Puede que Pamplona haya encontrado su festival casi por casualidad con el “Flamenco on fire”, algo que andaba buscando y que no es fácil, después de tanto mirar de reojo a los festivales de cine y jazz de San Sebastián, por ejemplo, queriendo dar con algo que pudiera ser aquí un referente y atraer público y crear un sello propio. Tiene gracia que siendo una ciudad tan norteña y envarada, donde a lo lejos siempre parece escucharse un chistu, Pamplona se vuelva de pronto capital del flamenco, debido a la casualidad que viniera a nacer aquí Agustín Castellón, el hijo de unos gitanos ambulantes que recalaron un tiempo en la calle Mañueta. Agustín cogió aquí la guitarra de niño y ya no paró. “Yo no tuve nunca maestro en la vida”, declaró. “Me puse a tocar, y así seguí”. Su hija, que nos visita estos días, cuenta que en casa no podían poner la radio ni hacer ruido porque su padre ensayaba 8 o 10 horas todos los días. Agustín vivió casi toda su vida fuera de España, de donde se exilió tras la guerra, y fue guitarrista en Nueva York, que también tiene su guasa. Allí le visitaron guitarrista y cantaores y allí fue forjando un estilo propio. “Yo soñaba con Sabicas. A nadie le ha sonado la guitarra como al maestro”, dijo Paco de Lucía, que fue su discípulo. En “La búsqueda”, esa emocionante película que le hizo su hijo, Paco habla de Sabicas con veneración y dice que cuando lo vio tocar por primera vez, notó que cogía la guitarra “como si calibrara un arma, como si se sorprendiera de sacarle sonido”. El auténtico arte, podemos pensar, es ante todo una sorpresa para el que nos lo da, algo que no pretende. Alguien que vio a Sabicas una vez en Nueva York me contó que hizo por cruzarse con él en los pasillos del teatro. Maestro, soy de Pamplona, le dijo. Sabicas paró un momento, con la guitarra en la mano, y le miró unos segundos, calibrando, luego siguió su camino sin decir nada. No sabemos qué pasó por su cabeza. Quizás se extrañó de haber vivido alguna vez en un lugar tan remoto, o recordó de pronto con emoción la lejana infancia, nuestra auténtica patria.
(Publicado DN 31 agosto)
lunes, agosto 31, 2015
lunes, agosto 24, 2015
Pasos
Todo es distinto desde que tengo mi podómetro, esa app que he bajado al móvil, de tal manera que cada vez que entro y salgo de casa, voy y vuelvo del trabajo o paseo mirando al cielo, algo cuenta mis pasos, los suma y convierte en km recorridos, en calorías consumidas, en horas gastadas, así que mi día es ya un día distinto y ya no voy al buen tun tun, sino que ahora mis pasos trazan un recorrido productivo, son un esfuerzo que redunda en mi salud, un logro. Ahora persigo un objetivo, lo marco en el aparato, observo mi progresión y cuando lo logro el sistema me felicita y yo subo mi autoestima, y sé que mi gesta, aun humilde, se graba para siempre en algún sitio. Todo eso he pensado mientras iba caminando a buen paso, animado, hasta que todo se ha torcido de repente. Ha sido justo en el momento en que escuchaba a Wagner en la radio del móvil y, puede que espantado por los gritos de Brunildo, el aparato ha emitido un leve estertor y se ha apagado, como un gorrión que se nos muere entre las manos. Puede que anoche no cargara la batería, o tal vez lo haya sometido a un exceso de descargas, o el calor del verano le ha afectado, me he reprochado, sintiendo ya esa punzada de angustia que produce la falta del móvil -el lector me entiende muy bien-, algo parecido en estos tiempos a pasear desnudo por la calle. Todavía estoy lejos de casa y ahora el podómetro no va a contabilizar mis pasos, he pensado con grima; este recorrido va a ser en vano, mi esfuerzo no se va a sumar donde debe y así, he caído en cuenta con un escalofrío, voy a desbaratar la media y hundir mi promedio. Todo se irá al traste, he comprendido. En el camino de vuelta he pensado en soluciones: cargar en casa la batería y volver a hacer el mismo recorrido de nuevo, si bien faltarían estos pasos que voy dando; agitar el móvil para que piense que son pasos, trampeando. Pero poco a poco, el paseo solitario ha sido productivo y al eliminar el maldito podómetro y verlo esfumarse en la pantalla, me he sentido otra vez libre.
(Publicado DN 24 agosto)
(Publicado DN 24 agosto)
sábado, agosto 22, 2015
Korta

que murió, para homenajearlo y decir unas palabras. Al acto han acudido representantes políticos y, por primera vez, el alcalde de su pueblo, Zestoa, pero no dirigentes de Bildu. Korta murió por la colocación de una bomba junto a su empresa en el 2000, el año en que Eta acabó también con la vida de Fernando Buesa, López de la Calle, Martin Carpena, Juan Mari Jáuregui, Casanova, Ernest Lluch y así hasta 22 nombres que se leen todavía con un escalofrío. Mediante esta sangrienta ofensiva, Eta intentaba que la sociedad claudicase de una vez a sus pretensiones, algo que por fortuna no ocurrió. Korta, como el resto, no murió porque sí. Hacía poco, como presidente de Adegi había mostrado su disposición a no pagar el “impuesto revolucionario” y reclamado que no se hiciera. Además, en las semanas previas a su muerte, los empresarios instaron a los partidos que se unieran de una vez frente a Eta y mantuviesen la legalidad vigente: Constitución y Estatuto. Korta, un hombre nacionalista, cercano al PNV, impulsor de la ikastola de su pueblo, se había negado a llevar escolta convencido de que no tenía nada que temer. La fábrica que dirigía y frente a la que murió, daba trabajo a 80 empleados y hoy es un grupo pujante. Cada año merece la pena escuchar lo que se dice en su homenaje, nunca son palabras vacías. Esta vez, en un día gris y lluvioso, el mensaje fue que hay que mirar hacia adelante sin odio, pero que eso requiere relatar lo sucedido con honradez y sobre todo que cada uno asuma sus responsabilidades. “No todos tenemos la misma responsabilidad, pero reconocerlo es la única manera de continuar y resultará a la larga inevitable”, ha dicho el portavoz de la familia, con la cautela que todavía hay que decir estas cosas en Zumaia, o en Zestona, y lo cierto es que se le ha entendido perfectamente. Reconocer la responsabilidad. Ya suena escandaloso, cuando hay tantos empeñados en diluirla, como si fuera uno de esos licores demasiado amargos.
