Una de las cosas que se han dicho a raíz de
este drama de los refugiados, es que se trata de un fracaso de Europa. Pero lo cierto es que no es así. Se trata más
bien del éxito de Europa, en la medida en que todo el mundo quiere venir aquí y
está dispuesto a arriesgar la vida en
ello. El camino de los refugiados
sirios, afganos, libios somalíes etc. en su mayoría musulmanes, no es ir hacia
el este sino correr hacia el oeste, y cuanto más al oeste mejor: hasta
Alemania, que está preparada para acoger 800.000 emigrantes, algo que deja en
nada nuestros modestos esfuerzos, o hasta Inglaterra, que está dispuesta a
mucho menos, pero que no disuade a quienes esperan en Calais sin querer
quedarse en la acogedora Francia. Otra
cosa es la pasmosa falta de organización, la lentitud exasperante en la toma de
decisiones, las zancadillas entre naciones, algo tan común en Europa, y que se
comprueba estos días con las peripecias de esos refugiados que se agolpan en la
bella estación de Budapest, peleando para montar en un tren que no se sabe
adónde va y que recuerda las peores pesadillas del pasado. En un mundo donde
hay policías en cada esquina y existe la
cruz roja, alguien se las ha
arreglado para que se esfumen en el peor momento. No hay mensajes ni
explicaciones, salvo un vociferante primer ministro húngaro que anima a los que huyen a
no venir por aquí. Europa es un éxito,
pero un éxito amargo, lento y burocrático, tanto para los que vienen de fuera como para los que
vivimos dentro. Europa es una región próspera en que el fanatismo no impera y
existen, mal que bien, instituciones y
derechos para las personas, pero eso no nos convierte en culpables de los
horrores que pasan en todas partes, aunque nos coloque en un dilema moral y
ponga a prueba nuestros principios. Es
verdad, como ha dicho ese niño sabio, que si
acabáramos con la guerra en su país ellos no vendrían, pero intervenir
en una guerra brutal y enrevesada como la Siria, donde no sabe quién es
peor, manchándonos las manos y llevando
soldados a la muerte no parece fácil, ni sería bien visto, sobre todo por
aquellos que siempre se apuntan al fracaso.
(Publicado Diario deNavarra 7 septiembre)
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