lunes, marzo 21, 2016

Banderas

E. Manet. La Bastille.
En los EEUU –el ejemplo valdría para casi cualquier sitio-, tienen solo  una bandera que ponen en los porches de las casas y en los balcones, a la entrada de la escuelas y las tiendas, como se ve en las películas, y existe una veneración por ella, incluso excesiva, hasta el punto que a veces resulta  poco patriótico no ponerla. Ello es compatible con que se trate de un país multirracial, hecho de aluvión de gentes de todo el mundo que ahora, por ejemplo, celebran el día de San Patricio desfilando por la quinta avenida con la bandera irlandesa, lo mismo que el año nuevo chino, las fiestas mexicanas, el día de Armenia o una procesión italiana. Entonces pasean con sus banderas, sus dragones y sus enseñas a todo trapo,  pero en el Ayuntamiento está la de la ciudad y la de barras y estrellas, que es lo suyo.  Por  encima de su origen y de su lengua, de llevar allí siglos o meses, la bandera representa simplemente que se es de ese país, que se tienen unos derechos,  que uno pertenece a una comunidad más amplia y dispar, aparte  de tener una familia,   sentirse  católico, cantar ópera,  cambiar de sexo o llevar turbante  sij. No hay que poner en New York las banderas de todas partes y todos los sentimientos para satisfacer  a todo el mundo, sino que todo el mundo puede sentirse como quiera bajo la misma bandera. La bandera es un símbolo laico, un mínimo común denominador, un hábil resumen.  A diferencia de EEUU, nosotros somos una sociedad mucho más homogénea, que ha vivido junta durante siglos, con diferencias insignificantes y que aparte de la de España y Europa –cuando no está castigada-,  tenemos la bandera de Navarra desde hace mucho. Recuerdo haberla visto en Brujas, junto a los de otros países que negociaban con Flandes, en el  viejo salón  gótico de la ciudad.  Tres banderas son más que suficientes. Si queremos poner más para intentar contentar todas las sensibilidades, será un lío.  Por esa razón habría que poner el crucifijo en todas partes, pues complace a una mayoría.  Volver a esta matraca no tiene sentido.  Salvo que lo esencial del cambio que se anunció sea, en realidad, un cambio de banderas.
(PublicadoDiario de Navarra 21 marzo)

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