lunes, septiembre 05, 2016

Girauta

Escuché a Girauta, portavoz de C’s, explicando que había tenido que pactar primero con los socialistas, para la malograda investidura de Sánchez, y luego con los populares para la, de momento, segunda entrega de la serie y que en realidad no había encontrado tantas diferencias entre ambos, al contrario, resultaban muy parecidos, tenían propuestas sensatas e intercambiables, y era posible entenderse en muchas cosas.  Esto es algo que echa por tierra todos esos aspavientos que llevamos viendo estos meses, ese enfrentamiento radical, como si se tratara de mundos opuestos y de diferencias ideológicas irreconciliables, un inminente choque de civilizaciones que impide, como si de un pecado imperdonable se tratara, contaminarse pactando con el contrario y tras el que se ha parapetado sobre todo Sánchez, encerrado en su laberinto.  Ese odio los dos candidatos, esos  ceños fruncidos en el debate, están de más. En Europa, la amplia franja que comprenden los conservadores y los socialistas, además de los liberales,  coindicen en la mayoría  de los grandes temas y se diferencian por cuestiones que no suelen impedir el ponerse de acuerdo.  Esta cultura de pacto sería también posible aquí, pero parece que de momento es más rentable la sobreactuación, el ver las cosas en blanco y negro y el afán por sentirse distinto, que es una  forma de alimentar la vanidad, un narcisismo de las pequeñas diferencias. Claro que hay diferencias entre derecha e izquierda,  pero al final no es raro ver a ambos, cuando les toca gobernar,  hacer cosas parecidas, alegando por supuesto que no tienen más remedio. Puede que  la  socialdemocracia se haya quedado sin contenido, tal vez porque ya ha triunfado en todas partes, pero lo cierto es que los  socialistas están rascándose la cabeza en toda Europa, pensando qué demonios pueden ofrecer de nuevo y alrededor de qué movilizar a los suyos. Salvo aquí, por supuesto,  donde habrían logrado aglutinarse, según Girauta, tras un solo programa: el odio al PP, al que no hay que dar ni agua, aunque el resto nos ahoguemos también.
(Publicado Diario Navarra 5-9) 

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