jueves, octubre 29, 2020

Cansancio

El filósofo Byung-Chul Han

  Como tengo la pierna mala, llevo una vida doblemente confinada: primero porque estamos aislados, sin poder salir de Navarra -en realidad casi sin poder salir de casa- y nos piden además que restrinjamos los contactos. Después, porque no puedo ir muy lejos. Hay una suerte de decaimiento general que se acompaña con el decaimiento de la luz este otoño qué está haciendo frío, un tiempo oscuro, lluvioso, tal vez premonitorio. El sábado sale bueno y voy al monte, doy un paseo corto por que no puedo andar más. Voy temprano y tras superar la niebla miro los montes que emergen sobre ella, velados, y escucho el sonido que parece una fina lluvia del agua que resbala por los árboles que han estado hasta hace poco cubiertos de vaho. El monte me da vigor, me produce un cansancio grato, algo que me permite luego recogerme en casa e intentar escribir. Es un tiempo felizmente aprovechado.  Es la búsqueda del día logrado. Ahora vuelvo a Byung-Chul Han, del que ya leí “La sociedad de la transparencia”. Quizás, he oído, es el pensador que mejor ha identificado las cuestiones claves del mundo en que vivimos, donde el panóptico que soñaron ciertos filósofos, en el cual podíamos ser observados por un vigilante, se ha convertido en una red en que nos mostramos a cualquiera, y todos somos vigilantes y vigilados. Quizás esto que hago aquí sea la prueba.  

Han es un filósofo que triunfa en los medio por medio de frases redondas extraídas de sus libro, que son breves también y sentenciosos. “Ahora uno se explota a sí mismo, y cree que está autorrealizándose”, ha dicho. Vivimos en un  exceso de positividad, añade, refiriéndose a la adición al trabajo, al exceso de información, al imperativo de estar siempre bien.  El efecto de este exceso es el cansancio, sobre el que ha escrito uno de su libros, pero se trata de un cansancio muy distinto al del paseo por el monte, me digo: es más bien el agotamiento que se muestra en los vagones de metro de Seúl que aparece en el reportaje que le hizo Isabel Gresser,  y que tiene que ver con tener que rendir hasta la extenuación, con la angustia de no hacer siempre todo lo que uno puede; unos trabajos forzados, podemos decir, para los que, paradójicamente, ya no hace falta la coerción de un agente externo.  

 “El exceso de rendimiento se agudiza, y se convierte en auto-explotación. Esto es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues se ve acompañado de un sentimiento de libertad”, escribe. 

Se diría, pues, que la libertad ha llevado a esclavizarnos. Que el proyecto de la libertad ha fracasado. Para Han esto lo confirma el hecho de que  las sociedades liberales de occidente resultan poco operativas, son un engorro para el control biopolítico del individuo que, como se ha visto ahora, parece necesario para controlar el virus, algo que sí han logrado las sociedades orientales, en especial China. 

 Frente a todo esto, me digo, estaría un cansancio distinto. El cansancio que es a la vez descanso. El ir sin intención que es por si mismo el camino. Como tenía la pierna mal he tenido que demorarme, parar en el bosque y escuchar el resbalar de la gotas de lluvia, y así poder percibir los detalles sin apresurarme, sino de forma pausada: cambiar lo más por lo menos, el objetivo de distancia por el paseo modesto, el tacto del musgo por el jadear en la cuesta, el quedarse en el inicio frente al cubrir la distancia prevista, lo macro por lo micro, la demora frente a la prisa. Un paseo que apenas sirve como paseo verdadero de monte, me digo sin culpa.  Haz uso de lo inservible, dice Byung-Chul Han que decía Zuangzhi.


4 comentarios:

Cristina Gómara dijo...

Me ha encantado Pedro. Igual es porque, antes de leer a Byung Chul Han, ya había reflexionado y llegado a esa conclusión de falta de libertad que sentía y expresaba... de estar explotada, cansada, agotada hasta la extenuación en mis trabajos..por la exigencia externa y la autoexigencia de rendimiento y por otra parte te entiendo bien porque hace tiempo que no puedo andarpor el bosque como antes, por las piernas,...y apenas salgo, pero con pocos pasos, despacio, cuando lo hago, tengo que nutrirme con la observación de cada paisaje,cada arbol,cada hoja y sentir el soplo del aire fresco en este otoño maravilloso. Algunos somos de otoño... como otros son de verano... Un abrazo. Cg

William Guillermo Jiménez Agudelo dijo...

Un excelente texto, Pedro leyéndote, coincido contigo en que es importante cambiar "lo más por lo menos", y recuperar el silencio, la quietud y la calma. Que los paseos no sólo sean de monte sino de la mente también.

Me interesa mucho el pensamiento de Han, y sus categorías de análisis, como cajas de herramientas, para comprender y abordar el estrés y el burnout como enfermedades causadas por el poder psicopolítico, tema de un breve Seminario-Taller que haré en noviembre.

Me gustó leerte.

Un abrazo.

William Guillermo Jiménez Agudelo

Hugo Amao dijo...

Lo comparto totalmente, porque igual, ando con un esguince en el pie izquierdo y sigo la profundidad del pensamiento de este paisano asiático.

charanga dijo...

Me quedo con el camino sin prisa, que no lleva a ningun sitio , con un sendero que lejos de acercarte obligándote a nuevos quehaceres , recorre el camino hacia dentro ,solo acompañado de silencio