(Publicado DN 28 septiembre)
martes, septiembre 29, 2015
Agua
(Publicado DN 28 septiembre)
lunes, septiembre 21, 2015
Romper

(Publicado DN 21 septiembre)
lunes, septiembre 14, 2015
Duran
Oigo a Duran i Lleida quejarse del trato que le está dando TV3, la tv pública de Cataluña, donde apenas sale salvo para ser despellejado en tertulias en las que reina la doctrina independentista sin rubor. Que alguien como Duran, cuyo partido, Unió, ha sido socio durante décadas de Convergencia y gobernado Cataluña al unísono denuncie esto es revelador. Este hombre, de largo recorrido en la política, ilustra la triste imagen de un catalanismo moderado, componedor, dispuesto a vivir con España que se resiste a admitir la ceguera del camino emprendido por Mas y los suyos. La independencia, más allá de cualquier otra consideración, es un mal negocio y con eso debería bastar, viene a decir Duran, desconcertado. Una cosa era amagar con ello y otra creérselo. Lo cierto es que este catalanismo racional y posibilista de Unió ha desaparecido, y las encuestas le dan muy pobres resultados. El momento es apto para la política de brocha gorda, para el sí o el no, sin más matices. Que Mas necesite para sus planes a la CUP, que está dispuesta a declarar la secesión de un día para otro, aunque eso suponga sacar a Cataluña de la UE, le produce escalofríos. Pero el mayor desatino, a su juicio, es que se dé por buena la independencia con un apoyo que apenas sobrepasaría el 40% de los votos, que es lo que suman Junts pel Si y las CUP, lo que terminaría de fracturar y empobrecer a la sociedad catalana para mucho tiempo. El ejemplo de Quebec, donde se exigió una mayoría muy amplia que justificara una ruptura del país, viene enseguida a la cabeza. En realidad las razones de Duran, viniendo de donde vienen, son una munición más letal que la que ha disparado buena parte de la oposición españolista y resultan apabullantes. Sin embargo, es difícil que se le escuche. Hace ya años que Orwell escribió una breve obrita sobre el nacionalismo (y las ideologías en general) en la que señalaba que con él lo primero que sufre es la verdad, y que entregarse a una causa que se coloca por encima de todo, lleva a justificar cualquier sacrificio y, por supuesto, a negar la realidad si hace falta, lo que viene a probarse de nuevo.
(Publicado DN 14 septiembre)
(Publicado DN 14 septiembre)
lunes, septiembre 07, 2015
Éxito
Una de las cosas que se han dicho a raíz de
este drama de los refugiados, es que se trata de un fracaso de Europa. Pero lo cierto es que no es así. Se trata más
bien del éxito de Europa, en la medida en que todo el mundo quiere venir aquí y
está dispuesto a arriesgar la vida en
ello. El camino de los refugiados
sirios, afganos, libios somalíes etc. en su mayoría musulmanes, no es ir hacia
el este sino correr hacia el oeste, y cuanto más al oeste mejor: hasta
Alemania, que está preparada para acoger 800.000 emigrantes, algo que deja en
nada nuestros modestos esfuerzos, o hasta Inglaterra, que está dispuesta a
mucho menos, pero que no disuade a quienes esperan en Calais sin querer
quedarse en la acogedora Francia. Otra
cosa es la pasmosa falta de organización, la lentitud exasperante en la toma de
decisiones, las zancadillas entre naciones, algo tan común en Europa, y que se
comprueba estos días con las peripecias de esos refugiados que se agolpan en la
bella estación de Budapest, peleando para montar en un tren que no se sabe
adónde va y que recuerda las peores pesadillas del pasado. En un mundo donde
hay policías en cada esquina y existe la
cruz roja, alguien se las ha
arreglado para que se esfumen en el peor momento. No hay mensajes ni
explicaciones, salvo un vociferante primer ministro húngaro que anima a los que huyen a
no venir por aquí. Europa es un éxito,
pero un éxito amargo, lento y burocrático, tanto para los que vienen de fuera como para los que
vivimos dentro. Europa es una región próspera en que el fanatismo no impera y
existen, mal que bien, instituciones y
derechos para las personas, pero eso no nos convierte en culpables de los
horrores que pasan en todas partes, aunque nos coloque en un dilema moral y
ponga a prueba nuestros principios. Es
verdad, como ha dicho ese niño sabio, que si
acabáramos con la guerra en su país ellos no vendrían, pero intervenir
en una guerra brutal y enrevesada como la Siria, donde no sabe quién es
peor, manchándonos las manos y llevando
soldados a la muerte no parece fácil, ni sería bien visto, sobre todo por
aquellos que siempre se apuntan al fracaso.
(Publicado Diario deNavarra 7 septiembre)
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