prolífico, cuyos libros tienen algo de  broma, es un tipo notable, distinto. Apenas da entrevistas ni aparece en la tele, lo que quizás sea ya, para variar, la mejor manera de proyectar la imagen. Ya tenemos al Papa, y a Messi, se trata de logar un nuevo número uno, dice sobre el premio. Aíra acaba de publicar una novelita sobre un escritor de novela gótica que se retira y se dedica al opio. Un disparate, como todas. La literatura es el opio de Aíra, el medio en el que existe. Libros buenos hay muchos, lo difícil es hacer algo distinto, es su lema.  Cuando en su país insisten en el nobel, le piden también un pequeño esfuerzo. Quieren que hable de los derechos humanos, la situación de la mujer o el capitalismo, lo que vendría de perlas para lograrlo. Ningún lugar como estos foros para que brille lo políticamente correcto, y todos saquen pecho, aunque tras las bambalinas, como vemos, impere lo contrario.  Aíra no está dispuesto. Para el, el escritor no tiene otra función que su escritura.  Lo ha repetido en Madrid estos días. Lo importante es ser fiel a sí mismo. No lanzar mensajes. No halagar. Escribo lo mío, dice encogiéndose de hombros. Eso es todo. Su caso me hace recordar esa película soberbia que es "Ciudadano ilustre", que muestra un escritor argentino a quien dan el nobel y vuelve a su pueblo. Un sitio de donde escapó hace tiempo y con razón, según descubre. No hay nobel este año y es un silencio que de pronto se agradece.    

viernes, mayo 04, 2018

Clasico

Boda de Tetis y Peleo. Jacobo Jordaens.
Pasé  por las jornadas de estudios clásicos, en el Museo, para escuchar a Siles, un  poeta que habló  del mito, esa lógica que gobernó el mundo hace tiempo, y a Emilio Río,  que explicó como el latín es la lengua que hablamos sin caer en cuenta, y allí encontré un nutrido grupo que escuchaba atentamente y aplaudía con ganas, y sentí que, a diferencia de otros foros, donde menudean la queja y cierta displicencia, como si nada estuviera como debe, en este había un entusiasmo contenido, un orgullo sereno, tal vez la convicción de que el humanismo clásico, que es la fe que profesan, merece la pena, y puede ser todavía la tabla de salvación para este mundo desquiciado, la medicina para superar las dificultades de la vida. Es como si más allá de los problemas, del arrinconamiento educativo y el menosprecio generalizado hacia las humanidades, no todo estuviera perdido y ahora más que nunca hubiera que conservar la llama.  Onfray, el filósofo francés más irreverente,  ha escrito que nuestra civilización, como todas,  es mortal,  que como cualquier organismo nace, se desarrolla y  muere, y que el mundo que forjaron Grecia y Roma y  la cultura  judeo cristiana,  que es el humus que nos alimenta, lo que nos proporciona nuestras categorías mentales y nuestra forma de entender la vida,  está en trance de desaparecer.  Puede que lo que venga sea un erial donde un cuadro de Rubens no diga nada, y donde Horacio no haya existido. Puede que la ignorancia sea cada vez más orgullosa. Puede que, como en la caída de Roma, vivamos el estertor final de la decadencia. Durante siglos se ha contado la guerra de Troya, que comenzó cuando Eris, diosa de la discordia, lanzó una manzana  de oro preguntando quien era la más bella, vengándose por no haber sido invitada a una boda. Nada nuevo ha ocurrido desde entonces: discordia sigue lanzando su manzana, las guerras, como en Troya, no acaban nunca, la bella Helena es codiciada y los invitados pelean en las bodas. Pero antes la gente conocía el sentido de la historia y el destino de los hombres: lo veía en cuadros y lo escuchaba en versos que hoy se han olvidado y hay que volver a explicar.