lunes, enero 27, 2020

Pradera

Pradera en el agua
Jordi Gracia ha escrito una  larga y completa biografía de Javier Pradera, (Javier Pradera o el poder de la izquierda) un personaje siempre en segundo plano pero central en la transición (el disco duro de la transición, lo llamó F. González), y este texto meticuloso y documentado es una forma de volver a contar esa etapa y sobre todo examinar el papel de la izquierda en España desde los años 50, tras la debacle de la guerra civil y lo primero que llama la atención de este tipo largo y serio, temprano miembro del PCE -y temprano también en abandonarlo- es su  propio origen, nieto del tradicionalista pamplonés Víctor Pradera, fusilado junto con su hijo en SS al comienzo de la guerra por las fuerzas republicanas, signo de aquella generación de hijos de ambos bandos que superaron la división de la guerra e iniciaron la reconciliación. Pradera ejemplifica también el tránsito desde las posiciones revolucionarias, irredentas, a zonas templadas de la socialdemocracia, cuando la realidad se iba imponiendo.  Pero sobre todo es el ejemplo que permite ligar a la izquierda de aquel tiempo con la cultura. Desde los 60 fue un editor importante, clave en Alianza Editorial, en cuyos libros de bolsillo, atraídos por las portadas de Daniel Gil, leímos desde Kafka a Freud. Pertenecía al grupo de Ferlosio, Martin Gaite y Benet, una generación brillante, injustamente olvidada. Al final del franquismo fue llamado al incipiente diario El País, y contribuyó a que ese periódico se convirtiera en la biblia progresista y el púlpito desde el que impartir doctrina.  Fue un ejemplo del intelectual orgánico, empeñado en que la transición no descarrilara, vinculado siempre a la regeneración que a su juicio traía el PSOE; alguien influyente y temido tanto por sus sesudos artículos, siempre con un deje de ironía, como por estar en el  cenáculo que cocinaba el editorial del día por el que debía transitar el país, el grande. Aquella izquierda de estatura alta, como él mismo, con sus pros y contras, tiene poco que ver con la actual, la de las tesis amañadas, y el vacío de tildar de progresista cualquier cosa, incluso el pacto con el diablo, y tal vez esta indigencia intelectual también explica lo que está pasando.

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