miércoles, enero 17, 2018

Diario de Hendaya (26)

  15 enero. Diente.

 


Ella está reclinada, en silencio, absorta, esculpiendo mi pequeño diente con una lima, que luego ha de encajar en su agujero, y yo la miro de reojo desde el sillón, con la boca abierta. "Me das envidia", le digo. Ella levanta la cabeza y me mira, interrogante. "Trabajar con las manos", le digo. "No pensar, sino limar ese pequeño diente que me va ir bien". Ella sonríe de nuevo y vuelve al diente. Trabaja con seguridad, como si algo le indicara cuando tiene que parar. Repite el mismo gesto con su  dedo extendido pasando la lima por el diente mientras le da vueltas muy despacio. El dominio del gesto, que siempre pasa desapercibido,  implica   un conocimiento profundo, fundamental, hecho de un montón de experiencias, un largo aprendizaje.  Solo tras muchas repeticiones el carpintero desbroza, el escultor golpea, y el cirujano corta. Algo simple y complejísimo, una actividad a medio camino entre la conciencia y lo que está fuera de ella.  "Entre fuerza y suavidad la mano encuentra y la mente responde", dice el Zhuangzhi, sobre ciertos gestos.  La mano y la mente trabajan una con la otra, sin tensión, en una concentración profunda, silenciosas.   "Al comienzo veía todo el buey ante mí –dice el carnicero que lo ha despiezado mil veces-, luego parte. Hoy lo encuentro con el espíritu, sin verlo ya con los ojos".

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