lunes, septiembre 29, 2014
DEPARDIEU
El actor Gerard Depardieu, quien se hizo ruso no hace mucho para evitar pagar el 80% al fisco, ha confesado que hay días en que, si empieza, se termina bebiendo 14 botellas. A eso de las 10 de la mañana, cuenta, abre una botella de champán y otra de vino, y otras más en la comida que culmina con ese licor tan francés que da pampurrias, el pastis. Luego vuelve al champán, enlaza con vodka etc. Depardieu es de ese género de los de “si empiezo no paro” que suele ser la otra cara de los que se contienen casi siempre a duras penas, pero niega que todo ese exceso le emborrache de veras, tan solo le deja un poco achispado, lo suficiente para encontrase alegre, que es lo que busca. Si tras la siesta tiene resaca, le basta, dice, un sorbo de clarete. Depardieu es un hombre descomunal, excesivo, un Pantagruel, y su cara de Cyrano nos viene a la memoria enseguida. Uno de sus últimos personajes, por cierto, ha sido el insaciable Strauss Kahn, alguien para quien tampoco nada era suficiente. La confesión de Depardieu ha salido en todas partes, pues esta forma de admitir algo que cualquiera mantendría oculto, esta contabilidad del goce -que es la cuenta que nos culpabiliza- le da cierta aura, lo hace más autentico. Así son las cosas, parece decir, no pienso esconderme. Pero, ¿por qué bebe tanto este hombre? nos preguntamos. Su respuesta es otra sorpresa: bebo para no aburrirme, dice. ¿Así que este gordo lleno de dinero y fama, pensarán muchos, este hombre que lo tiene todo, podrido de dinero, rodeado de mujeres, halagado en todas partes, tiene que beber como un cosaco (la comparación procede) para animarse? El mundo es extraño. No parece que nadie se conforme nunca. Incluso podemos pensar que quien más cosas tiene a su disposición, más pronto se hastía, como si el deseo se acabara. Como si el propio exceso fuera una confesión de que nada basta y que la dicha está en otra parte. La vida es aburrida para Depardieu, y no sabemos si sentir compasión o llamarle blasfemo. Bebo mucho, pero no pienso morirme todavía, ha aclarado, y se ha ido a empinar tranquilamente el codo.
(Publicado DN 29/9)
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