martes, diciembre 16, 2014

Iguales

El fiscal Horrach ha presentado su  acusación en  el llamado caso Noos, en el que acusa a Urdangarín y otros más -no así a la infanta Cristina que, como la ministra Mato, no sabía de donde venía tanto dispendio en casa-  en un escrito de nada menos 572 folios, lo que supera a los 167 que necesitó el auto de procesamiento del juez Castro, los 227 con los que  justificó  la  imputación a la infanta, o los 160 que necesitó  la Audiencia de Palma para  confirmarlo. Esto  no es normal. Si los procedimientos del resto de los mortales necesitasen tanta tinta, los juzgados quedarían (más) paralizados. Puede que todos seamos iguales ante la ley, pero como se decía en “Rebelión en la granja”, unos son más iguales que otros, porque hay muy poca gente que exija tan amplias precauciones y tanto celo para decidir su caso.  He comprobado que mi Quijote, incluidas las viejas estampas de Doré, tiene 627 páginas y que la Biblia llega casi a las 2.000, pero esto es poca cosa frente a los tomos que ocupa este caso de campanillas, en el que una vez se ha entrado, debe ser difícil hallar la salida. Es inútil pensar que algún ser humano retenga tanta letra. Verlo en la estantería debe dar grima. Es claro que Horrach y Castro  pecan por exceso, escriben demasiado, lo que es algo que el lector nunca perdona, máxime en un mundo  donde prima breve y todo se mueve con un tuit.  Nadie se lee una cosa tan larga.   Por lo demás, el escrito de acusación pide una condena  de 19 años a Urdangarín, algo que, como ha dicho su abogado, parece más propio  de un delito de sangre. Esto ha coincidido, perdónenme la obviedad, con la semana en que Santi Potros, aquel de los atentados de Hipercor y República Dominicana -con 21 y 12 muertos respectivamente-    salía a la calle tras  pasar 24 de los 3.100 años de prisión a los que fue condenado,  al abonársele los 6 años de cárcel que pasó en Francia, y en aplicación de una decisión marco europea sobre acumulación de condenas.  Al parecer, esa decisión  llevaba cinco años durmiendo el sueño de los justos, durante dos gobiernos, a la espera de que alguien hiciera algo o terminara  de   leérsela  entera.
(Publicado DN 15-XII)

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