globalizacion
Escuché a Francisco Jarauta, filósofo de la cultura, oficiando una conferencia en la capilla del Museo, como en una misa laica. ¿Cómo será la vida dentro de 25 años?, se preguntó ante el retablo dorado de la Iglesia, bajo la atenta mirada de los santos. A continuación sonrió, encogiéndose de hombros. Quien podría saberlo. Hace 25 años nadie podía prever el ordenador personal, internet, la proliferación del móvil (el móvil si que es un objeto de adoración que podía ocupar las hornacinas de los santos), ni esperar algo como la oveja Dolly, la Play Station 3, o la nueva Nintendo, que al parecer se puede manejar sin mando, lo que es una ventaja enorme para gente torpe o adulta, si ambas cosas no son lo mismo. Estas nuevas consolas, según precisó Jarauta, van a interesar igual a cualquier niño, sea de Japón o de Cizur, porque ser de Osaka o de Cizur, o incluso haber salido de una probeta, es ya una cosa bastante irrelevante, dado que lo que hacemos, comemos, vestimos, vemos, leemos y casi pensamos es parecido, y el futuro que nos aguarda nos va a uniformar más, nos va a mezclar a todos como en un cóctel, haciéndonos de ninguna parte y de todas. Se puede estar contra la globalización, como se puede estar contra la energía eléctrica, pero es dudoso convencer a una mayoría de que vuelva a la luz de la vela. Se puede querer permanecer en una concha, pero en algún momento habrá que salir a la intemperie, allí donde las grandes fuerzas de la técnica y el progreso, las tradiciones, los pueblos y las ideas se enfrentan y nos van llevando hacia un destino que nadie conoce. Se acabaron las sociedades homogéneas, las identidades cerradas, el valor de la escuela, la política y las explicaciones usuales. Bienvenido al mundo del futuro, al que miramos como quien mira una factura que no se entiende. En el altar de una iglesia el intelectual dibuja grandes preguntas en el aire y despliega sus palabras frente a un pequeño público. Ante el futuro, dice citando a Santayana, no soy optimista ni pesimista, soy tan solo un escéptico apasionado.
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