lunes, diciembre 28, 2015

De pie

Louie C.K.

Salí a la calle de noche, después de la cena de Nochebuena, y el cielo, después de todo el día de niebla estaba rosáceo y con un velo blanquecino muy leve, como si tuviera vergüenza y en su resplandor  se recortaban las ramas de los árboles, negrísimas,  retorcidas, como si estuviera pintadas en tinta china, y como me dolían mucho los pies y tenía la cabeza cargada, me senté en un banco a observar el cielo, la gente que se apresuraba, y me quité el zapato que me apretaba, y entonces recordé que desde hace unos meses me duelen mucho los pies, siempre parecen protestar, enseguida duelen y se me agarrotan y laten a la noche como si fueran un corazón y pensé que los pies tiene una labor callada pero imprescindible, y que sostenerse con ellos y hacer que nos lleven de aquí para allá es un servicio portentoso,  y recordé un episodio de “Louie”, una serie que es necesario ver, mejor que nunca en navidades, para curarse un poco de tanta bolas de colores,  en el que sufre un terrible dolor de espalda que le tiene doblado y visita a un médico que vive en su mismo edificio que, tras echarle en cara que no venga con alguna dolencia más interesante, le dice que no se puede hacer nada, que su columna siempre le dolerá y, si algún rato no lo hace, puede considerarse afortunado porque, sencillamente, la columna  no está diseñada para la posición erecta, es antinatural, y sentado en el banco, pensé que a los pies le pasaba lo mismo, que no están pensados para que tengan que estar siempre soportando todo nuestro cuerpo en equilibrio;  el error humano fue ponerse pie hace miles de años, a partir de ahí todo cambió: avizoramos el horizonte, dejamos de andar a cuatro patas y las manos se liberaron para usar objetos y manejar enseguida armas, allí empezó todo a progresar y empeorar a la vez, hasta llegar hasta donde estamos, al borde de un  precipicio que hay que salvar,  así que me levanté del banco y me puse el zapato y fui andando despacio; un villancico salía de la ventana de un piso, la luces del árbol centellaban dentro, uno tras otro fui tras mis pies incansables, que parecen saber siempre a dónde me llevan.

(Publicado en Diario de Navarra 28/XII)

martes, diciembre 22, 2015

Miedo

Molenbeek. Gardien de la paix.
Se ha sabido que uno de los terroristas de los atentados de Paris, el hombre más buscado durante semanas, y que todavía sigue huído, Salah Abdeslan, fue localizada apenas dos días después de los atentados en el barrio de Molenbeek, en Bruselas, el refugio más lógico, según decían, no en vano Abdeslan era un chico del barrio, pero no fue detenido, pese  a tenerlo localizado, al no ser posible hacerlo de noche de acuerdo a la legislación belga. Mientras tanto, Bruselas  estaba en estado de alerta máxima, los colegios cerrados, las estaciones y calles vacías, y las instituciones europeas blindadas y  funcionando a medio gas. Los hoteles de Paris bajaron de precio y los vuelos a Bélgica se encontraban a precios de saldo. Hasta se llegó a suspender algún partido de futbol, algo que suena a sacrilegio.  Parece que Abdeslan no detonó en Paris su cinturón de explosivos, tal vez porque falló o se lo pensó mejor,  y que tras huir fue  parado en la frontera, aunque no se  le relacionó con los hechos. Después de esa noche en Molenbeek, mientras la policía esperaba el amanecer para entrar en la casa,   pudo escapar entre los clientes  de un burdel o dentro de un armario.  Ya se sabe que si de noche llaman al timbre en un  país democrático, se trata del lechero y en Bruselas se lo han debido tomar al pie dela letra. El resultado es esta mezcla de pánico, ruido mediático y episodio de la guerra de Gila, en el que el enemigo llama antes de atacar. Es como si todo se hubiera confabulado para desatar lo que es la auténtica epidemia de nuestra época: el miedo. El miedo es una forma de prudencia no pocas veces imprudente, ha escrito el gran Escohotado, que es un hombre que no lo padece. Todo nos produce miedo, y este nos paraliza. Miedo al calentamiento global,  miedo al futuro, a morir o a fracasar, y sobre todo miedo al miedo. No tengáis miedo,  era la frase evangélica que ya no tiene sentido, porque descreemos, y eso también tiene sus pegas. Nada que ver con el otro lado, los bárbaros que se lo creen todo a pies juntillas, para quienes estas sutilezas nocturnas y la historia del lechero que llama  a la puerta les hacen partirse de risa.
(Publicado Diario de Navarra 21/XII)

viernes, diciembre 18, 2015

Escalona


Pedro Escalona es un pintor de Málaga, con cara de apóstol, pelo y barba blanca, como un San Pedro, que expone estos días en la Galería Echauri de Pamplona sus cuadros nítidos y delicados de vegetales, vasijas, cuencos, bodegones, paños, botellas, unguentos, taleguillasy objetos varios, algunos de un pasado remoto. Un hombre sonriente, malagueño, que vive, según me cuenta, en Alhaurín el Grande, donde paró en su día Gerald Brenan, el inglés que escibió el Laberinto español, que hoy es más laberinto todavía. Charlando con él, le pregunto si se quedará unos días por aquí, y me dice, sonriendo, que vuelve enseguida a su casa, porque tiene que trabajar. Es un hombre maduro, que lleva muchos años en la brecha. Mientras hay esa pasión dentro, mientras uno quiere  hacer, es posible seguir, dice, y esas palabras, como las cosas que salen en sus cuadros, no precisan nada más. 
Veo esta pareja de cuencos sobre los dos planos, blanco y negro, y pienso en Malevich y en Sanchez Cotán, y en una pareja que sigue junta, al cabo del tiempo.

