lunes, agosto 15, 2016

Rayos

Turner. "La tempestad".
De noche subí a la azotea para tratar de ver las perseidas, pero el cielo estaba cubierto y cuando miré hacia el mar, vi que a lo lejos seguía la tormenta que había pasado sobre nosotros hacía tiempo, y ahora el cielo se iluminaba de pronto y la línea negruzca del agua era acuchillada por un relámpago y enseguida, antes de que uno se diese cuenta, en la otra punta le sucedía otro resplandor, como el juego de luces en un  concierto de rock, y poco a poco aquel espectáculo fue llevando más gente  hasta la playa:  grupos  que se paraban frente a un mar parpadeante y señalaban con el dedo esa masa oscura que  se  iluminaba durante unos segundos por el rayo y, cuando me acerqué hasta la orilla, sentí que hacíamos algo muy especial allí al mirar simplemente al horizonte y esperar,  una suerte de rebeldía: algo en el fondo muy distinto, pensé, a lo que vemos a todas horas en todas partes y que no  es gente que mira el cielo sino  mas bien hacia abajo, hacia  la pantalla del móvil: tipos solos con la vista fija , inmóviles,  como si fueran a entrar en ella,  filas de chicos sentados en un banco, como si esperaran una  consigna para mirase entre ellos, autómatas que hablan por la calle; nada que ver con ese contemplar pacientemente el cielo, algo que también hizo el hombre de las cavernas,  con esperar pacientemente el siguiente resplandor y asistir al viejo espectáculo del mundo,  empalidecido hoy por la pantalla que lo chupa todo y  pensé en Turner, ese pintor de tempestades e incendios, que se ató al  mástil de un  barco para comprobar el fragor de la tormenta, la cascada de colores y sal gruesa, el rayo y el agua helada que le azotó la cara, para poder pintar después el ruido y la furia, el corazón de la tempestad que había sentido en sus propias carnes, eso que llamamos una experiencia real, todo aquello que todavía no ha conseguido -pero lo hará-, ninguna pantalla ni dispositivo, ninguna realidad virtual:  la arena en los pies,   la brisa del mar, el aroma de los pinos, y que quizás alguien esté a punto de lograr, para recluirnos del todo. 
(/Publicado hoy Diario de Navarra)

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