6.300 personas, informa este Diario, optan a 256 plazas de auxiliar administrativo del Gobierno de Navarra. Yo ya tengo una plaza, declara un joven al periódico, pero prefiero las del gobierno porque puedes moverte de una a otra. He ahí el ideal de movilidad y el objetivo laboral y vital con el que sueñan buena parte de nuestros jóvenes: un puesto de funcionario en el gobierno para poder quedarse en casa con un trabajo para siempre (aunque pueda no ser apasionante). En un mundo en que ya casi nada es permanente ni fijo; ni el matrimonio, ni la política, ni la cotización de la bolsa, ni las dioptrías, ni el clima; en un mundo globalizado que se basa en la circulación de personas, ideas y mercancías, nada puede competir con el ideal de supervivencia de nuestros abuelos: un puesto en Diputación. He aquí una comunidad con tres universidades, con el mayor presupuesto por habitante de gran parte del globo, con la generación mejor preparada de la historia, que podría circular sin complejos por el mundo o emprender proyectos en su tierra, pero lo que la gente ambiciona es un puesto de auxiliar para ir ascendiendo poco a poco, sin tener que trabajar por la tarde ni dejar de ver Osasuna los domingos. Mientras tanto, el tendero de la esquina, que quiere jubilarse, no encuentra a nadie para traspasarle el negocio. La tienda funciona, pero él no puede asegurar que lo hará toda la vida. El negocio está bien, pero hay que atenderlo, discutir con el banco, bregar muchas horas, y hacer muchas cuentas. Algo muy estresante y poco seguro, con lo que, a la postre, solo se ha atrevido un inmigrante. Alguien con la fuerza, la ilusión y el deseo de salir adelante que nosotros ya hemos perdido. Navarra, dicen, se juega en este momento su futuro, su ser o no ser, entre el conformismo y el desinterés de gran parte de la población. Al final ganará el que ofrezca el puesto fijo.
(Publicado en DN 4-8-06)
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