lunes, noviembre 30, 2015

Libertad

Monumento a los Caídos. Plaza de la Libertad.

Si me hubieran dicho hace años cómo sería  una plaza dedicada a la libertad en Pamplona, nunca me hubiera imaginado que fuera ésta, la de los Caídos, demasiado solemne, aplastada por el gran monumento que destaca demasiado,  como uno de esos muebles heredaros de los antepasados de los que es imposible desprenderse, el aparador sombrío que nadie abre, un  edificio siempre cerrado a cal y canto –durante años y años nunca lo vi abierto-hasta que alguien tuvo la vana idea de dedicarlo al arte de vanguardia, sin sospechar  que un día se fuera a liar parda,  pero tras  tanto esfuerzo baldío para cambiarle de nombre y  amagar con llamarla Serapio,  el alcalde ha accedido a bautizarla libertad, como si fuera una especie de solución de emergencia; al fin y al cabo, parece pensarse,  se trata una palabra inocua que no compromete, que no dice nada; libertad, algo para salir del paso y a lo que todos se apuntan, como solidaridad, libertad, justicia; grandes palabras, como luces de neón brillantes y falsas, qué más da, nadie se preocupa mucho por ella, la libertad,  sólo los que la perdieron:  los presos, los cautivos del amor, los faltos de dinero, la conocen de verdad,  recuerdo que oía en el coche cantar a  Calamaro;  la  que siempre se busca y no se puede encontrar, decía la canción;  la que posponemos para perseguir antes cualquier otra cosa, la que tuvimos y dejamos escapar. Eso debe ser la libertad. Podríamos salir con un candil a buscar un hombre de verdad libre, un hombre que no tuviera nada y que aspirara, como Diógenes, a que no le tapáramos el sol y no lo encontraríamos en esta plaza ni en ninguna otra, pero eso a nadie le importa una higa,  porque aunque se le dediquen plazas y estatuas, nada nos da más miedo que ella, siempre hay quien prefiere antes un amo  o un sueño colectivo al que entregarse, como si no fuéramos nosotros, cada uno, quienes tuviéramos que decidir cada día, y eso  no fuera nuestro auténtico derecho y nuestra condena.  Se trata tan solo de una palabra –oigo esa voz rasgada- la hermana más hermosa, la libertad.
(Publicado Diario Navarra 30/XI)




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