lunes, octubre 12, 2015

Viento

Me senté a las puertas de la casa, el primer día en que el otoño llamaba a la puerta, y el viento comenzó a mover las copas de los   árboles y creció de pronto hasta despeinar el horizonte y agitarlo todo y  en un momento el suelo estuvo  repleto de hojas, cáscaras y pilongas, algunas gotas me golpearon la cara, y sobre la mesa la ventolera  levantó las servilletas de papel por el aire, los restos del festín fueron  de un  lado a otro sobre  la mesa, y  una ráfaga  abrió la caja  con  los frutos del huerto que alguien había traído y que recordaban un bodegón de otoño:  los membrillos, las uvas tersas, las nueces, junto a unas granadas que al tocarlas parecían objetos de jade, y mientras me refugiaba del viento que no paraba de crecer y se oía ya como un aullido cercano, pegado a la pared, vi los troncos de viejos arboles venciéndose,  y pensé que la casa podía venirse abajo o que el viento podía levantarla y llevarla por los aires, y recordé la novela de Torrente Ballester “La saga/fuga  de JB”, hasta vi su portada azul con un pueblo flotando sobre las nubes; era, recuerdo, un libro de Destino, de los años 70: los tiempos de Delibes, Ferlosio, la Matute y Ramiro Pinilla, cuando los libros querían retratar el mundo y puede que recomponerlo; un libro, recordé,  que canceló el  realismo y dejó todo el campo  libre para el juego y la imaginación, en la estela  de Cunqueiro, que fue  otro gallego prodigioso. Ya no se escriben libros así, pensé en ese momento; libros con esa ambición y esa ironía profunda  y cervantina, sino que es la  dura realidad la que se ha impuesto entre nosotros, y recordé entonces que en la saga de JB  había lampreas brillantes, brumas  y cuerpos santos en  el agua, y otras mil otras cosas fabulosas, pero sobre todo un momento en que el pueblo,  Castroforte, se alzaba del suelo y emprendía su propio camino  por las nubes y yo, en ese momento, cerré los ojos y me dejé llevar por ese viento cálido del sur que anunciaba sin embargo la llegada de los días cortos y fríos, sintiendo que también perdía pie y ascendía por el aire, liberado del suelo y sus ataduras, como en un sueño.
(Publicado DN 12 octubre)

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