lunes, enero 25, 2016
Medalla
El Ministerio de Cultura ha concedido la medalla de Alfonso X el Sabio al periodista Iñaki Gabilondo, lo cual no tendría mayor importancia si no fuera porque la concesión ha sido a título póstumo, lo que confirma que en España hasta que te mueres no te conceden mérito alguno, pero que choca con el inconveniente de que Gabilondo sigue tan vivo como siempre, incluso ahora un poco más. Se comprende que el Gobierno y sus ministros están en funciones, y algo alicaídos ante lo complicado que lo tiene Rajoy para formar gobierno -aunque hacer predicciones sobre ello es hoy como jugar a la bolsa, una ruleta rusa-, pero dar por muerto al premiado es como matarle si no de obra, de pensamiento y queda mal, aunque a las horas se rectifique. Recuerdo un cuento de Tobías Wolff, un escritor de relatos, certero y feroz en su estilo, como un halcón cazando, de aquellos que siguen la máxima de Chejov de que a un cuento siempre le sobra la primer parte, en el que un joven periodista metía la pata publicando la necrológica de un hombre todavía vivo, por lo que era despedido, pero luego se demostraba que el tipo había simulado su propia muerte para poder salir en el periódico. El hombre quería darse el gusto de acudir a su propio funeral y luego resucitar, como podría ufanarse Gabilondo. A Wolff le interesa la mentira, casi todos sus cuentos juegan con ella: un niño, tras la muerte de su padre, se inventa terribles enfermedades en su familia, un hombre sin fortuna dice saber dónde se encuentra una mina de oro, o el falso obituario. Todas estas mentiras, en realidad, son una especie de salida, un intento de enmendar las cosas, una forma de hacer la justicia que la vida no nos ofrece. Son fantasías más que mentiras, aunque a sus autores les remuerda la conciencia. Se trata de huir de los hechos, lo que siempre es una tentación. Hay otro cuento de Wolff que recuerdo ahora, en el que un perro ataca a un niño y eso desencadena una reacción en cadena que nadie controla. Nada es en vano, viene a decirnos, todo es una trama que hay que saber ver y en eso andamos.
(Publicado Diario de Navarra 25 de enero)
lunes, enero 18, 2016
Finezza
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Andreotti. Finezza. |
(Publicado Diario de Navarra 18 enero)
jueves, enero 14, 2016
Hemeroflexia: Lo que yo me figuraba
Hemeroflexia: Lo que yo me figuraba: EL lector habitual de esta página acaso haya observado que el epígrafe que la encabeza ha cambiado, como es costumbre a comienzo del año: h...
lunes, enero 11, 2016
Magos
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Reinas magas. Valencia. |
(Publicado Diario Navara 11/I)
miércoles, enero 06, 2016
Knausgärd
En una especie de vorágine exhibicionista, el escritor noruego Karl Ove Knausgärd, ha publicado 6 libros -he leído el primero, La muerte del padre- en los que cuenta su vida con un extraordinario realismo, sin ocultar nada, desvelando aquello que no debe ser dicho: lo que uno piensa en realidad de gente cercana, por crudo que sea, las miserias diarias, la muerte de un padre devastado por el alcohol; todo ello junto al relato de las menudencias cotidianas, lo banal, lo repetitivo, el chisporroteo de un huevo en la sartén. Un empeño para hacer volar por el aire cualquier ficción, que se empequeñece ante este propósito desaforado. Y es que existe una cierta sensación de que la ficción ya no vale, que es una impostura, un artificio que muestra sus costuras, y que lo literario, hoy, debe arriesgarse a incorporar la verdad de quien escribe, su libra de carne, que decía Lacan. Todo es materia literaria. La ficción se queda para el cine y las series, con las que no es posible competir, y la literatura huye y se refugia en los márgenes, se enreda con aquello que no se puede contar.
Los seis tomos de Knausgärd completan una serie que bautizó con humor negro “Mi lucha”, una auténtica vuelta de tuerca al relato autobiográfico en el que el autor, ya que no en sutilezas de estilo –dice haber escrito 20 folios diarios durante años-, gana por la ambición de su escritura, por el empeño en desnudarse, por la decisión de abarcarlo todo. Su estilo es el hiperrealismo del detalle, la digresión y la asociación libre y esa escritura torrencial, ese empeño de inventariar los hechos, esa ambición de contarlo todo, crean en el lector una especie de atracción hipnótica, un estrecho contacto con una voz que atrae y provoca rechazo a la vez.
Puede que haya a quien repugne, pero el éxito de Knausgärd ha sido grande en los países nórdicos, y no ha pasado desapercibido entre nosotros, por mucho que su familia cercana le haya retirado la palabra. Pero el arte, por lo visto, debe estar por encima de eso. Sin embargo, es justamente el arte el que siempre ha ido por otro lado: no en mostrarlo todo, sino más bien en ocultar una buena parte, en trabajar con símbolos e indicios, en velar las cosas, en sugerirlas, en dejar huecos. Solo así se suscitaba la atraccion de la obra. La transparencia no ha sido nunca lo bello. Las cosas no desaparecen en la oscuridad, sino en el exceso de iluminación, dice Braudillard. No concluyen en la oscuridad y el silencio, se desvanecen en lo más visible que lo visible: la obscenidad.
lunes, enero 04, 2016
Carta
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Pedro Ituralde, premio Ppe. Viana 2007 |
(Publicado Diario Navarra 4/I)
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