lunes, septiembre 07, 2020

Sendero

Ibón de Acherito

Seguí el sendero hasta el ibón en un día de mucho calor, y comprobé que, como dicen, este verano el Pirineo está más lleno que nunca, que hay gente por todos lados, aunque, como siempre, basta salirse de los caminos más trillados, basta subir más arriba, para encontrase solo,  y una vez en el ibón, sudoroso, entré con cuidado en las frías aguas pisando el limo del fondo  del que escapaban los cabezones, y esa agua fría y pura me llenó de energía y tuve entonces la ilusión de que allí arriba no había ya Covid ni cuarentenas, que ese baño ritual curaba de todo; algo de eso, me dije,  debe pensar también la gente que sube hasta aquí, donde no hay mascarillas y las distancias son naturales, y lo que todos buscan, sin duda, es  escapar de abajo, desentenderse, pues cuando se  pasea por el monte, con esfuerzo y a la vez con placer, sin extremismos, la mente se alivia de pronto de  sus opresiones y logra expandirse, se relajan los miedos y la comprensión  de las cosas es más fácil y, con suerte, alguna  revelación nos alcanza, como la brisa fresca nos llega de pronto al llegar a un collado; y es un placer seguir, como yo hice tas el baño, por el sendero del otro lado, más escondido, casi sin nadie; el camino colgado de la ladera entre la alta hierba amarilla de agosto, los cardos y los brezos exhaustos, casi quemados, que las vacas hocicaban sin parar; es justamente el sendero, pensé, mientras caminaba a mis anchas, atento a mi alrededor, a la nube que pasaba por el cielo y a la forma de un árbol seco; es la senda la que nos libera de la necesidad de ir buscando el rumbo; es el sendero ya trazado lo que permitió en la noche de los tiempos que el hombre levantara la cabeza del suelo y mirara alrededor y hacia lo alto sin miedo a tropezar,  hasta pueda que sea el origen del pensamiento, lo que le hizo filósofo, pues pensar es levantar la cabeza, desentenderse de lo de abajo, atisbar el horizonte, ejercitar la mirada mientras se camina seguro, sin perderse,  con ligereza,  como la que yo sentí al llegar así  al coche,  como si hubiera perdido lastre inútil, un poco más reconciliado con el mundo.

 

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