lunes, noviembre 05, 2018

Novela

Pensaba escribir una novela, pero he desistido. La novela, como género, está acabada. Las cosas tienen su tiempo y éste va de otra cosa. Antes una novela era una visión del mundo, un agujero en la niebla.  Ahora sirve para que un influencer, o algún famoso que ha pasado por un reality ganen presencia. Para que alguien que ha superado un cáncer o dado la vuelta al mundo en triciclo lo cuente, o lo haga un negro por él. Me refiero a las novelas que lo petan. Ahora hay que venderse como mercancía, hay que crear un personaje que se multiplique por las redes, una marca personal, algo que atraiga la atención y una novela puede valer tanto como una recaída en las drogas. A la novela, además, la realidad le ha ganado la partida.  La realidad superaba a veces a la ficción, pero ya la ha derrotado. Es difícil diferenciarlas. Por mucha imaginación que uno tenga es imposible competir con una personaje como el comisario Villarejo, por ejemplo, oculto tras un cartapacio con sus gafas oscuras de madero, parapetado tras sus grabaciones que ahora destila con cuentagotas la prensa y que son una novela con morbo en la que los personajes hablan a los postres sobre un puticlub que sirve para sacar información a los que manejan el cotarro y otras lindezas.  El lector entonces se pregunta qué sentencias dictarán luego los jueces chantajeados. Qué acuerdos tomarán políticos agarrados por la entrepierna. He ahí una trama de terror que supera cualquier ficción.  Frente a esto, poco tiene que hacer la ficción. Así no se puede competir.  El mundo hoy no lo explica una novela, que se queda siempre corta, ni siquiera una serie de HBO en seis temporadas, aunque se le acerque más. La novela con sus matices y su elaborado lenguaje sobra. No casa con un mundo que prima la transparencia y donde todo se exhibe y circula sin pudor.  Lo contrario del viejo arte, siempre velado, oculto en pliegues, ambivalente, sin un único sentido. Cercano a la verdad de las cosas. Ante un mundo así es inútil volver escribir Ana Karenina.  La novela ha muerto y tal vez por eso se siguen escribiendo tantas, como si nos resistiéramos a su pérdida.

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