26 diciembre. De sol a sol.
El escritor José Jiménez Lozano |
Si ya no viviese
Cuando los petirrojos vuelvan,
Dadle al de la corbata roja una miga en mi recuerdo.
Armada le lleva en coche por la planicie castellana -esta parte podría tanto ser Jutlandia como Castilla, dice Jiménez mirando por la ventanilla esas extensiones sin un árbol- hasta su pueblo de nacimiento, Langa, y allí, junto al cartel del pueblo, sentado en el suelo y encendiendo un cigarro, posa para una foto insólita. Hago cálculos y me digo que hoy, si vive, tendría 87 años. Entro en internet y compruebo que acaban de darle un premio, o una condecoración para laicos en la Iglesia, que le ha otorgado este Papa. El ya estuvo de corresponsal en el Vaticano II y siempre ha sido un cristiano heterodoxo (quizás la única forma de ser cristiano). Representa la tentación mística, la religión inaprensible, la esperanzada llama en el vacío. En el vídeo de la concesión de la medalla se le ve muy mayor dentro de un traje con chaleco que le siente mal, con un cuello de la camisa rebelde que se le levanta y se va hacia un lado, como si bizquease. Recuerda a Ferlosio recibiendo el Cervantes, pero más pequeño y rechoncho, como un sapo sabio. Sigue teniendo unos ojos azules en una mirada plácida, un poco vidriosa ya. Mirando aquí y allá encuentro una referencia suya a Unamuno, escrita en 1986, en el cincuentenario de su muerte: "Unamuno es alguien que emite un mensaje directamente emanado de su existencia, en lugar de dedicarse a una construcción intelectual respecto a la existencia", que es algo que se dijo también de Kierkegard, el danés.
A veces pienso que debería dejar de escribir, se despide Jiménez, pero ¿qué haría entonces?