martes, diciembre 15, 2015

Decidir



Pasó por aquí Monedero, en la mitad de esta campaña desvaída, con esa estudiada pinta de personaje de doctor Zhivago,  y como parece ser inevitable habló del derecho a decidir, que debe ser, por lo visto,  lo que preocupa a toda esa marea de gente indignada, sin trabajo, o con empleo precario, a todos los  que demandan una nueva política: el derecho a decidir, el poder secesionarse del resto para crear un país para los de casa.  Seguramente pensó, con razón, que eso sería la debilidad de su filial aquí, inédita en cualquier cosa que nos sea dar coartada a estos dislates  y no poner pegas al  programa de este gobierno, mientras se va aclarando, y como si no tuviéramos suficiente ya con una  campaña donde no parece estar en juego el gobierno de la nación, sino la transitoria 4ª o quien es más navarro, abogó por este supuesto derecho a decidir, bello concepto que  sirve desde luego para el individuo, para quien la vida es ese brete de optar, algo que  solo es posible  en ocasiones, porque nadie puede decidir lo que piensa, ni sobre sus sentimientos, ni es posible decidir dejar cumplir un acuerdo, o no hacer  aquello a que  nos  comprometimos; siempre nuestra  decisión es limitada, supeditada a los otros,  al cómo y de qué manera y cuando se trata de colectivos y de pueblos, para qué hablar, entonces se trata ya de decisiones que  competen a muchos, que están sujetas a normas, y está claro que  una parte no pueden decidir por su cuenta y riesgo, en este caso separase de un estado, en ningún país es esto posible, salvo acuerdo de todos, no existe este derecho,  todo se vendría abajo, solo en aquellos lugares con minorías tiranizadas o coloniales podría plantearse, es raro que un  profesor de Ciencias Políticas  pueda ignorarlo, por mucho que haya decaído la  universidad. El derecho a decidir, en realidad, es lo que vamos hacer en unas días: votar  en unas elecciones libres, con opciones distintas, y luego que lo decidido por la mayoría se respete. Poca cosa, o mucha, según se mire, que se lo digan a los venezolanos hartos de ver cómo se arruina un país rico gracias  a políticas peregrinas, algo de lo que Monedero ha decidido no hablar.

 (Publicado Diario de Navarra 14/XII)

jueves, diciembre 10, 2015

Theroux

Merece la pena decir alguna cosa de este libro de viajes, levemente melancólico, del gran Theroux, el de "La costa de los mosquitos", "Las columnas de Hercules" etc. y de aquella biografía ácida sobre el premio Nobel  Naipaul, un ajuste de cuentas que nos recuerda que un buen escritor no tiene porqué ser una buena persona. Theroux, que ha sido un gran viajero y ha  tenido siempre predilección por Africa, en la que vivió y enseñó durante años, ha vuelto allí  por ultima vez (tiene más de 70 años), y se ha encontrado con un mundo desquiciado donde campan las ONG "porque  a los únicos que les interesa el bienestar de los africanos es a los extranjeros", lo que crea un círculo de depedencia, falta de iniciativa  y subdesarollo perpetuos, y donde las ciudades han crecido sin control y se han convertido en un compendio del horror. Eso es lo que se muestra en  especial en su retrato de Luanda, la capital de  Angola, un pais que ha vivido más de 30 años de guerra sin lograr inmutarnos, donde pelearon sudafricanos, angoleños de diversas facciones y cubanos, hasta dejar un pais esquilmado, desforestado, que acabó practicamente con la fauna y la vida salvaje y que ha encontado  a la postre la maldición de la riqueza en forma de petróleo (algo que nos recuerda a algún otro), lo que ha disparado la corupción, el lujo de las minorías y la violencia en el pais. Luanda, dice Theroux, es como la antesala del  infierno, un anticipo del mundo que nos espera.  Sin terminar el camino, cuenta el libro, el viajero desiste y vuelve a casa.

lunes, diciembre 07, 2015

Sincero

 


En el  Palacio de la Salina de Salamanca he visto una exposición de caricaturas de Unamuno, y cada una de ellas lleva un texto suyo, que corresponde al momento de la caricatura, como esta de Aristo Tellez que ilustra un artículo de El Sol, del año 31, cuando se estrenó la república, en el que Unamuno escribe:

"De todas las esclavitudes, la que mas temo es la que me esclavice a mi pasado y a las ideas que en un tiempo profesé. Como las recibí con sinceridad, quiero con sinceridad dejarlas cuando no respondan a a mi pensamiento.  No me resisto a las ideas nuevas, no defiendo tenazmante el concepto que de mí los demás se forjen, no quiero ser un hombre de convicciones, un hombre convicto,es decir, vencido. Me basta con ser un hombre sincero y a la sinceridad tiendo".

Dayan

Dayan, en la muga de Navarra.
Subimos al monte desde aquella Venta, y desde el principio nos siguió un perro lanudo, parecido a uno de esos border-collies blancos y negros que ahora se ven tanto, pero este tenía el pelo pelo rojizo y blanco,  y ya desde que nos miró con aire expectante, con la lengua fuera y se fue a husmear a la perrita que nos acompañaba, que para él parecía ser bien poca cosa, noté  que sus ojos parecían de perros distintos, porque uno era azul intenso, casi lila y el otro marrón apagado, y pensé que era tuerto, así que le llamé Dayan, en honor a Moshe Dayan, el general israelí  de la guerra de los seis días, el que aparece en las fotos con su parche en el ojo, sonriente, fumando en pipa, a veces junto a esa mujer con moño, Golda Meier, ambos con el halo de los pioneros del estado de Israel, del ideal sionista, con la mística de sus Kibutz y de una patria para los judíos perseguidos, que ya no es lo mismo, pues parece haber una ley  que hace que el tiempo degrade  los mejores impulsos del hombre.  El caso es que Dayan nos siguió un buen rato cuesta arriba, a lo que debía estar muy acostumbrado, era un perro libre y andarín, pero a la vez iba molestando todo el rato a nuestra perrita, que a veces se daba la vuelta y le soltaba un mordisco que Dayan esquivaba sin problemas, como aquel otro Dayan en el Sinaí, mientras nos vigilaba con uno de sus ojos impares, así que al final le dimos un grito para que parase, sin confiar en que sirviera para mucho, pero él entonces bajó la cabeza y se fue para abajo sin rechistar. Luego, en la Venta, mientras comíamos y el día  expiraba allí fuera, iluminando las hayas con su último suspiro, nos contaron que era un perro que desaparecía a menudo y llevaba su vida propia, lo que no dejó de suscitarnos cierta envidia, y cuando contamos cómo se había ido, la camarera se rió y nos dijo que este perro acompaña a la gente si ve buen rollo, pero si no, se va enseguida, lo que me hizo admirarlo más. Cuando salimos de comer hacía ya frío, como corresponde a diciembre, y Dayan miraba a nuestra perrita torciendo la cabeza y sin acercarse, como un pobre hombre enamorado.

lunes, noviembre 30, 2015

Andres Calamaro: La Libertad

Libertad

Monumento a los Caídos. Plaza de la Libertad.

Si me hubieran dicho hace años cómo sería  una plaza dedicada a la libertad en Pamplona, nunca me hubiera imaginado que fuera ésta, la de los Caídos, demasiado solemne, aplastada por el gran monumento que destaca demasiado,  como uno de esos muebles heredaros de los antepasados de los que es imposible desprenderse, el aparador sombrío que nadie abre, un  edificio siempre cerrado a cal y canto –durante años y años nunca lo vi abierto-hasta que alguien tuvo la vana idea de dedicarlo al arte de vanguardia, sin sospechar  que un día se fuera a liar parda,  pero tras  tanto esfuerzo baldío para cambiarle de nombre y  amagar con llamarla Serapio,  el alcalde ha accedido a bautizarla libertad, como si fuera una especie de solución de emergencia; al fin y al cabo, parece pensarse,  se trata una palabra inocua que no compromete, que no dice nada; libertad, algo para salir del paso y a lo que todos se apuntan, como solidaridad, libertad, justicia; grandes palabras, como luces de neón brillantes y falsas, qué más da, nadie se preocupa mucho por ella, la libertad,  sólo los que la perdieron:  los presos, los cautivos del amor, los faltos de dinero, la conocen de verdad,  recuerdo que oía en el coche cantar a  Calamaro;  la  que siempre se busca y no se puede encontrar, decía la canción;  la que posponemos para perseguir antes cualquier otra cosa, la que tuvimos y dejamos escapar. Eso debe ser la libertad. Podríamos salir con un candil a buscar un hombre de verdad libre, un hombre que no tuviera nada y que aspirara, como Diógenes, a que no le tapáramos el sol y no lo encontraríamos en esta plaza ni en ninguna otra, pero eso a nadie le importa una higa,  porque aunque se le dediquen plazas y estatuas, nada nos da más miedo que ella, siempre hay quien prefiere antes un amo  o un sueño colectivo al que entregarse, como si no fuéramos nosotros, cada uno, quienes tuviéramos que decidir cada día, y eso  no fuera nuestro auténtico derecho y nuestra condena.  Se trata tan solo de una palabra –oigo esa voz rasgada- la hermana más hermosa, la libertad.
(Publicado Diario Navarra 30/XI)




jueves, noviembre 26, 2015

El camino de los difuntos


Compré este libro en Madrid, para leer en el tren, y cuando lo acabé, mucho antes de que el tren  llegara a Calatayud, cuando entre espasmos y vaivenes cambia de ancho de vía, lo había terminado y  al cerrarlo de golpe sentí una potente indignación; o no tanto, pues estaba tan cansado de las gestiones en Madrid, de las palabras que había oído, de los incesantes estímulos de la ciudad, para mí, que soy un tipo de provincias,  que apenas pude reaccionar, pero después, cuando el tren se demoraba en plena noche y las luces de Pamplona se veían a lo lejos pero no llegaban,  comprendí su juego sucio.
En este "Camino de los difuntos" François Sureau –éxito en Francia, se dice- relata la historia  de un refugiado vasco a comienzos de los años 80, cuando el autor, joven letrado del Consejo  de Estado francés, debe decidir si se otorga o deniega la condición de asilado político a este etarra de primera hora, huido a Francia después de participar en la muerte de Melitón Manzanas. El etarra se llama Ibarrategui y alega tener miedo de volver a España pues, pese a estar en una aparente democracia, todavía existe peligro de atentados parapoliciales del Gal. Todo aquello, ya cuando lo leía, me sonó raro: el Gal,   a comienzos los 80,  todavía no existía, y cuando lo hubo mató sobre todo en Francia, por lo que era un absurdo que alguien pensara que la vuelta a España supusiera  mayor riesgo. Además, estaba esa delicada sensibilidad del joven letrado ante la situación de Ibarrategui, en un momento en que quienes morían principalmente eran españoles a manos de Eta: eran los años de plomo, y lo fueron en buen medida por la cobertura dada por Francia a los etarras,  algo que sí puede ser objeto de una delicada revisión moral.
Todo aquello podía escudarse, desde luego, en la necesaria licencia que hay que conceder a las obras de ficción, donde ya se sabe que no es preciso atenerse a  la realidad de las cosas, ni a la coherencia del tiempo histórico o los personajes más o menos reales. Pero en este caso era distinto, porque  justamente este libro –me fijé en ello cuando lo compré- se presentaba expresamente como: "Una novela autobiográfica que se puede definir en dos palabras que riman: brevedad e intensidad. Una obra bellísima y exacta”.
El caso es que de vuelta a casa decidí buscar un poco. Enseguida confirmé que, como sospechaba,  no hubo un Ibarrategui etarra, ni alguien así disparó a Melitón Manzanas, ni se le retiró la condición de refugiado político para volver  España. A ningún etarra que actuase en el franquismo, de hecho,  se le retiró el estatuto de refugiado, eso es lo que demostraba, entre otras cosas, este artículo bien documentado de  Rogelio Alonso en el ABC, que me hizo salir de dudas.
Lo que hay en este libro, como demuestra Alonso, es una ruptura del pacto de lectura: no se puede presentar como autobiografía lo que es ficción -esto sí que es el abc-, por mucho que la frontera entre géneros, como se sabe, se esté difuminando y que lo autobiográfico y la novela se entrecrucen. En realidad, la novela siempre es autobiográfica en cierto sentido, porque parte de la experiencia vital del autor, pero esas experiencia son luego elaboradas, enriquecida, transformadas, convertidas en otra cosa: en ficción. Esto es lo que en realidad hace Seurau, pero entonces no debería hacer pasar este relato por un testimonio verdadero.
El pacto con el lector en una confesión autobiográfica, para ser preciso, no es con la verdad, algo esquivo y fuera del alcance del que cuenta algo en lo que está involucrado, pero sí al menos  la sinceridad y el respeto a los hechos, pues estos van a ser leídos no como verosímiles, sino como verdaderos.
No existe ningún Ibarrategui que hubiera muerto, como se pretende en el libro, en la plaza de San Nicolás de Pamplona a manos de los Gal, ni que esté enterrado en Zestoa bajo una lápida escrita en vasco. Ni, lo que es peor, puede existir el  sentimiento de culpa y de responsabilidad, el serio dilema moral al que dice enfrentarse el autor, como juez,  porque nunca ocurrieron.
Con hechos inventados se puede escribir una verdad narrativa, trasladar la lector al verdad de una época, de una sociedad, de un conflicto -o si no, léase Guerra y paz-  pero lo que no se puede es hacer pasar por verdad la construcción mitificada del autor sobre lo que él imagina que existió en el País Vasco en una época, aunque el libro se feche en Bayona, como si ese estar sobre el terreno garantizase algo.
Sureau nos vende gato por liebre, y cosecha, eso sí, su dudoso éxito.

lunes, noviembre 23, 2015

Algunas lecciones

Bataclan

 El terrible atentado en París, que sin duda buscaba objetivos precisos, seguramente que la opinión pública amedrentada cuestionara el papel  de Francia, también tiene enseñanzas que ofrecer, así le hacemos un poco la cusqui.  Lo primero, que contra lo que se repite a veces como una especie de mantra, no hay que estar “contra toda violencia venga de donde venga”, lo que puede ser un deseo  bienintencionado pero sobre todo una solemne tontería. Si un grupo terrorista tiene secuestrado a 100 personas o está disparando en los cafés será ridículo pensar que la policía debe  limitarse a hablar con ellos y no tengan derecho a intervenir, lo mismo que hay que hacer  frente a un maltratador o alguien que nos quiera arrebatar nuestro derecho. Hace mucho que Weber resumió esto con un conocido enunciado, al señalar que el estado es quien tiene monopolio de la violencia legítima, y no está mal recordarlo, porque hay gente, incluso en lugares relevantes, que no lo debe tener muy claro, o le interesan las equiparaciones odiosas. Entregamos a un grupo de hombres la posibilidad de llevar armas para que nos protejan, usando la fuerza como último recurso y de forma proporcional –lo que es el quid de la cuestión- y si  no fuera así,  sería justamente cuando la violencia imperaría,  y viviríamos bajo la ley del más fuerte.  Esta  violencia no es  en absoluto comparable a las de los terroristas, salvo en estados en que los gobernantes también lo son. La segunda, es que no todas las victimas merecen la misma consideración. Los terroristas de Paris eran seres  humanos y sus familiares estarán muy compungidos, pero han sido víctimas de su propio crimen. No es posible equipararlas o atender a la reparación y memoria de igual forma. Eso sería una nueva humillación para los inocentes muertos, y un mensaje desconcertante para la sociedad.  Por último, está la reacción francesa, que tanto nos ha impresionado: la marsellesa, el  no convertir los atentados en munición política,  la imagen de unidad y fortaleza del país. Todo eso que descubrimos de pronto tan necesario para que no sea el terrorismo el que termine mandando.

(Publicado Diario de Navarra 23/XI)

lunes, noviembre 16, 2015

Democrática


 Hace tiempo, cuando había dos Alemanias,  la comunista se llamaba asimismo “república democrática”, justamente porque todo el mundo entendía que no lo era, como si confiara en que las palabras pudieran disimular los hechos, y es que en política hay quien cuanto más niega, más notamos que afirma y  quien al justificarse demasiado muestra sus auténticas intenciones y esto es algo a lo que no escapa el actual gobierno al  predicarnos, por ejemplo, que  la reforma fiscal es cosa inocua por la que deberíamos estar agradecidos,  o cuando ha definido su  prodigiosa oferta de empleo en la enseñanza -70% en euskera- como una propuesta “técnica”, tan técnica que basta oír al consejero para comprobar que ni él mismo, pese a leer los papeles, logra entenderla. Y es que técnica, de acuerdo al diccionario de la corrección política, quiere decir en realidad política, que es, por cierto,  lo que corresponde  a un gobierno: llevar un proyecto político adelante, elegir entre las opciones. Se nos dijo que este gobierno del cambio sabía que iba a gobernar una comunidad plural, pero eso significa en realidad, como vamos comprobando, mientras no logre que deje de serlo. El punto filipino del nacionalismo es la pluralidad, pues lo vive como déficit, aunque disimule, pues la diversidad nos acerca al resto, nos hace ver que somos mezcla y devenir continuo, cuando lo que se pretende es ser puro y distinto. Para un nacionalista un país es lo que es, y  no puede ser otra cosa y construirlo es lo primero en su agenda.  En este empeño se gasta mucha energía, y se hace daño a mucha gente –basta pensar en los docentes que se han preparado en vano- y sobre todo distrae de lo importante.  Lograr un cambio profundo en  la enseñanza, que sería esencial, ya no interesa, porque todo se centra en el debate de la lengua.  La política navarra se vuelve más hacia dentro, más particularista y resentida ante el resto. Se esperan grandes agresiones contra nuestro autogobierno,  he oído anunciar, como si no nos bastáramos nosotros solos para perdernos,  enredados con un solo juguete.
(Publicado Diario de Navarra 16 noviembre)

lunes, noviembre 09, 2015

Moore


La Caixa, que según proclamó en su día es una entidad con alma , nos ha traído seis esculturas de un artista  de primer orden, fallecido hace tiempo, el británico Henry Moore, que se han colocado en el paseo de Sarasate y el día que las descubrí, bajo una fina lluvia, esos grandes bronces estaban mojados y resbaladizos, como si sudaran en sus posiciones forzadas, y noté enseguida que aquel sitio  no era un buen espacio para ellas, que aquellas obras colosales necesitaba más aire y más espacio, atrapadas de pronto  entre los edificios del paseo, incómodas como un concejal de Podemos en una procesión, enfrentadas sin remedio a las efigies de molde de los reyes que flanquean el paseo, a esa gran estatua que lo mira todo desde arriba,   la de los Fueros, con la que las obras expuestas, como se suele decir, no  dialogaban bien, se llevaban de hecho a matar; y de pronto noté que esa chata columna sobre la que se aúpa  un rey asexuado mostrando algo parecido a las tablas de la ley resultaba chocante, chirriaba frente a todas esas figuras, óvalos, filos, cuerpos, formas más o menos naturales de Moore; unas obras, por cierto,  que recuerdan mucho  a una época de Oteiza, pese a que éste, con su diplomacia habitual,  tildara las esculturas de Moore de engendro, como las de  Chillida; algo que no es verdad, porque aunque ya no nos resulten algo novedoso, siguen mostrando esa fina frontera entre la abstracción pura y la evocación a lo que quieren y no quieren representar, como ciertos brochazos vistos de cerca, como ciertos brillos de las frutas de un bodegón o los ropajes de Zurbarán,  así que yendo atrás y adelante frente a esas figuras imponentes, volví a ver que no pegaban,  que estaban demasiado apretadas, como si alguien las hubiera amontonado  allí a la espera de una mejor ubicación, y se mostraran incómodas, fuera de sitio, añorando los finos yerbines en los que  hasta hace poco descasaban, ajenas  a los elogios y las ofensas de los paseantes, tan sutilmente feas y tan solitarias.
(Publicado Diario de Navarra 9-11)

lunes, noviembre 02, 2015

Truman

Después de esa notable película que fue  “Una pistola en cada mano”, en la que Cesc Gay retrataba en varias viñetas los avatares del hombre de hoy, más o menos desconcertado, más o menos  infantilizado ante las mujeres y el mundo, ha vuelto ahora con el gran Darín y  Javier Cámara, que siempre tiene el don de la comicidad, en una película, Truman,  en la que un tipo vuelve de Canadá a despedirse de un amigo de infancia que sufre un cáncer terminal,  algo que sigue ocurriendo aunque se sigan todas las recomendaciones OMS, siento darles esta mala noticia: la cosa acaba mal  y esta es la mala nueva  que se celebra esto días en ese grotesco Halloween, antes todos los santos: el triunfo de los muertos, por eso todas esas calaveras y esqueletos que mostramos con una especie de excitación malsana, que nos asusta y nos atrae a la vez, son el “tema” recurrente,  no  hace mucho vi una película que lo trataba de forma distinta,  con una estética adolescente, no se si seguirá en cartel  porque duran poquísimo, era “Yo, él y Raquel”, y va de una chica muy  joven, del instituto, que sufre cáncer y las cosa se van poniendo feas;  el día que fui la sala estaba llena de adolescentes bulliciosos que de pronto callaron, porque esto no falla, el cáncer y la muerte siguen teniendo mucho gancho, y Cesc ha dicho que es un tema apropiado para sus 48 años, ahora que las balas comienzan a caer cerca, y que ha hecho la película desde el miedo, que no es un buen sitio para hacer nada pero puede que a él no se le note. Es difícil, en todo caso, hacer otra película sobre el cáncer sin caer en el  sentimentalismo: es una experiencia que hace que uno  valorare más la vida etc. se dice en estos casos, con las mejores intenciones,  pero parece que el cáncer fuera algo que no puede uno perderse, como un viaje a Cancún. Lo mejor de Gay es que hace un cine  cercano a la vida y deja que uno ponga las conclusiones, que no es poco.  En esta sale un perro, Truman, la excusa perfecta para trenzar una historia,  pues algo  hay que hacer con él, como con el resto de nuestros asuntos,  antes de salir de escena.

(Publicado DN 2 noviembre)

lunes, octubre 26, 2015

No




Dolores Agenjo, directora de instituto.
Solo un instituto de Cataluña, tal como hemos sabido gracias al proceso judicial que a duras penas se ha puesto en marcha, se negó a prestar su sede   para la consulta independentista del 9N en Cataluña.  Se trata del instituto Pedraforca, en Hospitalet, cuya directora pidió una orden escrita, cosa que no obtuvo. Más tarde, después de oír a la Consejera  negando ante el Juez  que hubiera habido presiones o consignas, se plantó en la plaza de Sant Jaume con una pizarra en la que volvía a decir NO. Nos hemos callado demasiado, y yo ya no paso por ahí, explicó.   A esta mujer se le ha llamado enseguida fascista, que es el epíteto que en España, incluida Cataluña, se utiliza con alguien cuando no se tienen argumentos, pero no cuela.  Según he visto,  su familia llegó a Barcelona, al Carmelo, cuando era niña desde un pueblo de Toledo; su padre  trabajaba en la fábrica y oía la Pirenaica por la noche y ella militó en la extrema izquierda en la universidad.  Con el tiempo, convenientemente desengañada, simpatizó con Ciutadans,  que fue en Cataluña otra forma de rebeldía. Muy joven, con un buen número en las oposiciones, entró de maestra en el instituto de Pedraforca, un barrio de inmigrantes, antes andaluces y ahora extranjeros, donde acaba de jubilarse. La mujer del NO pidió declarar en el Juzgado, para dejar claro que su negativa la puso en la picota, y al salir no había alcaldes con la vara en alto, aplausos, compañeros de la enseñanza, ni escrache para que el juez tomara nota. La Generalitat ha mantenido que en modo alguno dio órdenes, sino que los centros cerraron todos  motu proprio. Pero si esto fuera así, sería aún peor. Se trataría de la perfección del poder: no hace falta dar órdenes, porque todo el mundo  sabe lo que tiene que hacer. No sabemos si el gesto de esta mujer valdrá de algo,  pero al menos los alumnos de su instituto han recibido de su directora una última lección, no con bellas palabras, como es usual,  sino con hechos: la de que a veces hay que salirse del rebaño, tener coraje y decir no.  Aunque una se quede sola, como Antígona.

(Publicado DN 26 octubre)

lunes, octubre 19, 2015

Convenio


Albert Rivera ha insistido en su intención de terminar con el régimen fiscal de Navarra y el Convenio lo que, antes que nada, es una pena, pues las crecientes simpatías y el favor que Cs está cosechando en toda España, se van a ver de nuevo muy mermadas en Navarra donde la cuestión foral y la continuidad del convenio son un auténtico tabú.  Puede que esta posición frontal sea una necesidad para ser coherente con un principio de igualdad que le es muy caro y una respuesta a la pretensión de  Cataluña de tener un régimen similar, pero a mi juicio podía haberse  centrado en  el huevo y no en el fuero. El régimen fiscal navarro, su autonomía histórica, han sido la manera en que Navarra se ha vinculado a España y ha construido su propio camino e identidad, hasta el punto que teniendo paisajes, lenguas y tipos humanos muy distintos, son esas pocas leyes las que le han dado carácter y la han mantenido unida. Algo, a juicio de Caro, por ejemplo, extraordinario. Poner esto en cuestión es cuanto menos arriesgado, mientras que aceptar esta particularidad, como ya se hizo en la Constitución, y discutir si se quiere la aportación de Navarra sería más apropiado. A fin de cuentas, por aquí se insiste a todas horas en que debemos ser solidarios, y que nos molesta que nos vean como privilegiados, luego no debe haber mucho problema. Lo cierto que tener hacienda propia supone una cierta ventaja pero es a la vez un sano  ejercicio de responsabilidad: se gasta de manera diferente cuando uno debe recabar los ingresos, lo que sería una buen modelo en muchos sitios. Pero siempre que existan correcciones. El último estudio sobre balanzas fiscales, referido a 2012, señala que siendo las comunidades forales las que cuentan con mayores recursos, disfrutaron de un superávit fiscal, pese a estar entre los territorios más ricos del país. Es decir, recibieron del estado más de lo que aportaron y  fueron, por el contrario,  Madrid, Baleares y en menor medida Cataluña -a quien reclamamos ese esfuerzo-,  quienes contribuyeron a favor del resto, algo que no es posible obviar.
(Publicado DN 19octubre)

lunes, octubre 12, 2015

Viento

Me senté a las puertas de la casa, el primer día en que el otoño llamaba a la puerta, y el viento comenzó a mover las copas de los   árboles y creció de pronto hasta despeinar el horizonte y agitarlo todo y  en un momento el suelo estuvo  repleto de hojas, cáscaras y pilongas, algunas gotas me golpearon la cara, y sobre la mesa la ventolera  levantó las servilletas de papel por el aire, los restos del festín fueron  de un  lado a otro sobre  la mesa, y  una ráfaga  abrió la caja  con  los frutos del huerto que alguien había traído y que recordaban un bodegón de otoño:  los membrillos, las uvas tersas, las nueces, junto a unas granadas que al tocarlas parecían objetos de jade, y mientras me refugiaba del viento que no paraba de crecer y se oía ya como un aullido cercano, pegado a la pared, vi los troncos de viejos arboles venciéndose,  y pensé que la casa podía venirse abajo o que el viento podía levantarla y llevarla por los aires, y recordé la novela de Torrente Ballester “La saga/fuga  de JB”, hasta vi su portada azul con un pueblo flotando sobre las nubes; era, recuerdo, un libro de Destino, de los años 70: los tiempos de Delibes, Ferlosio, la Matute y Ramiro Pinilla, cuando los libros querían retratar el mundo y puede que recomponerlo; un libro, recordé,  que canceló el  realismo y dejó todo el campo  libre para el juego y la imaginación, en la estela  de Cunqueiro, que fue  otro gallego prodigioso. Ya no se escriben libros así, pensé en ese momento; libros con esa ambición y esa ironía profunda  y cervantina, sino que es la  dura realidad la que se ha impuesto entre nosotros, y recordé entonces que en la saga de JB  había lampreas brillantes, brumas  y cuerpos santos en  el agua, y otras mil otras cosas fabulosas, pero sobre todo un momento en que el pueblo,  Castroforte, se alzaba del suelo y emprendía su propio camino  por las nubes y yo, en ese momento, cerré los ojos y me dejé llevar por ese viento cálido del sur que anunciaba sin embargo la llegada de los días cortos y fríos, sintiendo que también perdía pie y ascendía por el aire, liberado del suelo y sus ataduras, como en un sueño.
(Publicado DN 12 octubre)

domingo, octubre 11, 2015

Buda en el ático


Es dificil escribir novelas nuevas que no sean repetición de una tradición que viene del XIX y pasó por un experimentalismo vanguardista que hoy ha muerto.  A nadie se le ocurrer escribir otro Ulises, pero todos los días sale una novela histórica o negra practicamente intercambiable con cuaquier otra. Buda en el ático, la novela de Otsuka , supone una innovación  que quizás abra un camino. Para empezar, se lee muy bien y siendo un experiemento narrativo, no quita para que nos enganche con la historia  de las mujeres japonesas que emigraron a EEUU para casarse y fueron luego confinadas con sus familias, al comienzo de la guera mundial. Una buena historia, narrada de forma diferente: en vez de usar la primera o tercera persona, como es usual, utiliza un nosotros -mejor, nosotras- primera del plural, creando un relato coral muy peculiar. Es como un flujo que va acumulando experiencias y sensaciones, que no se detiene; como una pintura hecha de ligeros brochazos que se van acumulando en el lienzo, emocionantes. Fragmentos de historias, verdad que se deprende de los detalles precisos,  personajes con itinerarios breves que aparecen, nos dejan su recado  y se van, rastros de  aquellas mujeres fuera del tiempo y del recuerdo, historias  parecidas a la vida, que no tiene trama.  