(Publicado DN 17 agosto)
martes, agosto 11, 2015
Cambio
(Publicado DN 10 agosto)
lunes, agosto 03, 2015
Playa
Llegué a la playa salvaje que había estado buscando y de pronto se echó la niebla, de tal forma que apenas veía la orilla y solo oía el bramido del mar allí enfrente, insistente, y cuando eché a andar ya no vi nada, la bruma había desdibujado los contornos y borrado el relieve de las cosas, así que todo era plano, distorsionado, como si estuviera hecho de puro vacío, hasta las grandes piedras parecían falsas y en los charcos el agua de la marea era negra, de tal forma que pensé que podía estar muerto, que había tenido un accidente cuando venía hacia aquí, y hasta creí recordar una rotonda que tomé muy deprisa, en la que di un frenazo, seguro que me empotré de golpe contra algo y pasé directamente a este mundo en blanco y negro, me dije, sin que todo aquello llegara a preocuparme de verdad, y mientras pensaba en esto, apareció entre la bruma alguien que venía decidido hacia mí, con algo que parecían alas a la espalda, y comprendí, con un escalofrío, que se trataba de una ángel que acudía a recibirme a ese especie de hades etéreo dispuesto a pesar mis acciones, las buena y las malas; un juez que debía decidir si pasaba a la siguiente fase, la que fuese, o debía permanecer todavía en esa playa vacía en la que no había mucho que hacer, la verdad, y cuando estaba ya encima y yo iba a empezar un alegato en mi defensa, resultó ser un tipo que venía corriendo por la playa con una gran mochila en la espalda y que pasó de largo sin saludarme, jadeante, así que me senté en la arena algo más tranquilo, pensando que debía seguir pese a todo vivo, y alcé la vista hacia donde se distinguía difuminada la gran bola del sol, parecida a un balón bajo una sábana blanca, que pugnaba con la niebla a ver quién terminaba imponiéndose, así que me puse a contemplar la batalla hasta que, al tiempo, con los ojos entrecerrados, vi que el sol volvía a brillar y el mundo, obediente, comparecía otra vez y la gente desfilaba de nuevo por la orilla hablando animadamente, como si nada hubiera pasado.
(Publicado DN 3 agosto)
(Publicado DN 3 agosto)
domingo, agosto 02, 2015
Rascacielos
El grupo chino Wanda quiere demoler el edificio España en Madrid, ese viejo rascacielos de los años 50, tan reconocible, que compró no hace mucho al banco de Santander por 265 millones y que el banco mantenía desde 2005 sin tocar. Wanda logró licencia para convertir esta torre varada en pleno centro de Madrid en un hotel de lujo y un centro comercial, que es los que Wang Juanlin, propietario de Wanda y uno de los hombres más ricos del mundo, hace en todas partes. En principio, se exigió a Wanda mantener partes del edificio, sobre todo la fachada, pero los expertos de Wanda lo ven muy complicado y han propuesto el desmontaje y posterior reconstrucción fiel del edificio. Es decir, quieren hace una especie de copia de lo que había, lo que se aviene bien con la cultura china, que ha copiado todo varias veces, y con la cultura a secas, no en vano ya no vemos las cuevas de Altamira, por ejemplo, sino una copia muy bien hecha que gusta mucho más y es más cómoda. Tirar o mantener es el debate que se repite en casi todas las ciudades con esos edificios singulares, testigos de otro tiempo, que dan carácter y estorban al mismo tiempo. Pensemos, sin ir más lejos, aquí, en los Caídos. No es extraño que el decano de arquitectos de Madrid haya planteado al ayuntamiento hacer una consulta popular para decidir sobre la demolición, lo que a Manuela Carmena le ha gustado mucho, al menos a día de hoy. Derecho a decidir, aunque sea sobre un rascacielos. El decano reconoce que se trata de un edificio sin un valor especial, levantado en un momento difícil en el que había poco acero y que la fachada no es un elemento resistente. Sin embargo, el debate principal, a su juicio, es si los madrileños tienen o no un vínculo afectivo con el edificio que justifique su costosa conservación. En ese caso, el edificio debería mantenerse. También es parte del patrimonio, dice, salvaguardar la memoria, mantener un vínculo con las generaciones precedentes. Demoler o reconstruir un viejo edificio de nombre España. Vínculo afectivo con el pasado. El grupo Wanda nos ha proporcionado la metáfora exacta para este largo y cálido verano.
(Publicado DN 27 julio)
(Publicado DN 27 julio)
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