martes, septiembre 23, 2014

Take five

Como sigue haciendo buen tiempo bajo al parque y me siento en un banco a ver pasar  la gente. Un grupo de cinco hombres mayores avanza renqueante sobre la hierba, con las manos cruzadas a la espalda, hablando entre ellos. Como llevo los auriculares puestos y estoy escuchando una versión magnífica de “Take five”, de Desmond, un clásico del jazz, no les oigo. Uno de ellos se parece mucho al papa Francisco, otro a un dependiente de una tienda que quebró. Dos no me suenan. El más joven cuenta algo al resto en corro, que ríe.  Todos  parecen haberse puesto de acuerdo en la camisa de manga corta y la chaqueta al hombro. Ahí van los cinco de nuevo, take five.  A veces se juntan y se separan, como electrones en torno del núcleo y cuando algún corredor les adelanta lo miran con envidia. A cierta edad, observo, se anda  como si no hubiera ya rumbo: un rato hacia delante, otro hacia atrás, morosamente, con la sensación de que nadie espera y el tiempo ha desparecido. Se es libre por fin, pero un poco tarde. Podrían se viudos, si no fuera porque a diferencia de ellas, los viudos suelen serlo de uno en uno.  A alguno de estos hombres los he visto  algún mediodía, cuando vuelvo a casa, me digo.  A veces se sientan apretados en un banco y hacen comentarios sobre la gente que va apareciendo, como si apostaran.  Ahora señalan el cielo donde acaba de apuntar una luna como una percha en que podrían colgar la chaqueta. Hace nada era redonda, naranja, recuerdo, parecía de mentira. Cuando hay plenilunio se siente algo inquietante. Hawking, que está por aquí, ha anunciado algo sobre el bosón de Higgs, creo que el fin del universo. Si se manipula esta partícula a cierta velocidad todo el universo podría desintegrase. Llegaría el final. En cierto modo para este grupo ha acertado, pues para ellos el fin del mundo no está tan lejos. Los hombres miran ahora un punto, como si fuera aparecer algo, puede que el famoso bosón en forma de resplandor.  Uno pone la mano como visera, y todos quedan de pronto callados. Es simplemente el sol que insiste en ponerse, como cualquier día. Hay un largo minuto en que todos lo miran, absortos, hasta que se hace tarde.
(Publicado DN 22 septiembre)

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