lunes, octubre 24, 2016

Bravo

Plaza de toros. Miguel Barceló.
El TC ha anulado la prohibición de las corridas de toros en Cataluña, al entender que invadía competencias del Estado. Sin embargo es dudoso que esa rehabilitación de la  tauromaquia sea efectiva, pues en Cataluña, donde parece regir la vieja fórmula foral de esquivar la ley mediante el célebre mecanismo de  “se obedece pero no se cumple”, no suele atenderse estas resoluciones. Incluso cuando se trata de dar un día de fiesta se ponen pegas, como vimos el 12 de octubre, que expresó mejor que nada hasta donde hemos llegado, mediante la hosca imagen de ese concejal de Badalona rompiendo la providencia del Tribunal que le instaba a respetar el día inhábil y plegar. Esto es lo que hacemos aquí con las decisiones de los jueces, parece decir, sin que el resto de los mortales, jueces incluidos, seamos capaces de reaccionar. Frente al viejo sistema de división de poderes y jueces independientes que aplican el derecho e impiden la arbitrariedad, en Badalona tienen un sistema más efectivo: si no nos gusta, pasamos. Sabemos hace tiempo que en realidad es el pueblo de Cataluña, por medio de su Parlamento, quien tiene la última palabra. Así, si decide quitar el voto a la  mujer o suprimir la tauromaquia, nadie se lo puede impedir. La Generalitat y la propia alcaldesa de Barcelona han dicho que no hay cuidado, que nunca volverá a haber toros en Cataluña, un espectáculo que se basa en la tortura de un  animal etc. así  que a ver quién es el guapo que les lleva la contraria. Si había alguna duda, el TC deja una puerta abierta,  pues aunque no pueda decidir  prohibir los toros, a la Generalitat le corresponde regular estos espectáculos, así que no hay cuidado.  Ya decía  Romanones, con razón, aquello de “quedaros con las leyes y dejarme a mí escribir los reglamentos”, y es que con la letra pequeña se puede marear a cualquiera. No es que los toros sean en realidad la cuestión, sino la excusa para este pulso a ver quién manda,  pero es este bello animal, al que se dice querer proteger,  quien será al final el principal perjudicado. Si no hay corridas, se acabará el toro bravo, animal improductivo que requiere una costosa crianza.  Muerto el perro, por cierto, se acabará la rabia.
(Publicado Diario Navarra 24/X)

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