domingo, septiembre 10, 2017

Diario de Hendaya (7)

 

26 de agosto. Le rayon vert. 

Amenaza lluvia pero bajamos al paseo. Ella a pie, yo remoloneando alrededor con la bici, porque el pie me duele. De pronto, veo a  R, sonriente, que viene a hacia mí. Nos abrazamos.  Es una causalidad. Está allí con su pareja y con su hermana, en un apartamento que tienen en  Hendaya  pueblo. Vamos andando, y nos cuenta que llevan días y se van mañana. En la playa, escuchando las olas, R ha escrito una  habanera. Recuerdo que en su espectáculo, en la "Pequeña Suite",  ya canta una que también compuso él, dedicada a Tabarca, esa pequeña isla en la que pintaba acuarelas en verano. Sobre el mar, que está allá enfrente, inevitable, se ve algún relámpago. Su zigzag granate aparece unos segundos en el cielo encapotado. Mientras miramos al mar, por si llega otro, alguien recuerda  "Le rayon vert",  (El rayo verde), esa película de Rhomer cuya última escena, en la que se adivina por un instante el rayo, sucedia en San Juan de Luz. Toda la película, esperando ese momento luminoso y minúsculo. (Recuerdo que alguien dijo que ver una película de Rhomer era como ver crecer una planta). R cuenta que justo han estado esa mañana en San Juan de Luz y han entrado en la tienda que se llama así, "Le rayon vert",  pero a la dependienta no le sonaba la película. Le rayon vert, La femme de l´aviateur,  Pauline á la plage,  Le genoux de Claire. De aquellas películas de Rhomer, cotidinas, minimalistas, tan francesas, solo recuerdo los títulos.  R y su familia veraneaban de pequeños en San Juan de Luz. Un día, cuenta, su padre volvió a casa y anunció que había comprado un apartamento en Hendaya, lo que era algo incongruente. El piso, además, estaba en el pueblo, lejos de la playa, cerca de la estación. Al pedirle explicaciones, R recuerda que su padre alegó algo acerca de que Hendaye era un buen sitio para escapar, para salir de allí en el primer tren hacia el norte, para salvarse si sucedía alguna  catástrofe.Quizás era un momento especial, comprometido, pero R no recuera nada especial.  Puede que si llega algo temible Hendaya sea un buen lugar para salvarse, o al menos  para perderse de vista. Un lugar en la frontera, en tiera de nadie. Una estación termini desde la que alejarse.  De pronto, la idea del fin del mundo me resulta familiar.  Seguimos andando hasta que efectivamente empieza a llover y nos despedimos.  Mientras subo pedaleando deprisa, caigo en cuenta que el fin del mundo tiene que ver con la película "Luz de invierno", la de Bergman, que de alguna manera todavía trabaja dentro de mí. 

No hay comentarios: