lunes, septiembre 03, 2018

Veneno

Sobre la balconada del mar, en Hendaya, está la librería Ulysse, como si fuera una declaración de principios. En este país el mejor lugar, viene a decir, la primera línea, se reserva a los libros. Ulysse es un sitio grande, destartalado, plagado de libros viejos y de ocasión, sobre todo de viajes, con cajones de saldo y baldas repletas. Apenas abre tres meses al año, hasta que Catherine, su propietaria, echa el cierre y parte de viaje. Ella encuentra libros valiosos, pero dice que le da pena venderlos y los esconde. Los libros de Ulysse, de otra época, hablan de países que ya no existen. Estas tardes luminosas, con un vientillo fresco del océano, es una delicia entrar un rato en la penumbra de la tienda solitaria y echar un vistazo. Solo al cabo de un buen rato Catherine, que está en el balcón tomando un té frente al mar, sale a ver si necesita uno ayuda. Viendo todos estos libros reunidos por países e idiomas, he recordado a Abelardo Linares, gran librero y editor de Renacimiento, que ha dicho que los libros son como un veneno, pero al contrario que el resto, solo perjudican en pequeñas dosis. Es muy peligroso leer solo un libro, la Biblia o el Corán, alimentarse solo con una dieta. Tomar mucho de todo es lo más beneficioso. A veces, dice, no hace falta ni leerlos, basta con tenerlos cerca para sentir su protección. Linares fue tras libros por medio mundo, como un detective tras su presa. Ahora le llaman el hombre del millón de libros. En realidad, los libros son casi infinitos, para lo corta que es la vida humana. Por eso una gran librería siempre nos inquieta. Entre las pobladas baldas de Ulysse he visto un ejemplar de “El monje y el filósofo”, una conversación de J.F. Revel, el filósofo, con su hijo, monje budista. El padre intelectual, lleno de razonamientos, el hijo buscando el vacío donde se encuentra la iluminación.  Cuando se sigue un camino en la vida, siempre se añora otro. A veces son los hijos quienes lo siguen, como si les hubiéramos transmitido un deseo oculto. Del veneno de los libros es difícil desengancharse, sería una mala señal. Si deja de interesarme leer, ha dicho estos días Savater, cierro la tienda.

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