lunes, febrero 15, 2016

Sabios

Salgo de casa, pensando en las ondas gravitacionales, que es lo mejor en lo que se puede pensar estos días en que la bolsa cae, la política cae,  hasta  la lluvia cae, y mientras  evito los charcos y a los que corren por el pasto salpicando, encuentro a una vecina que está recogiendo la caca de su perro sin inmutarse, que enseguida protesta por la situación política y señala que deberíamos ponernos de acuerdo para que gobernara gente experta, sin ataduras, los mejores en lo suyo, que decidieran lo que es mejor en estos momentos; una especie de gobierno de sabios, que no deja de ser, supongo,  el ideal de Platón: el gobierno de los mejores, la política dejada en manos de los que  saben, lejos de la demagogia y el oportunismo. Le digo, sin dudarlo, que esta es la solución perfecta y que no tiene duda. Incluso, añado,  he visto por ahí listas de posibles hombres providenciales: economistas, políticos veteranos, escritores, juristas y filósofos eminentes,  gente llena de logros, lejos de la  ambición y de  la pelea política que lograrían, sin duda, después de pensarlo bien, hacer lo que sea mejor.  Lo malo, le digo, es cómo elegir a ese grupito de sabios que han de legislar lo bueno, porque si ha de ser entre todos, como parece lógico, volvemos a la casilla de salida: debe ser una decisión democrática, y la democracia,  es sabido es una cosa humana, imperfecta, fácil de manipular y dirigir a veces,  y además poco racional. Lo mejor, recuerdo que decía Aron, que también era un sabio platónico, sería tomar a los mejores y decirles sencillamente: “gobernar en interés de todos”.  Desgraciadamente, añadía,  nunca se ha encontrado el  método de saber cuál es el interés de todos y quienes son los mejores, lo que lo hace imposible. La democracia nunca se ha llevado bien con la utopía.  Sin embargo, digo como consuelo,  a veces los sabios para una cosa son muy tontos para otra. De hecho, se me ocurren varios ejemplos.  Una cosa es lograr captar las ondas del universo, por ejemplo, y otra manejar el poder. Como llueve de nuevo la dama del perrito menea la cabeza y se va deprisa, con la caca en las manos.
(Publicado Diario de Navarra 15 febrero)

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