lunes, julio 06, 2015

Acordeón


Intenté dormir un rato más, antes de que todo empezara, pero  al poco vi que no iba a ser posible porque justo debajo de mi ventana, en el banco que queda a la sombra, había comenzado a tocar el acordeonista itinerante que aparece cuando nadie lo espera,  que ya debía haber  llegado para las fiestas, y se puso a ejecutar –el chiste es obvio- su escuálido repertorio: ya no estas más a mi lado, corazón, bésame mucho, clavelitos, etc. una y otra vez, sin caer en el desaliento pese que el calor y la hora y la fecha eran, sin duda,  las peores para que nadie le hiciera caso  y, sin que pudiera ya pegar ojo, le oí repetir una y otra vez su canción, como una noria que sube y baja -la gran noria que este año no ha venido-, y ensartar sus sonidos machacones como cuentas de un collar, y poco a poco me fui pese a todo adormilando, enredándome en un sueño en que yo iba en un tren que daba vueltas y vueltas sin parar, en una montaña rusa que se aceleraba y paraba al son de la música, hasta que algo me hizo despertar. ¿Qué ha pasado?, me dije, y caí en cuenta que el acordeón había parado, que era el silencio lo que me había desvelado. Era como ese temible silencio que se hace en medio de la batalla, o de un bombardeo.  Puede que estemos en un nuevo momento, pensé entonces, adormilado, puede que dentro de poco cambie de una vez el gobierno, que Grecia venza a todos, o pague sus deudas como quien invita a otra ronda, puede que incluso mañana el orden cósmico se interrumpa y los tendidos de sol aplaudan al palco, mientras los de sombra permanezcan circunspectos, pero es imposible que esta música repetitiva haya parado, me dije; es más, recordé, esto es solo el comienzo de lo que viene y, enseguida, como si me hubiera oído, el acordeón volvió a las andadas y atacó la música de los pajaritos, que sonaba rara, como si no tuviere fuelle,  y mientras miraba la hora en la mesilla, en la que alguien había dejado un pañuelo rojo,  oí a lo lejos  un estampido y luego un fragor parecido a un lamento o un  grito de guerra que crecía y se llevaba al acordeón y a todo por delante, como un tsunami.
(Publicado DN 6 de julio)

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