miércoles, octubre 07, 2015

Piedras



Paseando por la feria del libro antiguo, mientras el tiempo se decide a llover o parar, encuentro este libro que Caillois dedicó a las piedras,  esas que siempre se han acostado al raso o que han dormido en su yacimiento y en la noche de las vetas y siento que el día me depara un hallazgo. Hace tiempo que descubrí a Caillois y El hombre y lo sagrado me hizo ver qué era la fiesta y porqué entre nosotros es un mero vestigio, y a eso dediqué un libro, pero los suyos son difíciles de encontrar y son también piedras raras que duermen en lugares oscuros. Hablo de piedras con mas edad que la vida y que permanecen, en los planetas fríos, incluso después de que ésta tuviera la fortuna de eclosionar con ellos, aclara al comienzo del libroEl nombrede Caillois evoca al surreailismo,  a Georges Bataille, a Michel Leiris, y también a Borges y Silvina Ocampo, a quienes frecuentó al recalar en Buenos Aires durante la guerra. Marguerite Yourcenar le dedicó este texto  y Cioran prorroga estas Piedras que aparecen de pronto, como un cuarzo brilante, en un puesto de libros de saldo.

martes, octubre 06, 2015

Colomo

A pesar de llevar toda la vida haciendo buen cine, el director Fernando Colomo acaba de rodar a duras penas su última película  en Menorca -“La isla bonita” se llama- con cuatro duros, sin guion, vestuario ni luces y con un reparto reducido, incluido él mismo. Colomo tiene 69 años, acaba de separarse y perder su piso y con esas grandes gafas de pasta y su mirada de sorpresa, parece no acabar de creerse lo que le pasa. “Estoy en la ruina”, ha declarado con media sonrisa. Su caso recuerda un poco al de Jorge Sanz, que logró que su decadencia como actor diera lugar a una gran serie “¿Qué fue de Jorge Sanz?”, que lo reivindicó. Los dos bordan el papel de personajes simpáticos, gamberros y de poco de fiar que son,  en el fondo los que más nos atraen: gente capaz de reírse de sí mismos, y mostrarse en falta. Para lo contrario ya tenemos a mucho figurón. Colomo ha vuelto a Menorca, una  isla que le sedujo hace años,  para  rodar una historia que ha ido improvisando,  en la que  hace de sí mismo y se muestra como es, sin disimulo.  Siempre he tenido ganas de rodar un film sin la parafernalia habitual, ha dicho, haciendo de la necesidad virtud. En un cine como el español,  siempre llorando por falta de apoyos,  esto es una lección: la  de que a pesar de las dificultades es el talento y no los medios lo que más cuenta. En realidad, todo arte que merezca la pena nunca se ha hecho con comodidad y aplauso, ni a base de subvenciones, que siempre derivan en amiguismo y compromisos, sino que ha surgido  entre problemas, sorteando limitaciones y pruebas, a contracorriente,  y esa es la enseñanza de Cervantes. La escasez aviva el ingenio. Colomo ha presentado “Isla bonita” en el festival de San Sebastián, como hizo hace muchos años con su primer trabajo, aquella deliciosa “Tigres de papel”, con Carmen Maura y Resines, que retrataba con humor la empanada mental de aquellos progres de los años 80, siempre embebidos de grandes principios, tan nobles como lejanos de la vida real. Desde entonces ha llovido mucho, pero se diría que alguno no se ha dado cuenta. 
(Publicado DN 5 octubre)

martes, septiembre 29, 2015

Agua

Entré en el agua del mar, para despedirme del verano, y como  estaba tibia y clara  me dejé llevar boca arriba, viendo el sol en el cielo extendido como un paño azulísimo, y luego me di la vuelta y nadé un poco a crawl, y de nuevo bocarriba entrecerré los ojo y vi enfrente la mole alargada del monte Jaizkibel, los barcos de vela que volvían a la bahía al final de la tarde, y para cuando me di cuenta me había alejado bastante y no había nadie alrededor, así que intenté volver alternado braza y espalda, no exactamente apurado, pero sin tenerlas toda conmigo, hasta que por fin llegué a la orilla, donde debía sentirme aliviado, pero no fue así,  porque enseguida comprobé que aquel  no era el lugar por el que había entrado hace rato y allí no estaba  la toalla y la  mochila donde, al haber venido solo, había dejado mis cosas: las llaves del coche, el dinero, los carnets, así que eché a andar hacia un lado, pero enseguida di la vuelta y fui hacia el otro, rabioso de no haber tomado una referencia clara, y noté que el sol se había ocultado ya tras el monte, que ahora me parecía oscuro y tétrico, y empezaba a hacer fresco, la mayoría de la gente había desfilado ya, y lo cierto, me dije rabiando,  es que mis cosas no aparecían por ningún lado, lo que me hizo tragar saliva, pues no sabía que hacer allí, inerme en traje de baño, y en ese momento me dio por pensar en los refugiados que llegan a la playa sin  nada, felices de haber llegado a tierra,  y son recibidos por un tipo con  chaleco y una manta, y pensé que yo tendría que salir ahora en busca de alguien así,  encontrar un alma caritativa en el paseo que me dejara llamar por teléfono, o un gendarme que me auxiliara o me confundiera con un sirio que ha llegado al océano equivocado, y dando tumbos pasé junto a un gran pez que hay allí en  la playa, y justo a su lado, en un sitio en que juraría no haber estado antes, estaban mis cosas en un montón, como si fueran las de un ahogado: los pantalones en un bolo, la mochila intacta con todas las cosas: esas que son las que hace de mí lo que soy, sin las que apenas soy nada, pensé, salvo un cuerpo vagando con pesar por la arena.
(Publicado DN  28 septiembre)

