viernes, febrero 03, 2006

RC

Una palabra sale del baúl de los recuerdos y ocupa el lugar que intentaron arrebatarle: responsabilidad. Todo ha conspirado durante décadas contra la responsabilidad. Pero en secreto comprendemos que el individuo, por mucho que viva en la maraña de los condicionamientos resulta responsable de su actos, de sus palabras, incluso de sus silencios, y que eso es lo que nos hace sujetos y no autómatas. Nos habíamos dedicado a elaborar excusas bienintencionadas para que la sociedad, el sistema, la familia, la publicidad, las enfermedades fueran los responsables vicarios de nuestros desvaríos, pero siempre hay un punto donde es preciso decir yo he sido y asumir las consecuencias. No vale decir no ha pasado nada. Lo vemos en el asunto de estar mujer, Pilar Elías, viuda de Baglietto, a quien la memoria de la muerte de su marido ha sacado de su casa y convertido en otra madre coraje. Este hombre – ha dicho un prócer nacionalista, refiriéndose al asesino de Baglietto- ya pagó lo que debía. No es cierto. Justamente este hombre, por lo que sabemos, no ha pagado lo que debía. Todo delito lleva aparejada una responsabilidad civil, una cantidad que se impone para compensar a la victima o su familia de los daños causados por el delito. No hay dinero que valga una vida, pero ese pago nos indica que no cabe matar en vano, que la victima debe ser resarcida. El asesino de Baglietto no hizo frente a dicha RC, fue declarado insolvente y de ese pago se hizo cargo el Estado. Al poner un negocio en los bajos de la casa de Pilar Elías, además de decirnos gráficamente que le importa una higa el dolor de una mujer a la que dejó viuda, resulta ya evidente que el asesino ya no es insolvente, y que el Estado debe resarcirse de lo que pagó en su nombre. No es una mera cuestión monetaria, sino algo más importante. Para la victima, pero también para el autor del delito, para quien debe arbitrase una forma de liberarse de culpa si alguna vez tiene el coraje de asumirla. El fin del terrorismo plantea esta cuestión candente, pone en circulación palabras como perdón, culpa y reconciliación, que insisten ante el intento de dar por sentado que aquí no ha pasado nada, y de confiscar la memoria. Ya que un gesto de respeto o de disculpa por parte del asesino de Baglietto (quien por cierto, debe la vida a su víctima) no parece posible, atendamos al menos al viejo y sabio derecho: que pague lo que debe, con la advertencia que de no hacerlo así, se procederá conforme a derecho. Por ser así de fría y estricta justicia.

(Publicado en Diario de Navarra el 6 - II- 2006)