viernes, julio 10, 2020

En la Feria (I)


Llegué a la hora a la Plaza Guipúzcoa, en San Sebastián, pero la caseta todavía no había abierto, así que me puse la mascarilla, entré en un café y mientras me tomaba un cortado me llamó el editor para decirme que estaba en el hotel con la rodilla que parecía un balón de fútbol y que V, su mujer, llegaría enseguida. Yo le dije que se cuidara, me acabé el café y fui despacio hacia la caseta como una oveja al degolladero. La feria era poca cosa, la verdad, tal vez había un boicot y no me había enterado, o puede que las librerías hubieran desaparecido tras el confinamiento o estuvieran exhaustas. La gente no iba allí, pensé, sino que pasaba por allí.  Llegó V y me puse con ella tras el mostrador. Apenas había repartido mis libros generosamente en una fila, cuando apareció un hombre que dijo ser de Pasaia y en cuanto le dije dos palabras compró el libro sin dudarlo. Creo que le pareció mal no hacerlo estando el autor allí. Al poco llegó otra mujer que debió tener el mismo escrúpulo.  A ambos les dediqué el libro, con letra ilegible, dándoles las gracias por el detalle. Pese a ese inicio la cosa no pintaba bien: las pocas casetas era una especie de corredor donde pasaba la gente rauda camino de la playa, sin pararse. Quien lo hacía, además, no estaba claro qué es lo que buscaba. Es difícil que justo tu libro concuerde con el interés de un paseante en la plaza, es como encontrar tu media naranja. Un tipo atlético, por ejemplo, que parecía interesado e incluso tomó el libro en las manos, como si lo pesara, dijo que en realidad solo le interesaban los libros técnicos. “¿De qué tipo?” le pregunté. Entonces él sonrió y dijo que alguno que hablara de “cómo fabricar un árbol”. Le miré sorprendido. “Un árbol de levas de Ferrari” aclaró, tras unos segundos de suspense, satisfecho. También pasaron los que buscan libros sobre plantas medicinales y novela romántica. Recuerdo sobre todo una larga parrafada con un hombre que ya iba con un par de libros bajo el brazo, con el que evoqué los países inventados, la utopía y el viaje a Ítaca, todo ello a cuenta de mi libro, de mi Viaje a Fardelia, que estimó interesantísimo, si bien añadió que lamentablemente no llevaba en ese momento la cartera. Un joven pasó varias veces y se acercó por fin con una libreta para preguntarme si en alguno de mis libros trato la temática LGTBI. Le dije que no lo sabía. Luego recordé que el protagonista de Fardelia, el viejo profesor Ascanio Orabuena, siente una inclinación poderosa hacia el joven Turumbelli, que toca el piano por las tarde en el hotel, aunque piensa que todo es consecuencia del impacto que le ha producido el país, pues en Fardelia las cosas, como podrán descubrir los que lo lean,  son de otra manera.  Le dije esto y el joven apuntó algo en la libreta y me dio las gracias. 

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