martes, abril 22, 2014

Soledad

Muchos años más tarde, frente a la hoja de periódico que anunciaba su muerte, habría de recordar el día en que fui a comprar su libro. Era una mañana fría de primavera, y en la librería vacía la portada con las letras azules destacaba mirándome de frente desde la estantería. Entonces no me fijé, pero al llegar casa noté que una de las letras del título, una E, tenía una errata y miraba al lado contrario, hacia la izquierda, y recuerdo que pensé ir a cambiarlo, sin caer en cuenta que ese error podía ser a posta o, como me enteré luego, una rareza que daba al libro un halo de coleccionismo. En las semanas siguientes, mientras lo leía, fui en algún momento hacia atrás e hice un croquis con los personajes, todas aquellos Úrsulas y Aurelianos, para hacerme cargo, pues yo aun pensaba que en una novela se cuenta una historia certificable y que es preciso ubicarse en ella como en la propia familia. Pamplona, entonces y desde luego ahora, tenía poco que ver con Macondo. Todavía había tipos airados que tiraban cocteles molotov contra el escaparate de El Parnasillo por exhibir libros poco recomendables, algo que a día de hoy produce cierta melancolía, pues quería decir que daban al libro un gran poder. Algo parecido a aquellos dictadores que también se empeñaban en prohibir la letra impresa. Nada de esto ocurre ya hoy, no hay ningún poderoso que se moleste en prohibir algo que apenas puede hacerle daño. Nunca un libro volverá a tener la importancia de Cien años de soledad en las librerías, nunca un muchacho en una ciudad pequeña se acercará trémulo a unas páginas como si fuera a recibir la buena nueva. No hay hoy un lugar en el mundo donde un libro pueda competir con la proliferación de imágenes y mensajes, con el share de las audiencias y el aluvión de datos de internet, en el que es imposible discriminar donde se encuentra algo válido y potente capaz de cambiarnos de una vez. Eso ya no existe. Existe Macondo en la mente de muchos lectores, existe la mañana luminosa en que encontramos un libro y moramos la poblada soledad que es leer y que nos suspende en el tiempo.
(Publicado Diario de Navarra 21 abril)

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