domingo, mayo 24, 2020

Tomeo y el cuervo

El escritor Javier Tomeo
El cuervo me ha hecho recordar a Tomeo, un escritor con quien coincidí alguna vez en Cadaqués. Tomeo también era un escritor de imaginación pura como Ramón, con tendencia al absurdo; un aragonés grande, rotundo y buñuelesco, con algo de gran sapo bondadoso. Yo admiraba mucho su literatura, deudora seguramente de Kafka y sin duda de Freud, que a la vez era sobria, llena de humor y desconcertante. Era también amigo de escribir fábulas con animales -con el cuervo, desde luego- y por tanto un moralista. Durante mucho tiempo su obra no tuvo mucha repercusión, porque no era comprometida y tenía una relación lejana, aunque muy certera, con la realidad, pero más tarde fue redescubierta, sus libros se reeditaron, y él logró publicar de nuevo. Era además un gran dialoguista, lo que explica que alguna de sus novelas, para su sorpresa, se convirtiera en obras de teatro. También se cotizó como articulista.
Un día que estábamos en la terraza frente a la playa en Cadaqués, tomando un perfumat -que es la palabra elegante que el catalán tiene para referirse al carajillo- aludió a que le habían sugerido desde el periódico que se ciñera  más a la actualidad (no atenerse a ella es la máxima aspiración de un columnista, por cierto; lograr el artículo redondo que no hable de nada) y me contó que había mandado uno hablando de un cuervo, tras una larga serie dedicada a pájaros, del que estaba muy orgulloso, pero que el director (fastidiado seguramente por estar en agosto trabajando) le había sugerido que, ya que estaba en la playa, podía hablar algo del verano y las vacaciones. Tras el perfumat, Tomeo me dijo que le esperara un momento y se fue al hotel. Volvió enseguida, sonriente, pidió otro perfumat y dijo que todo estaba solucionado. Donde hablaba del cuervo en el artículo había añadido: que ese año no había salido de vacaciones y el resto seguía igual

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