lunes, octubre 14, 2019

Ciudad Satélite (I)

Torres a la entrada de Ciudad satélite

Vino Sara de México, y me contó que ya no vive en Querétaro sino que hace un año, por motivos de trabajo familiares, han vuelto al DF, que ya no se llama DF sino CDMX: Ciudad de México. A. lleva viviendo allí muchos años, desde que se casó con un mexicano que conoció en Madrid, del que luego se separó. A Mexico le ata ahora una hija y una nieta. También una casa, y un pasado. Le pregunto en qué zona viven, y me dice que en "Ciudad satélite", un nombre, me digo,  que sería un título muy bueno para una novela, o un cuento al menos.  Es un barrio, compruebo, que se hizo hace años, y que tiene unas torres que se levantaron entonces, que la identifican. Satélite pretendía ser eso: un satélite,  una ciudad fuera de la ciudad, orbitando alrededor de ella pero desprendida, independiente;  un lugar concebido en el plano por la razón urbanistica; vanguardista, funcional, de clase media, rodeada en teoría de bosques y zonas verdes, pero que fue absorbida por la urbe que lo engulle todo y pronto  quedó en nada.  Como un sol que atrapa a un ganimedes y lo hace desaparecer. A día de hoy, según me cuenta A,  este satélite es escasamente habitable: ella apenas sale, salvo para ir al centro comercial. Dice que todo es muy costoso: los desplazamientos, la recogida de la niña del colegio, cualquier encargo; que la calle es agresiva, que da miedo y falta seguridad. Pasear por la vereda es ir entre tapias altas que ocultan las casas. Pero la ventaja de satélite, dice,  es que está al norte, cerca de la autopista que sale para Querétaro, lo que permite huir rápido cuando hay una alerta por contaminación y es difícil respirar en Mexico, lo que no es tan extraño.

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