miércoles, septiembre 13, 2017

Diario der Hendaya (8)

10 septiembre. Elke.

 

Rubens. "La caza del jabalí en Caledonia".

Voy a Elke con A. (no hemos ido a Hendaye, hay temporal). El día es pésimo, llueve, pero nos engañamos diciendo que ya veremos. Después de Aoiz comienza una Navarra despoblada, sin un alma, de grandes bosques de pinos y pueblos  deshabitados. Gran parte de Navarra –como gran parte de España- está vacía. De Oroz Betelu, donde no ha salido nadie a la calle, como si no  hubiera amanecido,  subimos en coche por un carretil hasta Gorraiz de Arce, cuatro casas sin gente.  Aparcamos. Como no llueve mucho vamos subiendo por una pista que al rato entra en un bosque de hayas en la que los grandes árboles parecen guardarse la distancia. Por esas soledades, según A., tiene que haber mucho jabalí. Luego me cuenta que a un chaval de Puente  la Reina que puso en la redes una foto con unos jabalís muerto tras una batida le han llovido los insultos. "Ojala te explote la escopeta en la cara", le escriben. El animalismo es un síntoma también de que se acerca el fin del mundo, pienso, de perdida de proporciones, de desenfoque de las cosas, de confusión. Humanizar  un animal es inhumano. Los jabalís, en realidad,  desde que el monte está abandonado, son una plaga. El camino asciende hasta un collado  en que hay una gran piedra, como un dado gigante cubierto de hiedras.  Subimos por la izquierda hasta la cima de Elke. De pronto,  la lluvia arrecia y las piedras están húmedas y peligrosas. En la cima hay un buzón y varias placas con epitafios, como si fuera un lugar de exvotos. Uno de ellos está dedicado a "J.M. León, El Turbio". "¿Ande andarás?", se pregunta en la placa, con humor negro. Cuando llegamos de nuevo a Gorraiz estamos calados y apenas hay donde refugiarse. De una  ventana sale de pronto una mujer y nos pregunta si hemos subido al monte. Seguramente nos da por imposibles. Luego nos dice que podemos ir a una borda allá al lado, para cambiarnos, pero da miedo salir de debajo del alfeizar.   Descendemos  luego en coche por el otro lado, por una carretera estrechas que traza grandes curvas, hacia el Urrobi, al encuentro de la carretera que viene Burguete sin cruzarnos con nadie.

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