viernes, mayo 01, 2020

Diario de un confinamiento XXXII. Trías

El filososfo Eugenio Trías.
Mientras hago bici escucho podcasts, últimamente a Eugenio Trías, un filósofo que ya murió, el único, dicen, que edificó un sistema de pensamiento propio, quizás el filósofo más importante de la segunda mitad del siglo XX en lengua española, puesto que de la primera parte lo sería Ortega. Trías siempre se ha parecido a Nietzsche, con esos grandes bigotes que casi le tapan la boca y confirma la idea de que uno se va pareciendo a aquello que ama, o a lo que se dedica.  En una de sus últimas entrevistas que he visto pedaleando aparece hinchado ya por la enfermedad que acabaría pronto con él, en su casa de Barcelona con amplios ventanales abiertos a una plaza anodina, la biblioteca ordenada y una gran mesa blanca  de líneas simples, casi vacía de objetos. Cuando se levanta y va hacia la ventana se ven varios cactus alargados, alguno con una discreta flor azul.  Esta predilección por los cactus resistentes, elementales, llenos de pinchos, debe querer decir algo. O tal vez es que necesitan pocos cuidados. Como está mayor y enfermo habla de la muerte con cercanía y pide a la vida en este momento un poco de sosiego, una reconciliación con lo que le rodea. En la pared hay también, perfectamente alineados, una gran cantidad de CD. Trías fue un gran melómano y escribió al final sobre música, algo que es muy difícil. También su última etapa es un largo empeño por batirse con lo espiritual, a lo que dedica la obra que él más estima: La edad del espíritu. Desde el comienzo Trías estuvo volcado en la filosofía, pero también en su sombra. Así se llamaba su primer libro: La filosofía y su sombra. Su propuesta es no abandonar la razón ilustrada, pero no desdeñar lo otro: la pasión, lo espiritual, la religión, las artes. Otras formas de conocimiento que siempre han acompañado al hombre. Hay que reformar la razón y hacer que preste atención a aquello que a veces ha desdeñado demasiado pronto, dice. Quedarse solo la razón y su deriva técnica nos lleva al despeñadero. Hay que buscar la otra mitad. La edad del espíritu es una edad no confesional, ecuménica, unificadora. Una transformación.
El gran concepto unificador de la filosofía de Trías es la idea de límite, ese lugar fronterizo que existe, por ejemplo, entre la razón y lo que esta no alcanza, un limes, una franja que separa, pero a la vez une. Somo habitantes de la frontera; entre la naturaleza y la cultura, entre la razón y la pasión, entre consciente e inconsciente, entre la vida y la muerte. Puede que esta idea de limite sea ahora oportuna, cuando habitamos al borde de algo que no dominamos, en la incertidumbre, recluidos en un estrecho espacio, fiados a la razón y la ciencia, pero a la vez abocados a lo que le sobrepasa. Con una suerte de nostalgia. Ahí está Trías con su vuelta al  espíritu -el pneuma de los griego, el aire- que sopla donde quiere, lo mueve todo y lo transforma, como el viento de esta tarde en que escribo, que mueve las copas de los árboles y crea un sonido como de olas que van y vienen.

2 comentarios:

Cristina Gómara dijo...

Hoy si que me gusta tu diario...quizás porque admiro y me encabta Trias. Muy buena elección de cuestiones. Enhorabuena... Sigue pensando sobre la bici...

Pedro Charro dijo...

Me alegro, Cristina. He vuelto a él, un poco por azar y siento que está mas vigente que nunca.