lunes, noviembre 10, 2014
Hoja
Todos los años escribo un artículo de otoño, como escribo uno de san Fermín, pero este año el otoño no llegaba, ni palidecía la luz, ni se humedecía la tierra, ni se propagaban sus olores a castaña asada, a seta, a humo de hoguera, ni parecía caer la hoja, por supuesto (todo esto era antes de este frío recién llegado) y no lo lograba, hasta que un día en el monte, junto a un bosquecillo, vi a una pareja paseando con un niño y el viento movió de pronto las hayas del camino de donde cayeron varias hojas, y allí fue el niño, deprisa, tomó una del suelo y dijo: esta hoja acaba de caer, sorprendido, alegre, como si esa hoja recién caída fuera un prodigio, algo que había sucedido por primera vez y que nadie había notado; hace falta ser niño para asombrarse de algo así, tal vez solo un poeta pueda equipararse, y en ese momento pensé en Basho, el famoso autor de Haikus, esos poemas breves que suelen fijarse en esas cosas: las flores del cerezo, el reflejo del agua, las huellas en la nieve, el sonido de un sapo; cosas cotidianas que suelen pasar desapercibidas, darse por supuestas; poemas que se fijan en el puro estar, en ver la cosa sin juzgar ni buscar moraleja ni trama alguna, simplemente para fijar el puro instante y desprenderse de todo juicio y todo saber, como si fuerael mirar de un niño que es un sabio y no lo sabe, y entonces recordé también la historia de un hombre cuyo hijo murió y el hombre escribió sus recuerdos, contó cómo llevaba a su hijo de la mano por las calles de la ciudad, las cosas que el niño le señalaba, lo que le inquietaba y lo que le sorprendía, y aquel hombre escribió que nunca llevamos a un niño de la mano, sino que siempre es él quien nos lleva, y aunque nosotros creemos tener el control, es él el que nos conduce y nos tiene a su merced, el que tiene el mando; quien ha sido padre lo sabe, toda nuestra dicha está confiada a él. Cayó por fin la primera hoja del otoño y el niño la vio, y tras ella fueron todas las demás, como una lluvia fina que trae la nueva estación, cuando el día se acorta y camina deprisa hacia los colores de la noche.
(Publicado Diario Navarra 10/XI)
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