martes, mayo 26, 2015

Palmira

En medio del ingrato desierto está el oasis de Palmira, en Siria, donde dicen que paraban las caravanas en la ruta de la seda, y que llegó a ser ciudad romana y nabatea -ese pueblo que también edificó Petra- y de todo ello todavía quedan edificios en pie,  templos y estatuas que se salvaron casi por casualidad del paso del tiempo, las hordas guerreras, el clima extremo, los vendedores de reliquias, las guerras modernas;  restos que  ahora peligran por el furor islamista bajo la forma del llamado Estado Islámico, esa nueva versión de la manía iconoclasta que cada cierto tiempo asola el mundo, la necesidad de acabar con signos y representaciones -no hacer imagen de Dios-  y puede que dentro de poco veamos escenas como las de los budas de Bamiyan, cuando los talibanes  volaron esas grandes estatuas de Gautama labradas en  la roca, o las del museo de Mosul,  cuando vimos destruir a martillazos efigies de viejos dioses, no sé si asirios, con barbas de caracol. Puede que ver caer unas piedras sea poco, comparado con la crueldad de este grupo que cuando llega un sitio decapita a oponentes, acaba con los infieles y entierra a las mujeres bajo siete velos, o las vende, poniendo en duda la idea de que el mundo haya progresado algo, pero, sin embargo, la visión de este furia con las viejas piedras nos produce una especial impresión. Es como si viéramos de pronto el fanatismo en estado puro, la ignorante locura del mal gratuito,   la simplicidad implacable de unas  creencias que no  admiten duda, y están dispuestos a acabar con todo. Esos viejos muros, las columnas y capitales que apenas  se mantienen en pie, son la pobre huella del hombre civilizado; la urbe frente al desierto; la vida en común y con reglas frente a las plagas de la inhumanidad. Que los hombres se maten entre sí es algo casi trivial. Que existan guerras terribles como ésta, en la que no se salva nadie, no es nada nuevo. La saña de estos destructores de antiguas estatuas, dispuestos a  que no quede piedra sobre piedra, es lo que nos asusta.
(Publicado en DN 25 mayo)

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