lunes, septiembre 21, 2015

Romper



Causa escalofríos ver a un representante de Navarra romper en la tribuna del Congreso de los diputados un ejemplar de la Constitución, como ha hecho el diputado de Amaiur, algo que en el fondo nos retrotrae a esa Navarra trabucaire, integrista, opuesta a las constituciones liberales que iban a  traer la peste.  Romper la Constitución en un parlamento es toda una declaración de intenciones, un  programa de máximos. Las leyes que no gustan se cambian, si uno convence, pero no se rompen a la brava. Así de fácil. Ya tiene escrito la historiadora Mari Cruz Mina, que en Navarra hay gente que ha cambiado de  ideas, pero no de forma de pensar, que en cuanto nos descuidamos sigue siendo visceral, de todo o nada, proclive al aspaviento y la descalificación del contrario, y el numerito de la tribuna lo confirma.  Aquí hay quien ha pasado, por lo demás,  de  ser acérrimo de una cosa a la contraria, pues hay quien prefiere tener un causa a la que entregarse, antes que una vida propia, que es más difícil. Todo menos estar solo y libre bajo el cielo estrellado, a la intemperie. Nuestro diputado, por lo demás,  llevaba para la ocasión una camiseta con la estelada y lanzó vivas a Cataluña, que se dirige sin inmutarse a romper la baraja y jugar por su cuenta, y esa debe ser la aspiración última de estos grandes progresistas: conseguir que cada territorio se desgaje, y viva en una especie de paraíso propio, sin los molestos vecinos. No sabemos si una vez independientes procederán a federarse poco a poco de nuevo, pues todo vuelve.  En Navarra no hubo al principio mucho apego a la Constitución. En su día, desde aquella Alianza foral navarra hasta HB, de un extremo a otro, se opusieron a ella y solo la UCD y el socialismo, hay que decirlo, la apoyaron abiertamente y acertaron de pleno, pues bajo su abrigo hemos vivido una época próspera y libre, aunque hay quien no consiga ver lo obvio. Puede que ahora  esta Constitución requiera algún repaso, pero al ver sus hojas rotas por el suelo recordé que para para acabar con ella entraron un día en ese mismo Congreso a tiros, y no lograron.
(Publicado DN 21 septiembre)

lunes, septiembre 14, 2015

Duran

Oigo a Duran i Lleida quejarse del trato que le está dando TV3, la tv pública de Cataluña,  donde apenas sale salvo para ser despellejado en tertulias en las que reina la doctrina independentista sin rubor. Que alguien como Duran, cuyo partido, Unió, ha sido socio durante décadas de Convergencia y gobernado Cataluña al unísono denuncie esto es revelador.  Este hombre, de largo recorrido en la política, ilustra la triste imagen de un catalanismo moderado, componedor, dispuesto a vivir con España  que se resiste a admitir la ceguera del camino emprendido por Mas y los suyos. La independencia,  más allá de cualquier otra consideración, es un mal negocio y con eso debería bastar, viene a decir Duran, desconcertado. Una cosa era amagar con ello y otra creérselo.  Lo cierto es que este catalanismo racional y posibilista de Unió ha desaparecido, y las encuestas le dan muy pobres resultados. El momento es apto para la política de brocha gorda, para el sí o el no, sin más matices. Que Mas necesite para sus planes a la CUP, que está dispuesta a declarar la secesión de un día para otro, aunque eso suponga sacar a Cataluña de la UE, le produce escalofríos. Pero el mayor desatino, a su juicio, es que se dé por buena la independencia  con un  apoyo que apenas sobrepasaría el 40% de los votos, que es lo que suman Junts pel Si y las CUP, lo  que terminaría de fracturar y empobrecer a la sociedad catalana para mucho tiempo. El ejemplo de Quebec, donde se exigió una  mayoría muy amplia que justificara una ruptura del país, viene enseguida a la cabeza. En realidad las razones de Duran, viniendo de donde vienen, son una   munición más letal  que la que ha disparado buena parte de la oposición españolista y resultan apabullantes. Sin embargo, es difícil que se le escuche. Hace ya años que Orwell escribió una breve obrita sobre el nacionalismo (y las ideologías en general)  en la que señalaba que con él lo primero que sufre es la verdad, y que entregarse a  una causa que se coloca por encima de todo, lleva a  justificar cualquier sacrificio y, por supuesto, a negar la realidad si hace falta, lo que viene a probarse de nuevo.
(Publicado DN 14 septiembre)

lunes, septiembre 07, 2015

Éxito




Una de las cosas que se han dicho a raíz de este drama de los refugiados, es que se trata de un fracaso de Europa.  Pero lo cierto es que no es así. Se trata más bien del éxito de Europa, en la medida en que todo el mundo quiere venir aquí y está dispuesto a arriesgar la vida en  ello.  El camino de los refugiados sirios, afganos, libios somalíes etc. en su mayoría musulmanes, no es ir hacia el este sino correr hacia el oeste, y cuanto más al oeste mejor: hasta Alemania, que está preparada para acoger 800.000 emigrantes, algo que deja en nada nuestros modestos esfuerzos, o hasta Inglaterra, que está dispuesta a mucho menos, pero que no disuade a quienes esperan en Calais sin querer quedarse en la acogedora Francia.  Otra cosa es la pasmosa falta de organización, la lentitud exasperante en la toma de decisiones, las zancadillas entre naciones, algo tan común en Europa, y que se comprueba estos días con las peripecias de esos refugiados que se agolpan en la bella estación de Budapest, peleando para montar en un tren que no se sabe adónde va y que recuerda las peores pesadillas del pasado. En un mundo donde hay policías en cada esquina y existe la  cruz  roja, alguien se las ha arreglado para que se esfumen en el peor momento. No hay mensajes ni explicaciones,  salvo  un vociferante primer  ministro húngaro que anima a los que huyen a no venir por aquí.   Europa es un éxito, pero un éxito amargo, lento y burocrático, tanto para  los que vienen de fuera como para los que vivimos dentro. Europa es una región próspera en que el fanatismo no impera y existen, mal que bien,  instituciones y derechos para las personas, pero eso no nos convierte en culpables de los horrores que pasan en todas partes, aunque nos coloque en un dilema moral y ponga a prueba nuestros principios.  Es verdad, como ha dicho ese niño sabio, que si  acabáramos con la guerra en su país ellos no vendrían, pero intervenir en una guerra brutal y enrevesada como la Siria, donde no sabe quién es peor,  manchándonos las manos y llevando soldados a la muerte no parece fácil, ni sería bien visto, sobre todo por aquellos que siempre se apuntan al fracaso. 
(Publicado Diario deNavarra 7 septiembre)