lunes, septiembre 14, 2015

Duran

Oigo a Duran i Lleida quejarse del trato que le está dando TV3, la tv pública de Cataluña,  donde apenas sale salvo para ser despellejado en tertulias en las que reina la doctrina independentista sin rubor. Que alguien como Duran, cuyo partido, Unió, ha sido socio durante décadas de Convergencia y gobernado Cataluña al unísono denuncie esto es revelador.  Este hombre, de largo recorrido en la política, ilustra la triste imagen de un catalanismo moderado, componedor, dispuesto a vivir con España  que se resiste a admitir la ceguera del camino emprendido por Mas y los suyos. La independencia,  más allá de cualquier otra consideración, es un mal negocio y con eso debería bastar, viene a decir Duran, desconcertado. Una cosa era amagar con ello y otra creérselo.  Lo cierto es que este catalanismo racional y posibilista de Unió ha desaparecido, y las encuestas le dan muy pobres resultados. El momento es apto para la política de brocha gorda, para el sí o el no, sin más matices. Que Mas necesite para sus planes a la CUP, que está dispuesta a declarar la secesión de un día para otro, aunque eso suponga sacar a Cataluña de la UE, le produce escalofríos. Pero el mayor desatino, a su juicio, es que se dé por buena la independencia  con un  apoyo que apenas sobrepasaría el 40% de los votos, que es lo que suman Junts pel Si y las CUP, lo  que terminaría de fracturar y empobrecer a la sociedad catalana para mucho tiempo. El ejemplo de Quebec, donde se exigió una  mayoría muy amplia que justificara una ruptura del país, viene enseguida a la cabeza. En realidad las razones de Duran, viniendo de donde vienen, son una   munición más letal  que la que ha disparado buena parte de la oposición españolista y resultan apabullantes. Sin embargo, es difícil que se le escuche. Hace ya años que Orwell escribió una breve obrita sobre el nacionalismo (y las ideologías en general)  en la que señalaba que con él lo primero que sufre es la verdad, y que entregarse a  una causa que se coloca por encima de todo, lleva a  justificar cualquier sacrificio y, por supuesto, a negar la realidad si hace falta, lo que viene a probarse de nuevo.
(Publicado DN 14 septiembre)

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