lunes, diciembre 07, 2015

Dayan

Dayan, en la muga de Navarra.
Subimos al monte desde aquella Venta, y desde el principio nos siguió un perro lanudo, parecido a uno de esos border-collies blancos y negros que ahora se ven tanto, pero este tenía el pelo pelo rojizo y blanco,  y ya desde que nos miró con aire expectante, con la lengua fuera y se fue a husmear a la perrita que nos acompañaba, que para él parecía ser bien poca cosa, noté  que sus ojos parecían de perros distintos, porque uno era azul intenso, casi lila y el otro marrón apagado, y pensé que era tuerto, así que le llamé Dayan, en honor a Moshe Dayan, el general israelí  de la guerra de los seis días, el que aparece en las fotos con su parche en el ojo, sonriente, fumando en pipa, a veces junto a esa mujer con moño, Golda Meier, ambos con el halo de los pioneros del estado de Israel, del ideal sionista, con la mística de sus Kibutz y de una patria para los judíos perseguidos, que ya no es lo mismo, pues parece haber una ley  que hace que el tiempo degrade  los mejores impulsos del hombre.  El caso es que Dayan nos siguió un buen rato cuesta arriba, a lo que debía estar muy acostumbrado, era un perro libre y andarín, pero a la vez iba molestando todo el rato a nuestra perrita, que a veces se daba la vuelta y le soltaba un mordisco que Dayan esquivaba sin problemas, como aquel otro Dayan en el Sinaí, mientras nos vigilaba con uno de sus ojos impares, así que al final le dimos un grito para que parase, sin confiar en que sirviera para mucho, pero él entonces bajó la cabeza y se fue para abajo sin rechistar. Luego, en la Venta, mientras comíamos y el día  expiraba allí fuera, iluminando las hayas con su último suspiro, nos contaron que era un perro que desaparecía a menudo y llevaba su vida propia, lo que no dejó de suscitarnos cierta envidia, y cuando contamos cómo se había ido, la camarera se rió y nos dijo que este perro acompaña a la gente si ve buen rollo, pero si no, se va enseguida, lo que me hizo admirarlo más. Cuando salimos de comer hacía ya frío, como corresponde a diciembre, y Dayan miraba a nuestra perrita torciendo la cabeza y sin acercarse, como un pobre hombre enamorado.

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