Cesó la voz de Pérez de Arteaga, la voz del concierto de año nuevo y sobre todo la voz de tantos programas de Radio Clásica, esa emisora a la que uno puede huir solo moviendo el dial y abandonar todo el ruido y la furia y sobre todo toda la tontería del mundo, y entrar en ese país vecino y a la vez distante de la música, cuyo idioma nos es desconocido pero a la vez entendemos a la perfección, y que él iba descubriendo con su voz envolvente, algo aguda, que tenía algo de erudición y a la vez de fiesta, como la de un niño embelesado con su juguete, y esa voz, al revés de lo que ocurre casi siempre, se correspondía con la de su imagen cuando la vi el otro día por primera vez: un hombre con perilla y gafas, afable, con chaqueta, como un científico o un musicólogo despistado, que es lo que era; la propia voz es algo siempre extraño, basta grabarse un momento en el móvil y escucharse para ver que parece la de otra persona, y casi siempre imaginamos alguien distinto cuando oímos solo su voz; hay voces que imprimen carácter, como la del gran Fernán Gómez, o que son un obstáculo, como la del juez Garzón, y casi todas tienen la ventaja de comunicar mucho más de lo que dicen; algunas, demasiado solemnes, por ejemplo, suenan ridículas; otras, que son rotundas y no admiten réplica, resultan falsas y hoy escuchamos a quienes niegan lo evidente sin inmutarse, porque negar la verdad resulta rentable; hay voces que son historia, como la Franco en sus últimos años, quebrada y asustadiza, como su régimen, o la de Mao, un hombre que tenía en sus manos a otros mil millones, y que debía ser de pito. Recuerdo muy bien la voz de Arteaga, su manera de introducirnos en la profundidad de una música, y a veces, en la radio, en algún día complicado, a punto del desánimo, me dejaba llevar por su voz de pícaro y de sabio a la vez, y así podía escapar de esa otra voz que nos persigue; esa voz interior que nos juzga y nos manda tanto, la que nos impide gozar con lo que hacemos y estar en paz, a la que hay que mantener a raya.
(Publicado Diario deNavarra 13/II)
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