lunes, enero 16, 2017

Rescate

Ang Rita. Sherpa.
En 1980 llegó Pamplona el sherpa Ang Rita, invitado por varios montañeros de Pamplona a quienes había acompañado en el asalto al Dhaulagiri, un clásico del Himalaya,  y su visita levantó mucha expectación. Para empezar, Rita y un compañero llegaron a Barcelona en avión,  pero sin equipaje, pues al parecer no vieron necesario traer ropa de recambio  o puede que no estuvieran seguros del clima de Pamplona,  no en vano era la primera vez que salían de su pueblo. La impresión ante una ciudad europea y moderna debió ser mucha, pero lo que más les llamó la atención,  por encima de cualquier otra maravilla, fue subir en un ascensor, lo que hicieron varias veces,  para comprobar cómo iba arriba y abajo cada vez. Eran, sin duda, otros  tiempos, los montes y los viajes se hacían con más calma,  regían las distancias y quedaba  alguna gente feliz.   Cómo nos ven los otros es algo que da muchas pistas de lo que realmente somos. Hay un hombre negro,  por ejemplo, que llegó hace tiempo del Camerún también sin equipaje, y que se dedica a la venta de collares y baratijas por los bares –me pregunto quién monta todo esto-, y que al llegar a Pamplona un otoño,  lo que más le  sorprendió fue que había gente cuyo trabajo era recoger las hojas que habían caído de los árboles. Cómo serán de ricos aquí, escribió a su familia, que pagan a alguien por barrer las hojas del suelo. Tenía razón. En África y en gran parte del mundo, la basura se amontona en cualquier parte, se vierte a los ríos, y las hojas se las lleva el viento muy lejos, a veces perseguidas por esos perros famélicos que sobreviven a duras penas y que ladran a todo lo que se mueve. Pero si ese hombre llegara hoy a nuestra ciudad,  no serían  las hojas barridas, sino la historia  del rescate de un perro con un helicóptero, que hemos conocido sin inmutarnos estas navidades, lo que le dejaría pasmado. El equipo de rescate  se descolgó de una peña cercana para no asustar el can, y se lo entregó a su dueño. Si este hombre cuenta esto a los que siguen allí en el Camerún, no van a creer que él siga a duras penas  vendiendo por los bares.
(Publicado Diario Navarra 16/I/17)

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