Después de varias idas y venidas, en las que el gobierno había amagado con confiar el Registro Civil al cuerpo de registradores de la propiedad, lo que conllevaba que dejaría de ser gratuito, puesto que estos profesionales trabajan con arancel, ha decidido ahora dejar las cosas como estaban. Esta manera errática de tomar decisiones sobre cosas importantes es algo que no suele advertirse, dado que la gente es en general buena y cree que estamos en manos expertas, algo que está por demostrar. El caso es que hasta 1871, en España la cuenta de nacimiento, defunciones y matrimonios, la contabilidad de la población y sus cambios era competencia de los párrocos, en cuyos registros –merece la pena ver esos viejos libros- se inscribían los hechos básicos de nuestra vida, que así, en cierto modo seguía siendo cosa de la Iglesia. El Registro fue una conquista del estado laico y de la legislación civil, que colocaba al individuo por encima de los mandatos de una religión concreta y separaba lo que es de Dios de lo que es del César, una confusión que todavía trae efectos letales en el mundo musulmán, por ejemplo. Esta sencilla competencia de anotarnos en su lista es una labor esencial del estado pues, al inscribirnos en su registro, nos acepta como ciudadanos y nos confiere y garantiza los correspondientes derechos. No en vano esto está a cargo de un juez. No resultaba nada lógico que un estado como el que tenemos, que se ocupa de todo tipo de cosas peregrinas, lleno de entes variopintos, organismos, observatorios sobre sobre el oso pardo, el cambio climático o la corrección del lenguaje se desentendiera justamente de lo que le es más propio. Recuerdo que Sosa Wagner hizo hace tiempo un intento de cuantificar grosso modo estos organismos vagamente administrativos, cuya detección y estudio tiene la complejidad de la entomología y no logró una cifra aproximada. Unas breves líneas en el registro, eso es todo lo que quedará de nosotros con el tiempo, así que merece la pena que alguien tome nota para que no quede duda.
(Publicado DN 4 mayo 2015)
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