viernes, octubre 27, 2017
Diario de Hendaya (15)
De viaje, intenté dormir en el hotel, pero a cada rato se oían pasos y risas por el pasillo, la cisterna del bañó no dejaba de gotear, y yo tenía en la cabeza todas las palabras que había pronunciado ese día hablando de libros junto a otros autores, como una ensalada de muchas hierbas, y en la habitación de al lado comencé a oír que la cama crujía , luego suspiros entrecortados, alguien gritó “por favor, por favor”, y a partir de ahí los gemidos fueron subiendo y bajando como una montaña rusa. Aquello duraba bastante y yo tenía pudor así que intenté pensar en otra cosa y recordé que un escritor con quien había cenado esa noche me contó que hace años se había separado de su mujer, pero que hacía poco había vuelto con ella, porque ambos no se habían olvidado, pero cada uno vivía en su piso, y solo se juntaban los fines de semana. El día a día, mata, dijo. Mejor así. Esto no es desde luego raro, es algo que vengo oyendo bastante, una nueva forma de vida en pareja, donde se evita la convivencia. Quizás la pareja de al lado, pensé, cuando volvían a la carga, estaban casados hace años y vivían cada uno en una punta de la ciudad, y tuvieran e citas furtivas en el hotel cada cierto tiempo. Durante la separación, me contó mi amigo en la cena, tuvo una relación muy intensa por internet con una mujer extranjera, no en vano era escritor ya sabía utilizar las palabras adecuadas, hasta que quedaron en verse. El momento en que ella apareció en el aeropuerto y el la vio fue de una gran intensidad, me dijo, algo así como traspasar al pantalla del ordenador y estar al otro lado. Luego la llevó a un bar elegante de Madrid a invitarle a un dry Martini, y fueron a su casa a hacer lo que la pareja de al lado había hecho un buen rato, aunque ahora parecía haber una pausa en las que se le oía hablar en bajo, como si fuera el momento de las confidencias semanales. El lío con la extranjera no duró mucho, me dijo el escritor. Como si pasar al mundo real lo hubiera estropeado. Al rato debí dormirme, hasta que me despertó un portazo. Alguien salió de la habitación de al lado. Se oyeron sus pasos apresurados por el pasillo, de vuelta a casa.
domingo, octubre 22, 2017
Diario de Hendaya (14)
15 octubre Fohn.
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El escritor asutriaco Thomas Bernhard |
Al rato, vuelvo a casa. Más tarde bajamos
a la playa. El día es cálido, inusual aquí. Dan ganas de bañarse pero las olas
dan respeto. Por fin me meto con cautela en el agua esquivando el oleaje. Nado
un rato. Siento el mar como un monstruo en acción, curativo, potente. Me pregunto
como G puede nadar 3 km. Espero a que las olas bajen un poco y salgo deprisa.
El reflujo del mar me frena, como si intentara
avanzar contra una gran corriente de aire. La piel fría me activa. Ahora es
como si el mar y el baño me hubieran vuelto al mundo, como si fuera posible
seguir viviendo. Desde hace más de 100 años,
recuerdo, la gente ha venido aquí a tomar
baños de mar por su poder terapéutico;
traían a los niños malnutridos y tuberculosos de París, a los excombatientes
exhaustos, para curarlos. Recuerdo que hace tiempo L me habló de Quinton, alguien que pensó que todas las enfermedades podían
curarse con agua de mar. Incuso pensó que nosotros mismos éramos como el agua de mar. Una gota en el océano.
martes, octubre 17, 2017
En Getafe Negro
Mañana día 18 estaré en Getafe Negro hablando sobre mi novela RC con Lorenzo Silva, Edurne Potela y Juan Bas.
lunes, octubre 09, 2017
Diario de Hendaya (13)
1 de octubre. El nadador.
La playa tiene un color metálico, azul mate, y las olas grisáceas están repletas de surferos. Desde la cuesta el hospital, bajando, parecen una multitud de puntos que se acercan a la costa, como manchas en un mantel. Empieza a llover y paseamos hasta el puerto. A la vuelta veo a G saliendo del agua. Es un hombre enorme, alto, de cara redonda y cuerpo de luchador de sumo. Está un gran rato duchándose y luego se pone sus chancletas del 50 y se acerca. Cuando sonríe sus ojos se achinan. Casi todos los días G nada de un lado a otro de la playa. Sale frente al antiguo hotel que está justo en mitad (el hotel donde estuvo el estado mayor nazi en la guerra, recuerda) y va la izquierda hasta el espigón, vuelve y sigue hacia el otro lado, hacia la zona de los nudistas y el hospital. Toda la playa de un lado a otro son tres kilómetros, con vuelta seis. La distancia depende del día. Como hay tantos surferos, tiene que entrar bastante, para que no le molesten. Lo que más le preocupa son las motos de agua, que van a lo loco, haciendo eses y no le ven. Por eso suele arrastrar una boya de color naranja atada a la cintura que le señaliza. Hoy no la lleva porque como hay mucho mar, las olas se lo arrancarían. Además, hay una competición de socorrismo, y los participantes están entrando y saliendo continuamente desde la orilla con tablas y canoas, y no se puede cruzar frente a ellos, está vedado. Las olas levantan y dejan caer a los surferos y a las balsas de socorrismo. Sobre la arena, se ven las tiendas de colores de los equipos participantes. De Hossegord, de Burdeos, de Biarritz. Van con unos gorritos de colores en la cabeza y bañador ceñido. Como pacientes de un balneario de otra época. Los puntos en el mar que se aproximan y luego desparecen tras una ola recuerdan el desembarco de Normandía.
lunes, octubre 02, 2017
Diario de Hendaya (12)
6 septiembre. Marte
Como tengo más canales ahora encuentro películas sin problema. En la película el hombre viaja a marte en un viaje sin retorno, para instalarse allí. La vida en la tierra le ha decepcionado, está llena de conflictos, desigualdades, guerras, crueldad, pobreza. Puede que la tierra no resista mucho más, teme. Hay que poner tierra –en este caso aire, o éter- de por medio. Mientras la nave avanza por aquellas soledades el hombre recibe mensajes de Houston, como en todo viaje al espacio que se precie, y vídeos que le han hecho llegar gentes que quieren seguir su ejemplo e instalarse también en Marte, escapar de las estrecheces y angustias de la tierra. Poder empezar una nueva vida, aun en condiciones extremas, les motiva. El principal problema para el largo viaje y para la vida en marte es el agua pero el hombre lo ha solucionado, pues viaja con un gran aparato que convierte la tierra en agua, extrayendo el hidrógeno y el oxígeno y combinándolos de nuevo. Es una torre metálica, como una gran planta, una araucaria de plata. Es algo que el hombre ha experimentado antes, perdiéndose en el desierto de Atacama. Huir de la tierra, empezar de cero. Tomar el tren -en este caso la nave- y escapar. Recuerdo que esta es la advertencia de Hawking, que dice que al hombre no le queda mucho en la tierra, que por culpa de algún conflicto nuclear, o de la imparable devastación del planeta, el calentamiento global, la pura estupidez y la violencia, a medio plazo habrá que evacuarla, salir a otro lado. Marte, el planeta rojo. Ni una gota de agua.
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