lunes, febrero 06, 2017

Caídos

Una docta comisión ha propuesto destinar los Caídos a museo de la ciudad, y su propuesta, llena de buenas razones y mejor voluntad, no puede sino ser acogida con alborozo y recuerda a esa otra de la comisión madrileña que está depurando el callejero, de cambiar el nombre de la calle Millán Astray por la de la inteligencia, algo lleno de fina ironía. Pero este edificio  no están para ironías, sino condenado y no me parece fácil hacer algo allí. Será porque toda mi vida lo he visto cerrado a cal y canto, sin gracia, demasiado grande, como uno de esos trastos que se heredan en una casa y nadie se atreve a quitar. Los Caídos, con su cúpula que parece desfallecer, tan solemne y solitario, es como un barco arrumbado, un pecio, y tal vez serviría como una gran  estación de metro,  con gente que viene y va, por fin lleno, pero si no tenemos  metro y el AVE no va a llegar, no hay nada que hacer; o podría acoger una pista de patinaje, se me ocurre, para deslizarse sobe el hielo bajo su bóveda, como en una película rusa. Hacer otro museo da un poco de pereza, y puede que el continente pese demasiado y se cargue el contenido, pero yo me someto a la comisión, que es la que  sabe,  y tiene razón en que, una vez desprovistos de viejas simbologías, a estos edificios que conmemoran gestas que ahora nos resultan incómodas, hay que darles uso.  Como la Plaza Roja, con su tumba de Lenin embalsamado, que sigue ahí, como si nadie se decidiera quitarlo. Algo parecido le ocurre a los Caídos, que basta verlo a lo lejos para sentir de pronto el peso de otro tiempo y la necesidad  de no volver a las andadas, porque en Navarra, como escribió alguien,  hay quien ha cambiado de ideas pero no de forma de pensar, y este edificio sirve  para recordarnos que ya no es posible imponer la verdad por la fuerza, aunque ahora sea una verdad de signo opuesto. Los Caídos son el  pasado que viene a vernos, un testigo molesto de una guerra terrible en la que, como dice un personaje de Trapiello, muchos lucharon en el lado bueno con las peores razones y otros en el lado malo con los mejores propósitos.
(Publicado Diario Navarra 6/2)

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